Adán, el primer hombre, desobedeció el mandato de Dios en el que le dijo que el día que comiere del árbol de la ciencia del bien y del mal, ciertamente moriría. Como resultado de su desobediencia, Adán y sus descendientes llegaron a ser pecadores y por ende no podían continuar teniendo vida eterna. ...
Cada creyente posee e irradia una fragancia propia. Una fragancia como esa es la fragancia compasiva que irradia el corazón hacia aquellos que han fracasado en este mundo, aquellos que están enfermos, aquellos que están en posiciones bajas y olvidados por la sociedad, y aquellos que aún no se han encontrado con Dios. En la mayoría de los casos, las personas abrazan y se cercan a los que son exitosos, pero le dan la espalda a los que han fallado. Las personas de fe, tienen que tratar siempre a los demás con un corazón cálido con el cual puedan orar por los desalentados y por los enfermos. La fragancia compasiva del corazón permite que borremos las lágrimas de aquellos que están cansados en el mundo y da testimonio del amor de Dios con un aroma que es mucho más fuerte que cien palabras.
~ De la columna “Siloam” del Rev. Dr. Jaerock Lee publicada en el “The Dong-a Ilbo”