Bondad
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Agosto 25, 2013 |
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“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5).
Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
Los hijos de Dios tienen que asemejarse a Dios quien es la Luz y en Él no hay tinieblas en absoluto. Por tanto, debemos cultivar la bondad perfecta que no tiene nada de maldad. La bondad es una de las características de Dios; la Biblia, que es la Palabra de Dios, es el único estándar para discernir lo que es bueno (Lucas 18:19).
Por consiguiente, necesitamos distinguir las cualidades malas de las buenas, descubrirlas en nuestro corazón y alejarlas de nosotros totalmente. Entonces podremos recibir el amor de Dios. También podremos disfrutar la gloria celestial y recibir recompensas en el Cielo por todas nuestras obras en la medida en que hemos cultivado en nosotros la bondad. Analicemos ahora cómo podemos alcanzar esta bondad.
1. Debemos abstenernos de la auto justificación
Para poder cultivar la bondad perfecta, debemos examinar nuestro ser mientras reflexionamos en la Palabra de Dios y con diligencia nos llenamos de aquello que nos falta. No obstante, aunque algunos creyentes conocen sus deficiencias, simplemente presentan excusas diciendo que no pudieron evitar hacer lo que hicieron en lugar de tratar de cambiar su ser. Piensan que estaban en una situación en la que no tenían opciones aparte de actuar de la forma en la que lo hicieron y, aunque en realidad no hicieron lo que es bueno, lo hecho tampoco fue malo. No obstante, dado que tales actos no son de bondad, se pueden clasificar como malos.
Por ejemplo: una persona conoce bien que debe ser fiel en toda la casa de Dios así que trabaja fielmente en las tareas de su iglesia pero descuida las labores como madre, esposa y nuera. No podemos decir que es algo espiritual enfocarse mucho en una tarea única entre muchas tareas que hay que cumplir. No obstante, la persona no reconoce sus deficiencias porque piensa: “Estoy ocupada con la obra de Dios”. Se está justificando pensando que no puede evitarlo aunque no está haciendo las obras que parecen menos importantes porque tiene que hacer las que son más importantes en la iglesia.
Si los miembros de su familia tienen fe, quizás puedan entender sus acciones. Sin embargo, aunque traten de entender, poco a poco dejará heridas profundas en sus corazones. Si los miembros de su familia no tienen fe, se quebrantará la paz y Dios será deshonrado. Es verdad que debemos escoger el espíritu si nos vemos entre el espíritu y la carne. También es verdad que debemos amar a Dios más que a nuestras familias, parientes o cualquier otra persona en este mundo. Dios nos dijo que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:39, 1 Timoteo 5:8).
Algunos quizás piensen que no pueden ser fieles en toda la casa de Dios porque ya están trabajando a plena capacidad. Quizás se encuentren muy ocupados en sus laborales, pero si en realidad están tratando de ser fieles en toda la casa de Dios, abrigarán todas las labores en el corazón. Aunque tengan diez cosas para hacer, quizás logren hacer solo algunas, pero si las hacen con todo el corazón y amor, los demás percibirán que su corazón es genuino. De este modo, no se resentirán y Satanás no podrá acusarlos por nada. Por consiguiente, para poder cultivar la bondad verdadera, hay que dejar de justificarse, de comportarse egoístamente y de seguir nuestro propio beneficio.
2. Debemos eliminar la arrogancia
La arrogancia se ejercita de maneras muy astutas. Nuestro corazón se enaltece sin que nosotros siquiera nos demos cuenta. Saúl no era más que un hombre común. Él jamás se imaginó que podría llegar a ser rey. No obstante, a medida que continuaba recibiendo servicios como rey, su corazón se enaltecía sin que él se diera cuenta. Él se acostumbró a hacer mal uso del poder.
Incluso el profeta Samuel, el que lo ungió como rey, llegó a tener miedo de Saúl. Cuando Saúl estaba tratando de matar a David, un buen hombre, cometió el malvado acto de destruir toda una ciudad de sacerdotes y nadie pudo detenerlo. Al principio, por su humildad, se sintió avergonzado de ser ungido como rey y se escondió, pero pronto cambió de modo radical.
