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Bienaventurados los pobres en espíritu

Noticias Manmin   No. 150
5771
Octubre 13, 2013


“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).



Pastor Principal Dr. Jaerock Lee




Por lo general las personas piensan que ser bendecido es ser rico, tener honor y autoridad, tener paz en la familia, y así por el estilo. Sin embargo, estas cosas no se pueden considerar como bendiciones verdaderas y eternas porque pueden desvanecerse en un instante. No podremos mantenerlas cuando nuestra vida en este mundo termine y, por supuesto, no podremos llevarlas a la vida de ultratumba.
Supongamos que una persona disfrutó de riquezas, honra y gloria durante su vida, pero no creyó en la vida después de la muerte. Esta persona no se habrá preparado para entrar a la eternidad en el Cielo, y su único objetivo habrá sido comer, beber y vivir bien; por ende, no tendrá ninguna otra opción aparte de caer en lo terrible del Infierno. Entonces, ¿cuál es el uso de las bienaventuranzas en la Tierra?
Mateo 5 habla acerca del conocido mensaje de Jesús, el de ‘las bienaventuranzas’, predicado sobre un monte. Si usted alcanza aquello que se describe acerca de las Bienaventuranzas, lo que constituye la verdadera bendición de la que Dios quiere que disfruten Sus hijos, entonces podrá entrar a la Nueva Jerusalén. Este mensaje sobre las Bienaventuranzas es un indicador importante para examinar nuestra fe. ¿Cuál es, entonces, la primera bendición?


1. Bienaventurados los pobres en espíritu

¿Qué significa ser pobre en espíritu? Los pobres en este verso no son aquellos que no poseen bienes económicos, sino los pobres en espíritu, es decir, los pobres de corazón. Ser pobre en espíritu significa tener un buen corazón, sin maldad, codicia o egoísmo. Es decir, saber cómo vaciarse a sí mismo sin ninguna codicia. Por ende, los pobres en espíritu anhelan las cosas espirituales que satisfacen su corazón y aceptan el evangelio rápidamente cuando los demás les comparten la Palabra. También obedecen la Palabra de Dios al pie de la letra, por ende les es fácil alcanzar la salvación.
No obstante, los que no creen en Dios y tiene codicia por las cosas del mundo son ‘ricos’ en espíritu, así que no buscan a Dios ni aceptan el evangelio, ponen excusas y dicen estar ocupados en sus negocios, estudios o disfrutando de sí mismos y dicen que creerán cuando tengan más tiempo libre. Sus ojos y corazón están llenos de deseos de las riquezas, honor y autoridad del mundo, así que no creen ni siquiera si las evidencias del Dios vivo se revelan, ni tampoco intentarán acercarse a Dios. Por lo tanto, la primera puerta hacia la bendición perfecta es llegar a ser pobre en espíritu.


2. ...porque de ellos es el reino de los cielos

En el capítulo 16 del Evangelio de Lucas, Jesús enseñó una parábola sobre un hombre rico y un mendigo llamado Lázaro. El hombre rico se vestía bien y hacía cada día banquete con esplendidez; era rico en espíritu y no vivía de acuerdo a la Palabra de Dios. Por otro lado, el mendigo llamado Lázaro era pobre en espíritu y creía en Dios a pesar de que era alimentado por la limosna que pedía a la puerta del hombre rico, cuyos perros salían y lamían sus llagas.
No obstante, la situación cambió totalmente cuando ambos hombres murieron. Esto ocurrió porque el hombre rico no creía en Dios, pero Lázaro sí creía. Mientras Lázaro, el que alcanzó salvación, descansaba pacíficamente en el seno de Abraham, el hombre rico sufría en el fuego del castigo y clamaba pidiendo a Lázaro que le diera una gota de agua. ¿Quién fue el hombre bendecido; aquel mendigo llamado Lázaro, o el hombre rico que disfrutaba de fiestas y banquetes diarios con esplendidez? El desenlace fue que el mendigo resultó ser el bendecido.
¿Significa esto que debemos vivir en pobreza, al igual que Lázaro, para poder ir al Cielo? ¡Claro que no! No significa que debemos llevar la vida de un mendigo, pero sí significa que debemos llegar a ser ‘pobres en espíritu’ para disfrutar de la vida eterna, pues ciertamente habrá una vida eterna y un castigo eterno.
Dios otorga las bendiciones de la buena salud, finanzas, liderazgo y prosperidad en todas las cosas a Sus hijos que se hacen pobres en espíritu y que viven de acuerdo con la Palabra. Además otorga la bendición verdadera y eterna, es decir el Cielo, que no se compara con ninguna riqueza o gloria.


