El amor de Dios
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Agosto 11, 2013 |
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“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16).
Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
Nos sentimos felices cuando vemos la belleza de la naturaleza y todas las cosas en ella y sentimos el corazón de bondad. ¡Cuán felices seremos si alcanzamos el corazón de Dios! Él es el origen de toda hermosura, toda bondad y amor. El amor de Dios es paz que deshace el dolor, y es luz y esperanza que hecha fuera las tinieblas. Es la fuente de fortaleza que anima a aquellos que se encuentran descorazonados. Es además gozo que hecha fuera la tristeza. Es el consuelo que limpia las lágrimas y la fuente de la vida que hace que los cuerpos y corazones adoloridos se sientan bien. Este hermoso amor es el amor de Dios hacia nosotros. y es el nivel más alto de amor.
1. El amor de Dios que cultiva la humanidad y guía a que se conviertan en hijos verdaderos
Dios creó al primer hombre Adán y lo colocó en el Huerto del Edén donde crecían todo tipo de flores y árboles; animales encantadores vivían y correteaban en la hermosura de la naturaleza. Los frutos abundaban por todas partes. Además, Dios le dio a Adán una ayuda preciosa, Eva. No fue porque Adán se sentía solo, sino porque Dios, quien ya existía solo por mucho tiempo, conocía de antemano lo que Adán sentiría, y por Su amor, le dio una ayuda. Como el primer hombre, Adán caminó con Dios y gozaba de gran autoridad como señor de la creación en el entorno más óptimo por innumerables años. No obstante, le faltaba algo como verdadero hijo de Dios, ya que no podía realmente sentir el amor de Dios aunque Él le dio Su amor a Adán en una medida completa. Adán disfrutó de todas las cosas que Dios le dio, pero no sintió que fueran valiosas ni se sintió agradecido por ellas ya que no obtuvo nada por su propio esfuerzo. Además, no pudo comprender el significado de la infelicidad o la muerte, porque nunca las había experimentado. Debido a que Adán nunca había vivido ningún odio hacia alguien, no conocía el verdadero valor del amor. En otras palabras, le faltaba la experiencia de la relatividad. Por eso también Adán y Eva cayeron en la tentación de la serpiente y comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal. Dios les dijo: “...porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Sin embargo, ellos no conocían lo que ‘morirás’ realmente significaba. Entonces, ¿esto quiere decir que Dios no sabía que ellos comerían del árbol de la ciencia del bien y del mal? Por supuesto que no. Él conocía de antemano lo que sucedería. No obstante, Adán y Eva tenían libre albedrío con el cual podían elegir libremente entre las cosas, y es aquí donde la providencia del cultivo de la humanidad estaba escondida. El ‘cultivo de la humanidad’ es para permitirnos lágrimas, sufrimiento, dolor y muerte para que podamos sentir cuán precioso y valioso será lo que disfrutemos en el Cielo y para que podamos disfrutar de la verdadera felicidad. Por medio de esto, Dios quiere compartir amor con nosotros en la hermosura del Cielo que el Huerto del Edén ni siquiera se puede comparar. Por último, Adán y Eva fueron expulsados del Huerto del Edén debido a que desobedecieron la Palabra de Dios con su libre albedrío. Ya que Adán perdió la autoridad de gobernar sobre todas las cosas, los animales y las plantas bajo su autoridad también fueron maldecidos. Sobre la Tierra, donde había abundancia y era hermosa, empezaron a crecer cardos y espinas y los hombres ya no eran capaces de comer sin esfuerzo. A pesar de que Adán y Eva desobedecieron, Dios les hizo túnicas de pieles, y los vistió. Los vistió para proteger sus cuerpos de aquellos que vivirían en el lugar que era totalmente diferente del Huerto del Edén y los envió afuera a la Tierra (Génesis 3:21). Dios podría haberse sentido como un padre que envió a su hijo a un lugar muy alejado para que el futuro de él sea mejor. Pero al no tener el corazón que era como el de Dios, desde el mismo comienzo del cultivo de la humanidad, este se ha vuelto cada vez más manchado con el pecado y rápidamente se ha distanciado de Dios (Romanos 1:21-23).
