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“Y aun han quebrantado mi pacto”

Noticias Manmin   No. 192
4523
Julio 12, 2015


«Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé…» (Josué 7:10-11).


Pastor Principal Dr. Jaerock Lee






Josué y los israelitas subieron a la ciudad de Hai luego de conquistar la ciudad de Jericó. Hai era una ciudad pequeña comparada con Jericó, por esta razón pensaron que podían ganar fácilmente, pero fueron derrotados. Ahora examinemos las razones por las cuales fueron derrotados en Hai y lo que debemos aprender de este incidente.


1. La derrota en Hai a causa del pecado de Acán

En la batalla de Hai, los israelitas sufrieron bajas sin realmente conquistar esta pequeña ciudad. Esto fue de gran impacto para Josué, quien rompió sus vestiduras y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas y clamó a Dios (Josué 7:6-9).

Entonces Dios le dijo a Josué la razón de la derrota de Israel. Dios les había dicho a los israelitas que le ofrecieran a Él todo lo que ganaran en la batalla en Jericó, la primera ciudad que conquistaron, pero de entre los hijos de Israel alguien desobedeció (Josué 7:10-12).

Dios quiso decirles que Él no estaría con Israel hasta que resolvieran este problema. En este caso, Dios no les dijo directamente quién era esa persona, pero les dijo que lo encontraran por un método de echar suertes. Josué transmitió ese mandato de Dios al pueblo y les pidió que se consagraran (Josué 7:13-15).

A la mañana siguiente cuando echaron suertes entre todas las tribus de Israel, la tribu de Judá fue elegida. Luego, de entre la tribu de Judá, la familia de los Zera fue escogida, y de ellos los varones de Zabdi. Finalmente, Acán fue elegido de entre los varones de Zabdi (Josué 7:16-18).

Como uno de los resultados del proceso de selección Dios había elegido con precisión este hombre, Acán, de la tribu de Judá, quien había cometido el pecado. Acán había tomado un hermoso manto, doscientos siclos de plata y un lingote de oro que pesaba cincuenta siclos y ocultó todo bajo tierra dentro de su tienda de campaña. A causa del pecado de desobediencia de esta sola persona, Dios abandonó a todo Israel.

Por medio de esto, debemos recordar que Dios no estuvo con la nación entera de Israel debido al pecado de una sola persona. En Eclesiastés 9:18, la última parte dice: «… pero un pecador destruye mucho bien». Debido a esto, no pudo sino apartar su rostro de ellos y el pueblo fue vencido en Hai.

Lo que Dios quería era santificación completa de todo Israel y además obediencia completa. Sin embargo, por el pecado de una persona se rompió la alianza con Dios, lo que tuvo consecuencias terribles.


2. La ciudad de Hai conquistada

En el siguiente versículo de Josué 7:24; Josué les dice que tomen a Acán con la plata, el manto y el lingote de oro que había tomado junto con su familia, animales y todas sus posesiones y lo lleven al valle de Acor. Todo Israel lo apedreó junto con todas sus cosas y luego los quemaron. Levantaron sobre él un gran montón de piedras. Solo después de que Israel resolvió el problema del pecado, Dios les dijo con detalle cómo atacar la ciudad de Hai.

La estrategia dada a Israel por Dios era esencialmente que ellos fingieran ser derrotados y retrocedieran al tiempo que participan en la lucha para que pudieran llevar la fuerza enemiga afuera de la ciudad de Hai. Luego, otros soldados israelitas que estaban escondidos en una emboscada cerca de la ciudad, iban a entrar por la ciudad, conquistarla y quemarla. Los soldados en dos grupos diferentes atacaron a los soldados de Hai y los destruyeron por completo (Josué 8:1-7).

Josué siguió la palabra de Dios. Con algunos soldados esperando en emboscada, Josué guio a otro grupo de soldados a unirse con él en el ataque, pero entonces pronto comenzó su retirada. Ya que el pueblo de Hai ya había ganado la victoria antes, fueron lo suficientemente descuidados para perseguir a los soldados israelitas en retirada dejando las puertas de la ciudad abiertas. En este momento, los israelitas que estaban emboscados se levantaron y fácilmente conquistaron la ciudad vacía. Ellos alcanzaron una gran victoria (Josué 8:10-29).