¿Hay alguien entre ustedes quien piensa que no tiene la arrogancia de un rey? ¿Hay alguien que piensa que no tiene nada de qué avergonzarse ante los demás? Antes de ser santificados y de sumergirnos en el espíritu, la arrogancia se puede revelar en nuestro ser en cualquier momento. Algunos creyentes creen que tienen gran fe al pensar en su diligencia y dedicación ofrecida hasta el momento. No obstante, quizás se decepcionan cuando su nivel de fe se revela por debajo de lo que esperaban y quizás tengan sentimientos de incomodidad al compararse con los demás. En algunos casos, algunos piensan que sus opiniones son mejores tan solo porque son los líderes, porque son mayores o porque tienen más experiencia. Si la arrogancia se presenta como aquí se ha expuesto, no escuchan a sus subordinados ni a la gente a su alrededor. Aunque los demás les den buenos consejos, no escucharán.
La arrogancia también se revela en la forma de quebrantamiento del orden o pasando por alto las jerarquías. Digamos que ustedes se están preparando para un evento de un grupo misionero. La secretaria les pide que decoren el lugar para el evento; como petición especial pide que se use mantelería de color rosa. Ustedes le sugieren que el blanco se verá mejor, pero ella insiste en que usen la mantelería rosa en esta ocasión. Entonces acuden al presidente del grupo. Esconden el hecho de que la secretaria les ha pedido que usen la mantelería rosa, y tratan de imponer su opinión en una autoridad superior diciendo: “Creo que la mantelería blanca queda mejor en este evento. Es más económica y se la puede conseguir enseguida. ¿Puedo usar la mantelería blanca?” Por su arrogancia buscan lo que desean, sin embargo, dicen no haber hecho nada malo. Piensan que acaban de obtener el permiso de parte del presidente, quien está en posición superior a la secretaria, por lo que no ven la desobediencia involucrada y se esfuerzan en hacer un buen trabajo. No obstante, aunque se hayan esforzado mucho por hacer las cosas a su manera, Dios no puede decir que poseen bondad. Dios se complace con un corazón humilde que no tiene arrogancia (1 Pedro 5:5, Filipenses 2:3).
3. No deben confundir la pasión personal con la pasión por Dios
Si nuestra pasión en verdad es por Dios, haremos lo que a Él le agrada en todo tiempo. No solo trabajaremos con diligencia sino que nos esforzaremos por circuncidar el corazón, buscar la paz y buscar el beneficio de los demás con amor en todo tiempo. No obstante, los que tienen una pasión personal quizás tengan un fuerte sentido de responsabilidad y pasión, pero se alejan de la voluntad de Dios mientras trabajan.
Supongamos que un presidente ha sido recientemente elegido para un grupo misionero, pero la persona elegida no es buena para los trabajos administrativos. La secretaria tiene más experiencia y enseña al presidente lo que debe hacer. Aun así, el presidente no puede manejar el trabajo, por lo que la secretaria lo hace por sí misma. No obstante, ella no se siente cómoda al hacer este trabajo, y piensa: “El presidente no sabe qué hacer. Si yo continúo haciendo su trabajo, luego sentirá que puede depender de mi para que esté hecho”. La secretaria no puede seguir haciendo el trabajo con gozo. A veces hace las cosas a su manera sin reportarlas al presidente. Quizás hará reportes detallados, pero pensará que ella lo hizo todo y expresará en secreto su sentimiento de incomodidad hacia el presidente.
Mientras ella hace el trabajo, si otros obreros no hacen las cosas de la manera que ella quiere, sus sentimientos se agitan una vez más. Ella tiene sentimientos incómodos, y piensa: “¿Por qué están haciendo eso? ¿Por qué no pueden ser responsables de algo tan insignificante?” Así que habla por su frustración o lastima los sentimientos de los demás con sus palabras. Aun así, ella piensa que está haciendo bien su labor como secretaria. En este tipo de caso, si otra persona señala que ella está quebrantando la paz y el orden, ella se detiene por completo y se retrae. Ella no se da cuenta de su maldad sino que se resiente. Entonces su celo se apaga. Esto demuestra que su pasión no proviene de un corazón veraz y del amor por el reino de Dios. Por esto necesitamos examinar nuestro ser respecto a si nos estamos esforzando con nuestro propio fervor o por nuestro amor por Dios para que podamos cultivar la bondad verdadera.
Amados hermanos y hermanas en Cristo: yo ruego en el nombre del Señor que ustedes reflejen a Dios quien es Luz, que actúen en esa Luz y que alcancen la bondad perfecta en su interior.
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