Bienaventurados los de limpio corazón
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Diciembre 22, 2013 |
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“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
La mayoría de personas juzgan a los demás por sus apariencias, sin embargo, Dios examina lo más secreto del corazón. Recuerde que Jesús reprendió a los fariseos y a los escribas llamándoles ‘hipócritas’. Lo que deberíamos purificar y limpia es nuestro corazón. Si el corazón de alguien tiene pecado, es desenfrenado y tiene injusticia, aunque sus acciones externas sean santas, entrenados por la educación y el sentido común, no puede ser una persona verdaderamente hermosa. El significado de tener un corazón puro no es sujetar a nuestro corazón a las cosas sin valor sino mantenerlo puro y limpio en la verdad, sin siquiera pensar en la descortesía, no regocijarse con la falsedad y no tener mancha ni arruga, el cual es el corazón de la verdad y la bondad. Dios se deleita y bendice a aquellos que han purificado sus corazones con la bondad y el amor. Ahora examinemos la bendición otorgada a los de corazón puro.
1. Dios, quien ama y bendice a los de corazón puro, como Rut
Rut fue una persona que recibió bendiciones debido a su corazón puro. Ella era una mujer gentil de Moab quien se convirtió en una viuda a edad temprana y no tenía hijos. Ella no quiso dejar a su suegra quien también se encontraba sola y a quien sirvió con todo su corazón. Rut eligió salir de su pueblo natal y dirigirse a Belén, el hogar de su suegra. Para ella este era una lugar extraño, y no había dónde vivir y el alimento para la subsistencia era escaso. De hecho, ella no sabía qué hacer para vivir. No obstante, Rut no pensó acerca de las cosas negativas que podían suceder ni tampoco se arrepiente de su decisión de haber seguido a su suegra. Ella le sirvió de todo corazón con un corazón inmutable. Rut tenía un corazón tan bueno y puro que podía superar todo con alegría. De esta manera, Dios la bendijo y le permitió conocer a Booz, quien era un hombre rico y bueno y con quien ella tuvo una familia feliz junto a él. Ella incluso fue parte de la genealogía de Jesús como bisabuela del rey David. En los tiempos de Jesús, los fariseos y los escribas guardaban la tradición de los ancianos de la misma manera que lo hacían con la Ley, no obstante, ellos aún tenían maldad en sus corazones. Ellos levaban vidas acéticas por lo que se consideraban a sí mismos personas santas. Ellos no limpiaron sus corazones con amor por Dios, sino que solo practicaban la ley en lo externo sin tener consideración por las demás personas a su alrededor, esto quiere decir que eran personas hipócritas. Entonces Jesús los reprendió al decir que eran sepulcros blanqueados (Mateo 23:27). Una tumba es un lugar que contiene un cadáver, por lo que no importa con cuánta belleza esté decorado, es solo una tumba llena del hedor de la putrefacción. Los fariseos y los escribas pretendían ser santos por fuera, pero sus corazones estaban llenos de todo tipo de pecados y maldad. De esta manera, el Señor los compara con sepulcros blanqueados. Dios quiere que tengamos corazones puros y hermosos al igual que las expresiones externas de la santidad.
