Fruto de la paz
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Diciembre 27, 2015 |
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Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley» (Gálatas 5:22-23).
Si verdaderamente creemos en Dios y lo amamos, debemos mantener la paz con nuestro cónyuge, parientes, hijos, hermanos y prójimo en cualquier tipo de circunstancia. Ahora examinaremos cómo podemos producir este fruto de la paz que forma parte de los nueve frutos del Espíritu Santo.
1. Debemos tener paz con Dios
Lo más importante para mantener la paz con Dios es que no debe existir ningún muro de pecado. Cuando Adán comió del árbol de la ciencia del bien y del mal no pudo ver a Dios, por esta razón intentó esconderse de Él. Significa que la paz entre Adán y Dios fue quebrantada. Antes de pecar, experimentó una relación muy estrecha con Dios, pero después de pecar, tuvo miedo y se distanció de Dios.
Cuando actuamos con la verdad, podemos estar en paz con Dios y tener confianza delante de Él. Por supuesto, para tener una fe perfecta sin poseer ninguna barrera de pecado, debemos despojarnos de todo pecado y santificarnos. Pero a pesar de que aún no somos perfectos, podemos seguir manteniendo nuestra paz con Él a medida que practiquemos la verdad dentro de nuestra medida de fe. Cuando intentamos tener paz con Dios, primeramente debemos hacer lo perteneciente a la verdad y mantener la paz con Dios.
Por ejemplo, ¿qué sucedería si nos inclinamos ante ídolos o quebrantamos el día de reposo a fin de tener paz con los familiares no creyentes? Puede parecer que tengamos paz por un momento, pero en el espíritu, hemos quebrantado gravemente la paz con Dios mediante la creación de un muro de pecado ante Él. Finalmente, esto solo producirá pruebas y persecuciones, y no podremos tener paz verdadera con los miembros de la familia.
Para que tengamos verdadera paz con los hombres, primero tenemos que agradar a Dios (Proverbios 16:7). Por supuesto, la otra persona puede seguir infringiendo la paz con nosotros por su maldad a pesar de que hacemos todo lo posible dentro de la verdad. Pero incluso en este caso, si los tratamos solo con la verdad, Dios obra a nuestro favor.
2. Debemos tener paz con nosotros mismos
Para tener paz con nosotros mismos, debemos despojarnos de la maldad y santificarnos. Si aún tenemos maldad en nosotros, esa maldad será agitada de acuerdo a las situaciones. Si el odio, la ira, la envidia, la codicia y tales cosas vienen de nuestro corazón, es algo muy incómodo. Además, si el corazón de la verdad y el corazón de la falsedad pelean entre sí, sentiremos aún más aflicción. No obstante, si poseemos una determinación firme y oramos fervientemente para elegir de manera constante la verdad, finalmente tendremos paz en el corazón.
Pero algunas personas dicen que buscan la paz con Dios actuando en la verdad, pero no tienen paz en sus propios corazones. Es debido a su arrogancia o criterios erróneos en la personalidad que realizan con la verdad. Al igual que Job, antes de atravesar por las pruebas, las personas oran arduamente e intentan vivir de acuerdo a la Palabra de Dios, pero no lo hacen debido a su amor a Dios.
Al contrario, lo hacen con un corazón nervioso por el temor de la posible sanción que pueda venir si no practican la verdad. Por lo tanto, en algún momento si no actúan en la verdad, se deprimen pensando que pueden recibir castigo. Así, a pesar de que con diligencia actúan en la verdad, se sienten agobiados y su fe no crece. Pueden disfrutar verdadera paz en la medida que se dan cuenta del amor de Dios.
Además, hay algunas personas que no tienen paz consigo mismas debido a los criterios pesimistas de sus pensamientos. Tratan de actuar con diligencia en la verdad, pero si no consiguen los resultados satisfactorios que esperan, se culpan a sí mismos y sufren en el corazón. Algunas personas deben llegar a convertirse en niños espirituales.
Es posible que tengan que recibir castigo de acuerdo a la justicia o que temporalmente se pueden mantener en baja estima. Sin embargo, cuando una persona está segura del amor de Dios, entonces el castigo puede ser recibido con alegría y hay un sentido de certeza en la creencia de que Dios nos ama y nos hace perfectos y aunque todavía no somos perfectos, estamos tratando de cambiar.
Además poseemos la confianza en Dios que nos levantará cuando nos humillemos delante de Él. No debemos estar nerviosos deseando ser reconocidos por otros, sino que tenemos que seguir almacenando las obras de la verdad con el corazón y con hechos veraces. De esta manera, podemos tener paz con nosotros mismos y confianza espiritual.
