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El Amor_ 9 Frutos del Espíritu Santo (2)
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Los 9 frutos del Espíritu Santo junto con las Bienaventuranzas del Cap. 5 de Mateo y el Amor Espiritual de 1 Corintios Cap. 13, son un claro indicador de su vida cristiana. ...
       
 
  
 

Fruto del amor

Noticias Manmin   No. 201
4736
Noviembre 22, 2015


Pastor Principal Dr. Jaerock Lee





«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley» (Gálatas 5:22-23).


Las Bienaventuranzas en el capítulo cinco de Mateo, el amor espiritual en el capítulo trece de 1 Corintios y los Nueve frutos del Espíritu Santo son el conjunto que forman una guía que nos ayuda a evaluar en dónde estamos en nuestra fe. Examinemos ahora los frutos del Espíritu Santo y estudiemos uno de ellos: el amor.


1. ¿Qué es el fruto del Espíritu Santo?

El fruto es el producto resultante de la siembra de una semilla, el brote y el florecimiento de la misma. De modo similar, el fruto del Espíritu Santo se refiere a los frutos producidos cuando el Espíritu Santo entra en el corazón.

Dios concede el don del Espíritu Santo al corazón de aquellos que aceptan al Señor. Cuando se recibe el Espíritu Santo, el espíritu muerto revive. El Espíritu Santo nos instruye acerca del pecado, la justicia y el juicio. Nos ayuda a abstenernos del pecado y la injusticia y a vivir en rectitud. Nos conduce a vivir una vida en Cristo con fe y a tener esperanza para ganarnos el reino de los cielos. Al obedecer la guía del Espíritu Santo en nuestra vida cristiana, nuestro espíritu comienza a crecer.

Sin embargo, no todos los que han recibido el Espíritu Santo producen Su fruto. Podemos producir los frutos del Espíritu Santo únicamente cuando seguimos Su guía. El Espíritu Santo es como un generador. Cuando el generador funciona, este produce electricidad. Por ende, si se conectan unos focos al generador, estos harán brillar su luz. Las tinieblas desaparecen porque hay luz. Del mismo modo, cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, las cosas de las tinieblas, que pertenecen a la carne, se alejarán. La luz entrará en nuestro corazón y produciremos los frutos del Espíritu Santo.

Sin embargo, debemos recordar que para que el foco brille no lo conectamos al generador únicamente. Debemos hacer funcionar el generador. Para que este generador funcione, debemos estar alertas y orar fervientemente. También debemos obedecer la guía del Espíritu Santo y practicar la verdad.

Por medio de este proceso seguiremos los deseos del Espíritu Santo. Cuando los seguimos de modo diligente, obtenemos la llenura del Espíritu Santo. Al estar llenos del Espíritu, nuestro corazón cambiará por medio de la verdad y, en la medida del cambio, produciremos los frutos del Espíritu Santo. No obstante, cuando tratamos de seguir los deseos del Espíritu Santo, hay otro tipo de deseo que nos perturba. Es el deseo de la carne. Este deseo intenta seguir las cosas opuestas en naturaleza a los deseos del Espíritu Santo. Nos conduce a ir tras los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Cuando seguimos los deseos de la carne, el Espíritu Santo gime en nuestro corazón, y por eso sufrimos de intranquilidad del corazón.

Por esta razón, Gálatas 5:16-17 dice: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis». Si seguimos los deseos de la carne, las consecuencias serán los pecados, el desenfreno y las obras de la carne. Si hacemos las obras de la carne, poco a poco nos apartaremos del camino de salvación (Gálatas 5:19-21). Podremos cosechar el fruto de la vida eterna solamente si seguimos al Espíritu Santo (Gálatas 6:8).


2. El amor, primer fruto del Espíritu Santo

La gente del mundo que no cree en Dios también usa mucho la palabra «amor». Sin embargo, el amor de la gente del mundo es un amor carnal que perece y cambia. Por otro lado, el amor de Dios es un amor espiritual que es veraz y que nunca cambia.

Cuando Dios creó a Adán, el amor que le dio a Adán fue un amor espiritual. No obstante, el espíritu de Adán murió porque desobedeció la Palabra de Dios. Él se corrompió; se dio a la carne. Desde ese momento el amor de la gente comenzó a tornarse en un amor carnal.

Ha pasado un largo tiempo de eso, y hoy es muy difícil encontrar amor espiritual verdadero. Hay muchas personas que hacen declaraciones de su amor. Pero su amor cambia con el paso del tiempo. Solo tienen amor carnal con el que buscan su propio beneficio y siguen su lujuria.

