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«Porque Jehová os ha entregado la ciudad»

Noticias Manmin   No. 191
5208
Junio 28, 2015


«Y cuando los sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad» (Josué 6:16).



Pastor Principal Dr. Jaerock Lee






Los israelitas cruzaron el alto caudal del Jordán por tierra seca. La próxima puerta de entrada a la tierra prometida era la ciudad de Jericó, que era una fortaleza inexpugnable. Jericó estaba cerrada, bien cerrada debido a los israelitas y nadie podía salir o entrar. Jericó tenía una pared interior y una pared exterior. Este era tan sólido que incluso los carros recorrían sobre él y estaba muy protegido por soldados armados. Parecía ser más difícil conquistarla que cruzar el Jordán.

Entonces, echemos un vistazo a la fe con la que Josué y los israelitas fueron capaces de conquistar la ciudad.


1. Josué y los israelitas conquistaron Jericó solo por medio de la obediencia

En los siguientes versos de Josué 6:2, Dios les enseñó un método para conquistar la ciudad de Jericó. Él les dijo que marcharan alrededor de la ciudad una vez al día durante seis días y en el séptimo día siete veces. En la parte delantera estaban los siete sacerdotes con trompetas de cuernos de carnero, y después los hombres llevando el arca del Señor, a continuación de ellos, el pueblo de la nación de Israel. En el séptimo día, luego de marchar alrededor de la ciudad por siete veces, los sacerdotes soplaron las trompetas, el pueblo gritó y la ciudad de Jericó colapsó (Josué 6:5).

En este caso, el número siete, el cual aparece de manera repetida, es el número de la perfección. Con pensamientos humanos, la estrategia dada por Dios parecía absolutamente imposible e incomprensible. Sin embargo, la segunda generación del Éxodo pasó por el entrenamiento de la fe y no tuvieron dudas en lo absoluto. Simplemente ellos obedecieron. Ahora, las personas en la ciudad vieron algo muy extraño.

Los israelitas marcharon alrededor de la ciudad una vez y luego regresaron a su campamento. En el segundo día igual, los israelitas ni siquiera le arrojaron una sola piedra a ellos. Simplemente marcharon alrededor de la ciudad una vez y luego regresaron a su campamento. Continuaron haciendo esto durante seis días.

No obstante, en el séptimo día, sus acciones cambiaron. Comenzaron a marchar alrededor de la ciudad desde temprano en la mañana. Marcharon alrededor por siete veces. Entonces, luego de que los sacerdotes soplaran las trompetas, Josué dio la señal y las personas comenzaron a gritar. En ese instante, los dobles muros de la ciudad, los cuales parecían ser impenetrables, junto con muchos soldados, de repente comenzaron a colapsar.

Con los gritos de aquellos que eran aplastados por el derrumbe del muro, las personas y los soldados que se encontraban adentro, corrían de aquí para allá. El pueblo de Israel pudo conquistar esta ciudad con facilidad.

Es posible que en nuestra vida nos encontremos con problemas similares a los muros impenetrables de la ciudad de Jericó. Aquellos que posean gran fuerza de voluntad harán todo lo posible para resolver los problemas. Sin embargo, incluso aquellas personas son impotentes con los problemas que están más allá de la capacidad humana para resolver. Eventualmente, ellos caerán y colapsarán en desaliento.

Sin embargo, los hijos de Dios que tiene fe no tienen nada de qué preocuparse. Incluso ellos creen que las cosas que son imposibles para las personas son posibles mediante el poder de Dios. Ellos podrán discernir la voluntad de Dios y actuar con fe. Entonces, Dios solucionará todos los problemas, al igual cuando detuvo el Río Jordán y destruyó la ciudad de Jericó.

Salmos 20:7 dice: «Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria». Tal como está escrito: si nosotros confiamos en Dios y marcamos con fe, Dios peleará por nosotros y nos guiará.


2. Dios les dijo que ofrecieran la ciudad y todo lo que se encontraba en la misma a Él

Josué 6:17-18 dice: «Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos. Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis».

El pueblo de Israel no tomó personalmente ningún botín. Ellos quemaron algunas cosas y ofrecieron otras a Dios. Ellos incluso mataron a cada persona y a cada animal de Jericó. Hubo una razón por la cual hicieron eso.