3. Para poder ser pobre en espíritu y poseer el Cielo

Primero: debemos despojarnos de los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.

En 1 Juan 2:15-16 leemos: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. Si usted tiene las cosas del mundo en el corazón, necesita llenarlo de modo perfecto con el amor de Dios y la esperanza celestial.
Para lograr esto, en primer lugar debe despojarse de los deseos de la carne. Esto se refiere a la naturaleza que causa que cometamos pecados. Cuando las personas tienen la naturaleza pecaminosa original, como es el odio, la ira, la codicia, el adulterio, los celos, la arrogancia y cosas por el estilo, los deseos de la carne sobresalen si la naturaleza alcanza las condiciones ambientales adecuadas. Digamos que un nuevo en la fe decide dejar de beber alcohol, pero todavía tiene el deseo de hacerlo y no ha logrado evitarlo aún. Por ende, desea beber cuando asiste a una fiesta en la que están bebiendo. Los deseos de la carne se agitan para que tenga fuertes deseos de beber, e incluso causan que lo haga.
En segundo lugar debe separarse de los deseos de los ojos. Es natural que el corazón se conmueva por lo que se ve con los ojos y se escucha con los oídos. Aunque usted vea y escuche algo sin encontrarle el sentido, a veces puede llegar hasta sus pensamientos porque lo ha guardado en el corazón con sentimientos, y a veces deseará ver, escuchar y tener tales cosas. Supongamos que un estudiante ha visto una película obscena. Las escenas continuarán dando vueltas en su mente e interrumpiendo su estudio, e incluso deseará verlas nuevamente. De este modo, los deseos de los ojos estimulan la falsedad en nosotros y causan que tales deseos salgan a la luz. Por consiguiente, no se debe ver, escuchar y ni siquiera pensar en cosas que no sean la verdad, y tampoco debemos ir a lugares que no son agradables a Dios.
En tercer lugar debe suprimir la vanagloria de la vida. La vanagloria de la vida es la naturaleza que causa que nos jactemos de nosotros mismos siguiendo todos los placeres del mundo. Si un hombre posee vanagloria de la vida, se jactará de sí mismo, de sus riquezas, autoridad, talento, buena apariencia, educación y demás, y menospreciará a los demás por su arrogancia. El corazón estará lejos de ser un corazón pobre, capaz de servir, sacrificarse y amar. Los que poseen vanagloria de la vida no guardan la belleza celestial y la esperanza en su corazón, sino que las cosas del mundo les son más atractivas y valiosas.

Segundo: debemos llegar a ser como niños en lo espiritual.

En Mateo 18:3 leemos: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Los pequeños niños espirituales son sencillos, genuinos y no arrogantes; ellos aceptan las enseñanzas de los demás si son buenas y con facilidad admiten sus deficiencias cuando los demás las señalan y les prestan consejo; no tienen orgullo ni obstinación todavía. Sin embargo, si se manchan con el pecado y su corazón se torna impuro, estarán adormecidos, incluso al cometer pecados, y no admitirán sus deficiencias cuando los demás las señalen. A veces cometerán pecados que Dios odia, incluso después de haber aceptado al Señor, y al hacerlo se distanciarán de la salvación.
Además los niños espirituales reaccionan de modo sensible a la bondad y maldad; ellos se conmueven y derraman lágrimas por las cosas de la verdad, y al mismo tiempo aborrecen mucho la maldad. Si Dios dice que algo es malo, llegan a aborrecerlo de corazón y tratan de evitar cometer pecados.

Amado hermano y hermana en Cristo: anhelo que usted llegue a ser pobre en espíritu al descubrir la maldad y alejar el pecado y la maldad mediante la oración ardiente. Ruego en el nombre del Señor que al hacerlo usted se convierta en un(a) hijo(a) que agrada a Dios, que entre en la mejor morada en el Cielo y que reciba todo tipo de bendiciones, incluyendo riquezas, honra y buena salud, incluso en este mundo.


 

 

 
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