Este es el caso del amor entre un esposo y su esposa. Al principio dicen que se amarán mutuamente por siempre y que no pueden vivir el uno sin el otro. Al inicio tratan de hacer lo que el otro desea, pero si el cónyuge no cumple sus deseos, le causan dificultades. En la actualidad el divorcio es muy común. Pronto se casan con otra persona. Y una vez más vuelven a decir que aman verdaderamente a la nueva persona.

Lo mismo sucede con el amor entre padres e hijos. Sin embargo, a medida que el mundo se torna cada vez más malo, es raro encontrar padres que sacrifican sus vidas, incluso por sus propios hijos. Si algo no les es de beneficio, los padres y los hijos incluso caen en enemistad entre ellos.

Lo mismo ocurre con el amor entre hermanos o amigos. Cuando se cumplen las condiciones favorables, y cuando comparten las mismas opiniones, el amor se sostiene. Pero cuando cambian las condiciones, el amor también puede cambiar en cualquier momento. Esto significa que tenían solamente el deseo de recibir. Todo esto es amor carnal.

Entonces, ¿qué es el amor espiritual? En 1 Corintios 13 hallamos lo que es el amor verdadero. Este es el amor de verdad que Dios en realidad quiere que tengamos.

El amor que es uno de los frutos del Espíritu está a un nivel superior al amor espiritual descrito en 1 Corintios 13. Es el amor que comprende el amor sacrificial que tiene amor suficiente incluso para entregar nuestra vida. Con este amor uno puede dar la vida por Dios, por Su reino y Su justicia. El nivel más alto de amor es el amor con el que uno puede dar la vida incluso por sus enemigos que lo odian.


3. Con el fin de llevar el fruto del amor

Dios nos dio primero ese tipo de amor. Nuestro Señor también nos amó aun al punto de dar Su vida por nosotros cuando aún éramos pecadores. Si conocemos este amor, no solo como conocimiento sino que sinceramente reconocemos el tipo de amor que Dios nos dio, también podremos amar a Dios de verdad.

Si tenemos amor verdadero por Dios, nuestro amor y confianza en Él no cambiará, sin importar la situación. Lo mismo ocurre respecto a las demás almas. Podremos amar a las demás almas con amor verdadero solo si amamos verdaderamente a Dios (1 Juan 3:16).

No tendremos ningún deseo de buscar nuestro propio beneficio. No anhelaremos nada a cambio aunque demos todo lo que tenemos. Este tipo de amor verdadero se cultiva en uno en la medida en que desechamos la carne de nuestro ser.

En la Biblia podemos ver qué tipo de amor cultivaron los patriarcas. Moisés deseaba salvar al pueblo de Israel aunque eso implicara que su nombre fuera borrado del libro de la vida (Éxodo 32:32). En Romanos 9:3, el apóstol Pablo confesó: «Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne». Cuando estaban apedreando a Esteban, él oró diciendo: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hechos 7:60).

¿Cuánto de este tipo de amor ha nacido en su ser? ¿Cuánto ama a Dios, al Señor y a sus hermanos y hermanas en Cristo? En una ocasión, yo profesé ante ustedes: «Si puedo llevar mil almas a la salvación, estaría dispuesto a ir al Infierno en su lugar». Sé bien qué tipo de lugar es el Infierno, sin embargo, estaría dispuesto a ir ahí en lugar de las almas si de ese modo puedo evitar que caigan al Infierno.

Así como Jesús murió por mí, yo también puedo dar mi vida por aquellas personas. Yo no amo con palabras solamente. Doy mi vida y toda mi energía por ellos cada día para llevarlos a la salvación porque los amo más que a mi propia vida. Solo pienso en cómo puedo predicar el evangelio en más lugares; cómo hacer que más almas crean en Dios mediante la demostración de un poder mayor; cómo hacerles entender que el mundo es insignificante y ayudarles a ganarse una mejor morada en los lugares celestiales.

¿Cuánto del amor de Dios, quien dio a Su hijo unigénito, está grabado en su corazón? Si usted está lleno de ese amor, también amará a Dios. Así también, amará a las almas con un corazón verdadero.

Amados hermanos y hermanas en Cristo: les animo, como hijos de Dios, que desechen todo amor carnal que busca su propio beneficio, que anhela recibir una retribución y que cambia. Más bien cultiven el amor espiritual, que es verdadero y con el que uno puede dar de sí mismo de modo incondicional.

Ruego en el nombre del Señor que al hacer esto reciban el corazón del Señor y el amor perfecto, que entren en la Nueva Jerusalén y que compartan amor eterno con Dios por siempre.


 

 

 
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