2. El camino de convertirse en alguien que es puro de corazón
Dios es santo y perfecto, por ello Él desea que nosotros tengamos corazones puros al despojarnos de los pecados y la maldad de nuestros corazones, así como dejar de hacer el mal de manera externa. 1 Pedro 1:16 dice: “...porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. Y en 1 Tesalonicenses 4:3 leemos: “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación”. Entonces, ¿qué debemos hacer para tener un corazón puro como el que Dios quiere y llegar a ser santificados? Si una persona sigue teniendo mal carácter y se enfada, entonces debería convertirse en una persona amable y amorosa. Las personas que tienden a ser arrogantes deberían humillarse a sí mismas y servir a los demás. Aquellos que odian deben aprender a amar incluso a sus enemigos. Para llegar a ser puros de corazón, una persona debe acabar con toda forma de maldad, incluso luchando contra los pecados, hasta el punto de derramar sangre. Podemos alcanzar un corazón puro en la medida que nos despojemos del pecado y la maldad, guardemos la Palabra de Dios y llenemos nuestros corazones con la verdad. A menos que pongamos en práctica la Palabra que hemos aprendido, no podemos cambiar. Se asemeja a la situación en la que usted tiene ropa sucia y está pensando en lavarla, pero en realidad no la lava. Por consiguiente, si usted escucha la Palabra de Dios y descubre cosas sucias en su corazón debe intentar despojarse de ellas. Por supuesto, llegar a poseer un corazón puro no se hace con su propia fortaleza y su fuerza de voluntad. La confesión del apóstol Pablo lo registró para nosotros. Romanos 7:22-24 dice: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” En este caso, ‘el hombre interior’, se refiere a nuestro corazón original dado por Dios, y el corazón de la verdad en el cual nos regocijamos con la ley de Dios. Por el contrario, ‘otra ley en mis miembros’, se refiere al corazón de falsedad. Es decir, el atributo de la falsedad que quiere mantener los pecados en nuestros corazones. Y esto no puede ser desechado con tal solo la fuerza de voluntad. Entonces, ¿qué debemos hacer? En 1 Timoteo 4:5 leemos: “Porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”. Para poder despojarnos de las características de la falsedad de lo profundo de nuestro corazón y ser santos, debemos reconocer la verdad por medio de la Palabra de Dios y orar fervientemente. Solo así podemos alcanzar un corazón puro mediante la gracia y la fortaleza de Dios y la ayuda del Espíritu. Es decir, tenemos que anhelar la santidad y mostrar nuestra buena voluntad y los esfuerzos para poner en práctica la Palabra de Dios.
3. Ellos verán a Dios
Algunas personas preguntan cómo la gente puede ver a Dios. Jueces 13:22 dice: “Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”. También en Juan 1:18 leemos: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. No obstante, Éxodo 33:11 nos dice: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo”. Cuando Dios descendió sobre el Monte Sinaí, los israelitas no pudieron acercarse al lugar debido al miedo a morir, pero Moisés habló con Dios cara a cara (Éxodo 20:18-19). ¿Por qué algunas personas pudieron ver a Dios y caminar con Él mientras que otros no pudieron? En 3 Juan 1:11 leemos: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios”. Aquellos que son puros de corazón pueden ver a Dios, pero aquellos que no tienen un corazón limpio debido a la maldad y el pecado, no pueden verlo. Solo cuando tenemos un corazón puro podemos ingresar a la Nueva Jerusalén o al tercer reino de los Cielos y ver al Señor y a Dios en corta distancia. No obstante, las personas en el Paraíso, el primer y segundo reino de los cielos no pueden ver al Señor en estrecha proximidad. De acuerdo a la medida en la cual nos santifiquemos, nuestras luces espirituales y nuestro lugar de morada será diferente. La bendición dada a los puros de corazón no significa simplemente ver la imagen de Dios, sino que también es recibir las respuestas a nuestra oración y tener un encuentro y experimentar a Dios en todos los aspectos de nuestra vida. Esto incluye recibir varios dones del Espíritu incluyendo hablar en otras lenguas registrado en 1 Corintios 12:9-11 y experimentar al Dios vivo. Se puede decir que todo esto es la bendición de ver a Dios aunque solo sean ciertas partes. Amados hermanos y hermanas en Cristo: les insto a comprender el amor de Dios profundamente, desechar las impurezas del corazón y alcanzar la santidad completa. Ruego en el nombre del Señor que al hacer esto puedan ser prosperados en todas las cosas, que reciban respuestas, bendiciones y disfruten de la gloria de ver el rostro de Dios en la Nueva Jerusalén.
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