«No codiciarás la casa de tu prójimo»
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Marcha 08, 2015 |
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«No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo» (Éxodo 20:17).
Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
No hay límites para la codicia de las personas. Incluso si son personas adineradas, no están satisfechas con lo que tienen e intentan acumular aún más. Incluso después de obtener más, su sed por más riquezas no puede ser saciada. Solo al ir en busca de la vida eterna y llenar sus corazones con esperanza por el Cielo podrán tener verdadera satisfacción y gozo.
1. Debemos despojarnos de la codicia y la avaricia de las cosas de este mundo
Cuando las personas ven una casa espléndida o cosas preciosas, muchos exclaman: «¡Oh, qué hermoso!» Sin embargo, algunos pueden pensar más allá de ese nivel: Yo quiero esto, y por ende, a través de ese pensamiento de deseo, la codicia y avaricia vienen y se alojan en sus corazones. Acerca de esto Santiago 1:15 dice: «Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte».
Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida todos comparten la misma raíz de avaricia y codicia. Ellos aman las cosas lujuriosas en el mundo y las cosas que hay en él. Por causa de esta codicia las personas mienten, hurtan, cometen adulterio, estafan a los demás, roban, malversan el dinero, matan y cometen otros tipos de pecados.
En ocasiones esta codicia causa enemistades entre padres e hijos, esposos y esposas y hermanos. Debido a esta codicia las personas sienten celos de los demás que poseen más cosas que ellos mismos y son incapaces de regocijarse con la verdad. En 1 Timoteo 6:10 dice: «Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores».
Existen incluso algunos creyentes que cometen pecados debido a la codicia. Por ejemplo: en el momento de la conquista de Canaán, Acán robó y escondió un poco de oro y plata, y un manto del botín de la guerra. Debido a esto, todos los miembros de su familia e incluso su ganado, al igual que Acán, fueron destruidos.
Además, Ananías y Safira decidieron vender sus tierras y dárselas a Dios, pero tan pronto como tuvieron el dinero en sus manos su codicia se despertó. Por lo tanto, escondieron algo del dinero y llevaron el resto, pero le mintieron a Pedro que esa era toda la cantidad de dinero. Al final terminaron muriendo bajo la maldición de Dios.
2. Una persona cuya alma prospera no codicia
Aunque una persona pueda disfrutar de muchas cosas, e incluso obtener todo el mundo, ¿qué sentido tendría si ésta perdiera la vida? Por otra parte, aunque no disfrutemos de todo el esplendor de este mundo, si nosotros creemos en el Señor y tenemos vida verdadera, somos realmente personas ricas.
En Lucas 16 vemos la parábola de un hombre rico y un mendigo. El hombre rico llevó una vida de lujo todos los días, pero el mendigo llamado Lázaro pedía limosna en la casa del hombre rico y llevaba una vida lamentable. No obstante, Lázaro creyó y veneró a Dios, mientras que el hombre rico no lo hizo. Finalmente, ambos enfrentaron la muerte. El mendigo Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, pero el hombre rico fue al Sepulcro, donde sufrió por la eternidad.
Si verdaderamente tenemos fe, aunque no hayamos recibido bendiciones o incluso estemos en dificultades, no vamos a dejar de dar las gracias y sentir alegría por haber ganado la salvación. Además, si reverenciamos a Dios y vivimos en la Luz, recibiremos bendiciones financieras porque Jesús, que es el Señor de todas las cosas, nos redimió de toda la pobreza. Además, el Dios de amor responde la oración de Sus hijos con las mejores cosas cuando piden con fe.
En 3 Juan 1:2, leemos: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma». Tal como lo menciona, primeramente debemos recibir la bendición de la prosperidad del alma. Cuando nos despojamos del pecado y la maldad y nuestra alma prospera, todo nos irá bien y disfrutaremos de buena salud sobre la Tierra al igual que gloria eterna en el Cielo. Así es la ley del reino espiritual.
Supongamos que una persona cuya alma no ha prosperado recibe una gran cantidad de riqueza. Al ser así, es posible que la avaricia sea concebida en su vida y luego dé a luz al pecado. Quizás incluso se aparte de Dios por completo. Cuando esta persona atravesaba situaciones difíciles, confiaba en Dios y se esforzaba en su vida cristiana con un corazón genuino. No obstante, desde que comenzó a ser bendecida económicamente, dejó de orar diciendo que está muy ocupado, se distanció de Dios y nuevamente fue atraído al mundo.