2. Dios preparó a Jesucristo desde antes de los tiempos
1 Timoteo 2:4 dice: “El cual [Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. El amor de Dios no solo es entregado a ciertas personas en un período especial. Dios desea que todas las personas sean salvas. Dios tiene la puerta de salvación abierta y se regocija grandemente cada vez que un alma regresa hacia Él y le da una calurosa bienvenida. Por el amor de Dios que jamás se da por vencido hasta el final, el camino de salvación está abierto para todas las personas. El camino es Jesucristo quien es el unigénito Hijo de Dios. Por medio de Su sangre preciosa y Su vida, Jesús pagó el precio del pecado que deberían haber pagado los pecadores. Lo pagó en nombre de todos los pecadores. Porque tal como dice Hebreos 9:22: “...y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”, Dios permitió que Jesús derramara Su sangre preciosa para redimir a la humanidad de todos sus pecados. Al final, Jesús fue crucificado, no obstante, Él venció a la muerte y fue resucitado en el tercer día debido a que no tenía pecado en Su ser, mediante el cual, el camino de la salvación fue abierto. La mayoría de los padres dicen de sus hijos que son la niña de sus ojos. Ellos consideran a sus hijos más preciosos que sus propias vidas. De esta manera, el hecho de que Dios haya sacrificado a Su Hijo unigénito por nosotros, es la máxima expresión de Su amor. Además está preparando el hermoso Cielo para las almas que fueron llevadas de vuelta a través de la preciosa sangre del Señor. ¡Cuán sorprendente es Su amor!
3. El amor de Dios que envía el espíritu como un don y nos conduce hacia el Cielo
El amor de Dios no termina aquí. Incluso da el Espíritu a cualquiera que ha aceptado a Jesucristo y ha sido perdonado de los pecados. El Espíritu Santo es el corazón de Dios. Después de que Jesús fue crucificado, resucitó y ascendió a los Cielos, Dios envió el Espíritu a nuestros corazones. El Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles y nos ayuda a cambiar cuando cometemos pecados. El da fe a aquellos con poca fe y además da esperanza por el Cielo a aquellos que la han perdido. Así como una madre cuida a su hijo con tanta delicadeza, el Espíritu Santo nos hace oír su voz en el momento adecuado para que no caigamos o seamos heridos. Él nos enseña el corazón de Dios que nos ama y nos dirige al Cielo. Si usted reconoce ese profundo amor en su corazón, no podrá dejar de amar a Dios. Si ama a Dios desde lo profundo de su corazón, Él le devolverá de Su amor que es tan grande y asombroso de expresar. Él nos bendecirá con buena salud, todo nos irá bien y tendremos prosperidad. Por supuesto, esta es la ley espiritual, pero Dios también quiere que sintamos Su amor por medio de las bendiciones y las respuestas. Cuando usted tuvo un encuentro con Dios por primera vez y sus problemas fueron resueltos, pudo sentirse agradecido por el amor que lo perdonó por haber sido un pecador. También pensó: “¿Cómo debo devolver la gracia que he recibido de Dios?” Quizás se ha sentido sobrecogido con el amor de Dios que le ha dado el Cielo eterno donde no existe la preocupación, la ansiedad, las enfermedades, el dolor ni la muerte. No es que amamos a Dios primero, sino que Él nos amó primero y nos extendió Su mano (1 Juan 4:19). Él nos amó no porque somos dignos de amor, sino que es el amor de Dios que envió a Su Hijo unigénito para nosotros quienes estábamos destinados a morir como pecadores. Él ama a todas las personas y cuida de ellos con más amor que el de una mujer que no puede olvidar a su niño de pecho (Isaías 49:15) y espera por nosotros sintiendo que mil años no son más que un día. Amados hermanos y hermanas: El amor de Dios es un amor genuino que no cambia incluso después de un largo período de tiempo. Ruego en el nombre del Señor que al sentir el amor de Dios que está esperando por el día cuando usted pueda disfrutar del hermoso Cielo y gloria junto a Él, sea bendecido por estar lleno de gratitud.
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