3. Debemos tener paz con todos
Sobre todo, para tener paz con todos debemos estar dispuestos a sacrificarnos a nosotros mismos. Para tener paz, no debemos actuar inapropiadamente o tratar de hacer alarde y presumir de nosotros mismos, sino que debemos humillarnos de corazón y levantar a los demás. No debemos ser indecisos; al mismo tiempo, cuando se trata de escoger una opción, debemos tomar una decisión de acuerdo a la verdad. No debemos pensar en la medida de nuestra propia fe, sino desde el punto de vista de los demás.
A pesar que nuestra opinión es la correcta o la mejor, debemos seguir la opinión de los demás, a menos que sea falsa. Para alcanzar esta paz, debemos sacrificarnos por los demás, incluso al punto de entregar nuestra propia vida.
A continuación, para tener paz con todos, no debemos insistir en nuestra propia justicia y criterios. Cada persona posee personalidades diferentes. Cada uno ha recibido educación y una medida de fe diferentes; por lo tanto, cada persona tiene un nivel distinto de juzgar correcta o incorrectamente, y lo que es bueno o malo. Si una pareja insiste en su propia opinión en algo como la limpieza, no pueden tener paz. La paz solo puede establecerse cuando consideran el punto de vista del otro y se sirven entre ellos, y no cuando piensan solo con su propio punto de vista.
Los que tienen paz con Dios y con ellos mismos no quebrantarán la paz con los demás. Porque ya deben haber desechado su avaricia, arrogancia, orgullo, soberbia y sus propios criterios para no pelear con nadie. Aun cuando los demás son malos y causan problemas, estas personas se sacrifican a sí mismas para finalmente hacer las paces.
Sin embargo, durante el proceso de alcanzar la paz podemos reconocer algunas cosas. A veces usted hace cosas que le dan razones para quebrantar la paz pero no se da cuenta. Debido a palabras o un acto desconsiderado, es posible que, sin saberlo, hiera los sentimientos de otras personas. Otra de las cosas que debemos considerar para alcanzar la paz es que la paz verdadera debe llevarse a cabo dentro del corazón.
Por ejemplo, si la otra persona no le sirve o no le reconoce, se siente resentido, pero puede ser que no lo exprese exteriormente. De alguna manera puede mostrar su sentido de estar sufriendo persecución, y por eso mantiene su boca cerrada por temor a que pueda tener peleas si es que discute. Deja de hablar con esa persona mirándola con desprecio y pensando: «Es una persona mala y tan insistente que no puedo hablar con ella».
De esta manera, usted no quebranta la paz en lo externo, pero tampoco tiene buenos sentimientos hacia esa persona. Usted no está de acuerdo con sus opiniones, e incluso puede sentir que no quiere estar cerca de ese individuo. Puede ser que incluso se queje de él por hablar con otros acerca de sus defectos. Por supuesto, es mejor no quebrantar la paz de esta manera que romperla directamente.
Sin embargo, para poder poseer paz verdadera, usted debe servir a los demás con el corazón. No debería suprimir tales sentimientos y todavía querer ser servido, sino que debería tener la buena voluntad de servir y buscar el beneficio de las demás personas. Solo así el Espíritu Santo puede obrar. Y serán tocados en el corazón y cambiarán.
Los que tienen paz con Dios, con ellos mismos y con el resto, tienen la autoridad para apartar las tinieblas. Tal como está escrito en Mateo 5:9: «Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios», ellos tienen la autoridad de un hijo de Dios; la autoridad de la Luz.
Por ejemplo, si usted es un líder en la iglesia, puede ayudar a los creyentes a alcanzar el fruto de la paz. Es decir, puede darles la Palabra de verdad que tiene autoridad y poder, por lo que pueden apartarse de los pecados y quebrantar su arrogancia y sus propios criterios. Cuando se crean las sinagogas de Satanás, eso aparta a las personas entre sí, y pueden ser destruidas con el poder de sus palabras. De esta manera, puede hacer que la paz sea hecha entre personas diferentes.
Amados hermanos y hermanas en Cristo: Jesús se sacrificó a Sí mismo y murió como un grano de trigo y produjo un sinnúmero de frutos (Juan 12:24). Cualquiera puede guiar una gran cantidad de almas hacia Dios si se asemejan a Jesús y se sacrifican y sirven al punto de morir como Él lo hizo.
Ruego en el nombre de nuestro Señor que usted, como hijo de Dios que ha recibido el Espíritu Santo, pueda producir el fruto perfecto de la paz, disfrutar autoridad espiritual sobre la Tierra y convertirse en una persona preciosas en el Cielo.
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