Abrace el amor de Dios
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Septiembre 28, 2014 |
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“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16).
Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los aliados se abrieron camino a un campo de concentración alemán donde tenían a los judíos. Ellos buscaban sobrevivientes, no obstante, todas las personas allí habían muerto en la cámara de gas. Uno de los soldados que estaban explorando el campamento encontró algunos escritos en la esquina de una pared, y esto se convirtió en algo solemne.
“El amor de Dios es mucho más grande de lo que las palabras habladas o escritas podrían describir. Aunque los océanos fueran tinta y los cielos pergaminos, no podríamos escribir acerca de Su amor”. No sabemos quién lo escribió. Probablemente fue uno de los reclusos obligados a los trabajos forzosos y a padecer hambre. Mientras sus amigos morían y pasaban los días sin esperanza y con brutalidad, él no escribió ninguna queja o resentimiento, sino solo gratitud por el amor de Dios.
Nosotros también debemos abrazar el amor de Dios en nuestro corazón y profesar nuestro amor hacia Él con seguridad en cualquier momento y caso. Para lograr esto, ¿qué es lo que debemos hacer detalladamente?
1. Debemos recordar el amor de Dios al darnos a Su Hijo unigénito
En Juan 3:16 leemos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Dios el Creador, el Dios glorioso, amó tanto a este mundo. Tuvo misericordia con aquellas almas que estaban cayendo en los pecados y la iniquidad, y finalmente entregó a Su Hijo unigénito.
Los padres que han criado a sus hijos posiblemente han sentido ese tipo de dolor hasta cierto punto, pero ¿hay alguien que le permitirá a su hijo precioso ser condenado a muerte? Imagine a alguien que le diga que le dará su fortuna y honor o cualquier cosa que quiera si crucifica su propio hijo. ¿Podría usted hacer algo así? Si ama a su hijo, jamás estará dispuesto a hacerlo.
Ahora, supongamos que usted debe renunciar a su hijo en nombre de un convicto condenado a muerte quien cometió asesinatos, ¿qué le diría? La mayoría dirían: “¡Esto es un disparate!” Sin embargo, Dios hizo lo que parecía ser un disparate. Él dio a Su Hijo para que sea brutalmente ejecutado en lugar de nosotros quienes estábamos manchados de pecados tales como las enemistades, el odio, el adulterio, los celos, la envidia y las borracheras. En el momento de la crucifixión, el dolor que Dios tenía era tan grande que incluso el Hijo perdió Su fortaleza. Hubo un temblor y las rocas se partieron.
Soportando este dolor, Dios entregó a Su Hijo para darnos vidas a quienes éramos pecadores. Debido a este amor, ahora podemos llamar a Dios el Creador nuestro ‘Padre’. Jamás debemos olvidar este amor. Espero que pueda grabarlo en su corazón una y otra vez, y darle alabanzas de agradecimiento para siempre.
2. Debemos recordar el amor del Señor quien sacrificó Su vida por nosotros
Aunque Dios quiso salvar al mundo, no podríamos haber sido salvos a menos que el Señor hubiera obedecido a Dios. El glorioso Hijo de Dios el Creador abandonó toda la gloria celestial y vino a este mundo en un cuerpo humano insignificante. Este en realidad fue un gran sacrificio. Además, Sus criaturas le escupieron, se burlaron de Él, finalmente lo azotaron, le quitaron la ropa y lo crucificaron.
Si el Señor no hubiera amado a las almas que estaban manchadas de pecados, Él podría haberlas destruido en cualquier momento haciendo caer fuego del Cielo o con el ejército celestial. No obstante, Jesús no lo hizo. Él se convirtió en el sacrificio expiatorio, tomando todos los pecados del mundo porque conoce el corazón de Dios que ama las almas, y es por ello que Él estuvo dispuesto a cargar con todo el sufrimiento.
Jesús nos hizo ricos al vivir en pobreza. Fuimos liberados de las enfermedades a través de Sus llagas. Podemos recibir nuestra corona celestial debido a que Jesús llevó la corona de espinas. Fue clavado a través de Sus manos y pies y derramó Su sangre, por medio de la cual recibimos el perdón.
