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El fruto del dominio propio

Noticias Manmin   No. 209
3980
Marcha 27, 2016


Pastor Principal Dr. Jaerock Lee





«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley» (Gálatas 5:22-23 LBLA).




Podemos ver en este mundo que los que no tienen dominio propio hacen compleja su vida y causan dificultades para sí mismos. Además, a pesar de que saben que tienen que administrar y cuidar de sus familias, los que son adictos a los juegos de azar o a otras formas de placer arruinan sus familias porque no pueden controlarse a sí mismos.

El fruto del dominio propio es uno de los frutos del Espíritu Santo que deben producir los hijos de Dios, y es de suma importancia para todo el que quiera tener una vida exitosa.


1. Importancia del dominio propio

El dominio propio es la restricción ejercida sobre nuestros propios impulsos, emociones y deseos. Controla todas las cosas para que todo se dé con estabilidad y firmeza.

Una persona con dominio propio débil tendrá dificultades para ejercer la restricción. Es por eso que para aquella persona no es fácil llevar una vida de creyente. Cuando escuchamos la Palabra de Dios y recibimos de Su gracia, tomamos la decisión de cambiarnos a nosotros mismos, pero aún podemos ser tentados por el mundo nuevamente.

Podemos ver esto en las palabras que salen de nuestra boca. Muchas personas oran para que sus labios sean santos y perfectos. Sin embargo, en sus vidas se olvidan lo que oran y simplemente dicen lo que desean, siguiendo sus viejos hábitos.

Algunos son rápidos para quejarse o resentirse si tienen dificultades o ven algo que les es difícil entender. Además, a algunos les gusta hablar tanto que no pueden detenerse una vez que empiezan a hacerlo. No tienen el discernimiento entre las palabras que deben o no deben decir, por ello cometen muchos errores.

No obstante, el fruto del dominio propio, como uno de los frutos del Espíritu Santo, no simplemente se refiere a controlar nuestras vidas de cometer pecados. El dominio propio como uno de los frutos del Espíritu Santo controla los demás frutos para perfeccionarlos.

Cuando otros frutos del Espíritu Santo surgen en su corazón y se muestran externamente, el fruto del dominio propio se convierte en un centro de arbitraje que produce armonía y orden. Incluso cuando tomamos algo bueno en el Señor, tomar todo lo que se pueda no es siempre lo mejor. Se dice que algo en exceso es peor que algo deficiente. También en el espíritu, debemos hacer todo con moderación tras los deseos del Espíritu Santo.

Por ejemplo: a pesar de que tengamos el fruto del gozo, no podemos simplemente expresar nuestra alegría en cualquier lugar o en cualquier momento. A pesar de que el gozo de recibir la salvación es tan grande, tenemos que controlarlo de acuerdo a las situaciones. Es importante tener dominio propio cuando somos fieles a Dios. Especialmente, si usted tiene muchas responsabilidades, tiene que asignar su tiempo adecuadamente para que pueda estar donde tiene que estar en el momento apropiado.

Es lo mismo con todos los demás frutos del Espíritu Santo, incluyendo el amor, la misericordia, la bondad, etc. Cuando los frutos que nacen en el corazón se muestran en los hechos, tenemos que seguir la guía y la voz del Espíritu Santo para que estos sean los más apropiados. Podemos priorizar el trabajo que debe ser hecho primero y lo que se puede hacer más tarde. Podemos determinar si debemos ir hacia adelante o si debemos dar un paso atrás. Podemos tener este tipo de discernimiento a través del fruto del dominio propio.


2. Si producimos el fruto del dominio propio…

Primero, seguiremos el orden o la jerarquía en todas las cosas.

Entenderemos nuestra posición en ese orden. Comprenderemos que no debemos actuar cuando no debemos hacerlo. También sabremos qué hablar, qué palabras decir y en qué momentos no hacerlo. Tampoco discutiremos con los demás ni tendremos mal entendidos. No haremos nada que no sea adecuado o cosas que van más allá de los límites de nuestra posición. No obstante, si no tenemos dominio propio, quebrantaremos el orden y excederemos los límites de autoridad de nuestra posición.

Por ejemplo: supongamos que el presidente de una empresa pide al administrador que haga algo en particular. Este administrador es alguien muy apasionado, y siente que tiene una mejor idea, por ello cambia algunas cosas a su discreción y realiza el trabajo de acuerdo a los cambios. Entonces, a pesar de que trabaja de manera apasionada, no guardó el orden al cambiar las cosas debido a la falta de dominio propio.

Segundo, podremos considerar los contenidos, los tiempos y la ubicación.

Por ejemplo: clamar en oración es algo bueno, pero si lo hace en cualquier lugar puede deshonrar a Dios. Asimismo, al predicar el evangelio o visitar a los miembros para darles dirección espiritual, debe tener discernimiento de las palabras que hablará. Aunque usted haya recibido la gracia del contenido de cierto mensaje espiritual, no debe difundirlo a cualquiera.

Si usted transmite algo que no se ajusta a la medida de la fe del oyente, puede provocar que aquella persona tropiece o emita juicios y condenación. En algunos casos la otra persona puede estar ocupada mientras usted comparte su testimonio. Aunque es posible que le escuche, es probable que usted interrumpa sus actividades y su mente estará divagando.

Aunque el contenido sea bueno, será difícil alcanzar a esa persona sin el debido dominio propio ante esta situación.

Tercero, podrá lidiar con esa situación teniendo el discernimiento adecuado, siendo paciente y calmado.

Aquellos que no tienen dominio propio son impacientes y carecen de consideración por los demás. Dado que se apresuran, tienen menos poder para discernir adecuadamente y pierden algunas cosas importantes. Es por eso que no debemos interrumpir de modo impaciente mientras alguien más está hablando. Debemos escuchar cuidadosamente hasta el final para evitar conclusiones apresuradas. Asimismo, de este modo podremos comprender la intención de la persona y sabremos tratarla adecuadamente.

Aquellos que poseen dominio propio no podrán ser sacudidos fácilmente por las palabras de otras personas. Pueden escuchar con calma a los demás y pueden discernir la verdad por las obras del Espíritu Santo. Si ellos disciernen con dominio propio antes de responder, pueden reducir muchos errores que pueden ser causados debido a las malas decisiones. En esa medida, tendrán la autoridad y el peso de sus palabras, por lo que sus palabras pueden tener un impacto más fuerte en los demás.


 

 

 
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