Por el contrario, aquellos que sus almas prosperan no codician las cosas de este mundo. Incluso al recibir bendiciones y obtener riquezas y fama, no se complacen con las pasiones de este mundo. No se quejan cuando no obtienen nada de las cosas buenas de este mundo, sino al contrario, pueden dejar todas sus posesiones, e incluso sus vidas, por Dios.
Mientras trabajaba fielmente para el reino de Dios, el Apóstol Pablo sufrió de muchas persecuciones, hambre, frío y muchas otras dificultades. Sin embargo, en cada una de las circunstancias estaba satisfecho y dio gracias a Dios ya que estaba lleno del gozo de recibir la salvación y el amor de Dios (Filipenses 4:11-13).
3. Debemos desechar la codicia y la avaricia y orar por el Espíritu Santo
¿Acaso esto significa que no podemos recibir respuestas a nuestros deseos personales, o que tenemos que sufrir de pobreza hasta que nos sumerjamos a lo espiritual? Si buscamos la justicia diligentemente y pedimos por algo que necesitamos, Dios suplirá nuestras necesidades de acuerdo a la medida de nuestra fe. Sin embargo, si pedimos con avaricia, no seremos capaces de obtener la fe espiritual necesaria para recibir la respuesta, y por lo tanto, no podremos recibir la respuesta.
En Santiago 4:2-3 leemos: «Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites». Como mencioné anteriormente, si pedimos con codicia, Dios no nos lo podrá dar.
Por consiguiente, cuando pedimos algo, no debemos orar solo con pensamientos humanos sino de acuerdo a la voluntad de Dios y en el Espíritu Santo. Judas 1:20 nos dice que oremos en el Espíritu Santo, y Efesios 6:18 dice: «Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu...». Debido a que el Espíritu Santo conoce incluso lo profundo de Dios (1 Corintios 2:10), si oramos de acuerdo al deseo del Espíritu, esto agradará a Dios debido a que está en acuerdo con Su voluntad. Cuando oramos en el Espíritu, recibimos de manera pronta la respuesta a nuestras oraciones; de esta manera nuestra alma prosperará y recibiremos los deseos de nuestro corazón de manera rápida.
Lo más importante de orar en el Espíritu Santo es hacerlo de todo corazón. Debemos ofrecerle a Dios una oración ferviente y veraz en cada momento. En oración, debemos primero pedir fortaleza. Debemos pedir fortaleza en nuestra fe para vencer al mundo y ganar la batalla contra el enemigo diablo, así como la fuerza para sanar enfermedades. Además debemos pedir fortaleza para orar fervientemente, para vivir en la Palabra de Dios y para tener pensamientos espirituales.
Cuando oramos con todo nuestro corazón pidiendo fortaleza espiritual recibiremos gradualmente la plenitud del Espíritu Santo y con el tiempo seremos capaces de orar por muchas cosas de manera natural, e incluso el contenido de la oración que nunca antes habíamos pensado, fluirá como fuentes de agua. Si oramos de esta manera, aunque clamemos durante mucho tiempo no nos cansaremos, sino al contrario, obtendremos nuevas fuerzas. Pronto recibiremos la respuesta a nuestra oración y nuestro corazón se llenará con el Espíritu y con gozo.
Otro asunto importante de orar en el Espíritu Santo es armarnos con la Palabra de Dios. Solo cuando tenemos la Palabra de Dios en nosotros podremos recibir la exhortación del Espíritu con mayor claridad y de manera más específica. Si de esta manera nosotros acumulamos la oración ferviente cada día, la codicia y toda clase de pecados y maldad será desechada y obtendremos la fe para recibir las respuestas.
Es mi anhelo que ustedes puedan despojarse de toda avaricia por las cosas de este mundo, tengan esperanza por el Cielo y estén completamente agradecidos y gozosos. Además, ruego en el nombre del Señor que puedan orar fervientemente en el Espíritu Santo para que puedan ser rápidamente santificados y pedir por las cosas que son apropiadas en el corazón de Dios, para que de esta manera puedan recibir las respuestas en todas las cosas.
Amados hermanos y hermanas en Cristo: Dios nos ha dado los Diez Mandamientos, no para que sean una carga sobre nosotros sino para darnos bendiciones perfectas; tanto en lo espiritual como en lo natural. Espero que puedan darse cuenta del amor de Dios y recibir completamente todas las bendiciones que Dios nos ha prometido.
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