Le animo a que ponga en su corazón Su rostro cubierto de sangre y Sus ojos llenos de amor al ver las almas desde la cruz.
3. Debemos recordar el amor de Dios quien ha preparado un lugar para nosotros en el Cielo
Debemos estar muy agradecidos porque Él nos salvó del Infierno, y además, Dios está preparando un lugar glorioso en el Cielo para nosotros. Cuando creemos en el amor de Dios y el Señor y caminamos en la verdad, nuestro lugar de morada celestial será construido de acuerdo a nuestras obras.
Ahora, ¿qué es creer en este amor y caminar en la verdad? Es comer la carne y beber la sangre del Hijo del Hombre. Juan 6:54 dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
A menos que comamos la carne y bebamos la sangre del Hijo del Hombre, no tenemos vida o esperanza de resurrección. Espiritualmente, comer la carne del Hijo del Hombre es tomar la Palabra de Dios como nuestro alimento espiritual. No es solo confiar en la Palabra de la Biblia como conocimiento, sino renovar nuestro corazón con esa Palabra. Es decir, desechar la maldad de nuestro corazón y reemplazarla con bondad y amor. Para poder hacer esto, al mismo tiempo debemos tomar Su sangre.
Esto significa que cuando aprendemos la Palabra de Dios, debe estar acompañada con las obras de obediencia de la Palabra que hemos aprendido. En sentido figurado, cuando la gente come alimentos tiene que consumir líquido también. Nuestro cuerpo puede absorber los nutrientes y pasar los desechos del cuerpo solo cuando se suministra líquido.
De la misma manera, una vez que aprendemos la Palabra de Dios como la verdad, tenemos que tratar de poner en práctica lo que hemos aprendido. Solo de esta manera la Palabra de Dios que hemos aprendido en realidad se convierte en vida y la fortaleza en nosotros. Las falsedades que estaban en nuestro corazón desaparecerán y serán reemplazadas por la verdad.
En 1 Juan 1:7 podemos entender que tenemos vida en nosotros no solo cuando comemos la carne, sino también cuando tomamos la sangre del Hijo del Hombre. Las Escrituras dicen: “...pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado”. En este caso, ‘si andamos en la luz’ significa obedecer y practicar la Palabra de Dios.
Jesús nos perdona de nuestros pecados al derramar Su sangre preciosa. Sin embargo, para que podamos ser perdonados por medio de Su sangre, debemos caminar en la Luz. Cuando las personas no reciben la respuesta que están buscando, o si están siendo perseguidos por causa de su fe, se quejan diciendo: “Dios no me ama”. Espero que ninguno de ustedes diga tales palabras necias.
Dios sacrificó a Su Hijo unigénito para hacernos Sus hijos. Cuando Sus hijos, a quienes Él compró con el precio de la sangre de Su Hijo, caminan en la verdad, entonces Él responde a todo lo que le piden en el nombre del Señor. A medida que sus almas prosperan, Dios permite que todas las cosas marchen bien con ellos y permite que sean sanos. El Señor sacrificó Su vida comprendiendo el amor de Dios, y está construyendo una morada en el Cielo para nosotros. Cada día está deseando que llegue el día en que Él compartirá el amor eterno con Sus hijos verdaderos en el Cielo.
Amados hermanos y hermanas en Cristo: aquellos que realmente se dan cuenta del amor de Dios no ponen sus ojos en las cosas del mundo. Jesús fue crucificado por nuestros pecados. ¿Cómo podemos nuevamente cometer pecados? Si nosotros creemos en la gloria del Cielo, ¿cómo podemos anhelar las cosas del mundo y tener persistentes apegos al mundo?
Al recordar este inmenso amor de Dios, espero que cada uno de ustedes pueda amar a Dios con todo Su corazón, mente, alma y vida. Ruego en el nombre del Señor que, al hacer esto, ustedes puedan morar en el lugar más glorioso de la Nueva Jerusalén en el Cielo y compartir ese amor con Dios por la eternidad.
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