3. Las amargas lecciones aprendidas de las batallas para conquistar Hai

1) Debemos conocer la voluntad de Dios en todas las cosas

Ellos no deberían haber pensado: «Dos o tres mil soldados son suficientes porque es una ciudad pequeña» (Josué 7:2-4), sin embargo, deberían haber preguntado a Dios qué hacer.

Solo porque ellos conquistaron la ciudad impenetrable de Jericó, no deberían haber sido tan descuidados para tratar de conquistar la ciudad de Hai por medio de la fuerza humana. Hasta que ellos conquistaran todas las ciudades en Canaán, debían pedir el poder de Dios con humildad en el corazón y sus mentes.

Esencialmente, cuando planeamos algo y tratamos de lograrlo en el hogar, en los negocios y en nuestros lugares de trabajo, primero tenemos que escuchar la voz del Espíritu Santo y dejarnos guiar por Él a través de las oraciones fervientes para discernir la voluntad de Dios.

2) Tenemos que desechar los pecados y el mal por completo y ser santificados

La razón por la cual Israel perdió contra Hai la primera vez, fue porque Dios no estaba con ellos debido al pecado de Acán. Solo después de que eliminaron este pecado de Israel pudieron ganar mediante la ayuda de Dios.

En este caso, debemos darnos cuenta que solo cuando nos despojamos del pecado y la maldad podemos pedir con confianza delante de Dios. Si una persona comete pecado e intenta ocultarlo, o si alguien pretende ser santo, pero su corazón está lleno de maldad, nada se puede ocultar de Dios y Dios no va a estar con él.

En Juan 8:29, leemos: «Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada». Como está escrito, cuando sacamos el pecado y la maldad de nuestro corazón y vivimos mediante la Palabra de Dios, Él está con nosotros. Él permite que todas las cosas prosperen y nos muestra la evidencia de su presencia.


4. Proclamación en el monte Gerizim y en el monte Ebal

A partir de Josué 8:30 aprendemos que Josué no simplemente continuó la marcha en conquista del resto de la tierra de Canaán, pero al contrario, construyó un altar delante de Dios junto con su pueblo. Debido a que habían pasado por una derrota por el pecado de Acán, Josué debe haber sentido la necesidad, una vez más, de enseñar al pueblo la ley de Dios que se les había entregado por medio de Moisés.

En la mitad de la tierra de Canaán, había dos montes, Gerizim y Ebal. Josué edificó el altar, dividió la nación de Israel en dos, e hizo que un grupo se parase delante del monte Gerizim y el otro grupo delante del monte Ebal. Entonces los levitas comenzaron a proclamar la ley de Dios al pueblo en alta voz. Cuando las palabras de bendición fueron proclamadas, aquellas personas de las tribus que estaban paradas ante el monte Gerizim respondieron con un «Amén», y en las maldiciones, las personas de las tribus delante del monte Ebal respondieron: «Amén» (Deuteronomio 27:12-13).

Aquellos que asistieron a esta ceremonia solemne probablemente recordaron los mandamientos de Dios y no tuvieron deseos de quebrantarlos hasta su muerte, sobre todo porque habían experimentado con tanta claridad a través de la derrota en Hai qué tipo de bendiciones y maldiciones experimentarían en función de su obediencia o desobediencia a la Palabra de Dios.

Se les enseñó la Palabra de Dios muchas veces por medio de Moisés, y ahora Josué hablaría una vez más. Dios había hecho tan dramático este momento que el pueblo ahora guardaría la ley profundamente en sus corazones.

A pesar de que aprendieron la Ley de Dios una y otra vez, a veces se apartaban de Él y cometían pecados, en consecuencia sufrieron de hambre, guerras y la represión de otros países.

Una y otra vez se arrepentían y pedían a Dios en tiempos de dificultades, pero cuando tenían paz, ellos nuevamente quebrantaban la Ley de nuevo. Lo que Dios desea de sus hijos es que no sean forzados a creer solo para evitar sufrimientos o calamidades. Él anhela hijos verdaderos que entiendan su corazón, guarden sus mandamientos con gozo y agradecimiento por su amor, y se santifiquen para asemejarse a Dios.

Ruego en el nombre de nuestro Señor que puedan grabar la Palabra de Dios en sus corazones, obedecerla y llegar a ser sus hijos verdaderos.


 

 

 
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