Adán, el primer hombre, desobedeció el mandato de Dios en el que le dijo que el día que comiere del árbol de la ciencia del bien y del mal, ciertamente moriría. Como resultado de su desobediencia, Adán y sus descendientes llegaron a ser pecadores y por ende no podían continuar teniendo vida eterna. ...
En un día ordinario, el hombre pronuncia incontables números de palabras. Cuando las semillas son sembradas, ellas tienen que brotar y producir fruto. Totalmente concientes de este proceso de la naturaleza, no muchas personas piensan en la clase de frutos que las semillas de las palabras producirán. Un comentario negativo pronunciado por un individuo será propagado a muchas personas y tendrá cierto impacto. Una palabra puede transmitir nuevas fuerzas a otros o atraparlos en la desesperación. Manteniendo siempre en mente el significativo peso de la palabra dicha, cada uno de nosotros tiene que producir frutos bellos y bendecidos, al pronunciar palabras positivas, buenas y motivadoras.
“Del fruto de su boca el hombre comerá el bien; Mas el alma de los prevaricadores hallará el mal” (Proverbios 13:2)
~ de la columna “The Way” (El Camino) del Rev. Dr. Jaerock Lee publicada en el periódico “The Seoul Shinmun”