Debido a que era algo que ellos obtuvieron por primera vez en la tierra prometida, se lo entregaron a Dios. Es como cuando entregamos el primer fruto de nuestros ingresos a Dios. Era necesario que ellos mataran a cada persona y a cada animal en la ciudad de Jericó para guardar la santidad de los israelitas.

Las personas en Canaán vivían en corrupción y en un estilo de vida pecaminoso. Hacían el papel de la ramera que adoraba ídolos. Si el pueblo de Israel los dejaba vivir y les permitía morar entre ellos, habría sido manchado con el pecado y, finalmente, habría caído en la muerte. Por esta razón Dios no tuvo otra opción más que permitir la muerte de todos los habitantes de Jericó.

En la Biblia aparecen algunas ciudades llenas de pecado donde las personas eran extremadamente corruptas y Dios no tenía otra opción más que juzgarlos. Entre la justicia de Dios, si el pecado de una persona llegaba hasta cierto límite, Él lo juzgaba y no había otra opción más que el juicio. Es debido a que si el pecado no es tratado, se esparce rápidamente como una enfermedad contagiosa. Sin embargo, Dios es amor (1 Juan 4:16), por ello no los juzgó inmediatamente, sino que los soportó por mucho tiempo y les siguió dando oportunidades para arrepentirse. Sin embargo, si ellos no se arrepentían, Dios no podía evitar que fueran destruidos.


3. Josué salvó a Rahab la ramera, su familia y todo lo que tenía

En Josué 6:22 leemos: «Mas Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allí a la mujer y a todo lo que fuere suyo, como lo jurasteis». Tal como menciona, Josué le perdonó la vida a Rahab, la ramera, quien tuvo bondad y reverencia por Dios, a su familia y todas sus pertenencias. Cuando Rahab escuchó acerca de las obras de Dios demostradas a través de Israel, ella creyó en Dios y escondió a los espías de Israel que se encontraban en peligro.

En Josué 2, los espías le prometieron que la salvarían junto a su familia cuando conquistaran Jericó; pero había una condición: ella debía atar en su ventana un cordel de hilo escarlata, el cual fue usado para que escaparan los espías, y ella y su familia debían quedarse dentro de la casa. Esta fue la condición para que ellos fueran protegidos en el caos de la guerra.

Esto nos dice espiritualmente el principio mediante el cual los hijos de Dios son protegidos de los desastres de este mundo. Actualmente los pecados prevalecen y hay muchos tipos de calamidades. Muchas personas sufren enfermedades y mueren en guerras, hambrunas, terremotos, tifones y huracanes, inundaciones y varias enfermedades. Sin embargo, aquellos que creen en el Señor son protegido por Dios para no enfrentar ningún desastre. Para ser protegidos debemos vivir en la palabra de Dios y no debemos salirnos de la Palabra al mundo para comprometernos con él.

1 Juan 3:24 nos recuerda: «Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado». Cuando guardamos los mandamientos, el Señor puede estar con nosotros y podemos ser protegidos en todo tiempo.

Hubo otro incidente asombroso referente a Jericó. Después de que Josué destruyó Jericó según el mandato de Dios, él juró que Jericó jamás sería reconstruida. «Entonces Josué les hizo un juramento en aquel tiempo, diciendo: Maldito sea delante del SEÑOR el hombre que se levante y reedifique esta ciudad de Jericó; con la pérdida de su primogénito echará su cimiento, y con la pérdida de su hijo menor colocará sus puertas» (Josué 6:26).

La palabra de Josué estaba tan garantizada por Dios que se cumplió en el tiempo del rey Acab, unos 500 años después (1 Reyes 16:34). La Palabra de Dios nunca cambia incluso con el paso del tiempo, y Él respalda la palabra de sus profetas.

Amados hermanos y hermanas en Cristo: espero que ustedes puedan darse cuenta así como la batalla le pertenece a Dios y que lo reconozcan y sean obedientes a Él en todo tiempo. Ruego en el nombre de nuestro Señor que al hacer esto puedan alcanzar las victorias en sus vidas.


 

 

 
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