La providencia de Jesús al ser azotado y al derramar toda Su sangre
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Octubre 09, 2016 |
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Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
«Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados» (1 Pedro 2:24).
Jesús vino al mundo en la carne y tomó todo tipo de sufrimientos en la Tierra. Finalmente abrió el camino a la salvación de la humanidad al mostrar Su amor en la cruz. Hoy quiero profundizar en la providencia de Jesús al ser azotado y al derramar Su sangre.
1. Jesús fue azotado y derramó Su sangre
Antes de la crucifixión, Jesús fue azotado en todo Su cuerpo. Fue herido gravemente a un punto que fueron expuestos Sus huesos por debajo de Su piel.
Cuando un soldado bien instruido del ejército romano empuñó un látigo conocido como «azote», este se envolvió y dio una vuelta en el cuerpo de Jesús y le desgarró la carne. Al extremo del azote habían objetos de metal afilados en forma de gancho que perforaron su carne, y cuando el soldado azotaba el látigo a distancia, estos objetos metálicos afilados arrancaban trozos de la carne con ellos.
¿Por qué Jesús tuvo que ser sometido a un sufrimiento tan duro y al derramamiento de Su sangre por tales flagelaciones? En la última parte de Isaías 53:5, leemos: «… y por su llaga fuimos nosotros curados». Jesús fue flagelado y derramó Su sangre para que nosotros seamos sanos de varias enfermedades.
Jesús le dijo a un paralítico en Mateo 9:2: «… ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados». Vemos que Él se hizo cargo del problema del pecado antes de sanar al paralítico. En Juan 5:14 Jesús también le dijo: «Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor». Esto nos recuerda que, aunque es posible que nos hayamos arrepentido y recibido el perdón de nuestros pecados por parte de Dios, si volvemos a la vida pecaminosa, podemos enfermarnos con una enfermedad que es mucho peor a la de antes.
La raíz de la enfermedad es el pecado y para la expiación de la enfermedad se requiere el derramamiento de sangre (Hebreos 9:22). Jesús nos ha liberado de todos los tipos de enfermedades al ser azotado y derramar Su sangre.
2. Debemos creer que Jesús fue flagelado por nosotros y declarar que en realidad lo creemos
En 1 Pedro 2:24 leemos: « …y por cuya herida fuisteis sanados». Por lo tanto, cualquier persona que cree que Jesús nos ha redimido de nuestras enfermedades por ser flagelado y por derramar Su sangre, ya no necesita ser atormentado por las dolencias o las enfermedades (Mateo 8:17).
Algunas personas dicen: «A veces peco porque soy débil. Es difícil para un hombre vivir completamente por la Palabra de Dios». No obstante, Proverbios 18:21 nos dice: «La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos». Cuando usted confiesa, cualquiera sea su situación o condición: «Soy fuerte y estoy lleno del Espíritu por la gracia de Dios», de acuerdo a su confesión de fe, recibirá la gracia y la fortaleza de Dios; podrá superar la fatiga fácilmente y transformar lo ‘imposible’ en ‘posible’.
Al recibir la oración por sanidad, en vez de confesar: «Yo creo, seré sanado mediante la oración», si usted confiesa: «Creo que ya he sido sanado», Dios obrará de acuerdo a su confesión de fe. Ahora, es posible que alguien pregunte: «¿Cómo puedo decir que he sido sanado cuando aún siento dolor? ¿Acaso no estaré mintiendo?» Si poseen conocimiento de la fe espiritual, podrán con facilidad entenderlo.
Tal como podemos leer en Hebreos 11:1: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve», la fe no está en la confesión de algo que podemos ser testigos, es la materialización y convicción de cosas que todavía no hemos visto al tener esperanza de ello mediante la fe. Confesar con sus labios: «Yo creo», cuando en realidad no lo cree de corazón, no traerá la materialización de las cosas de las cuales espera. Solo cuando confiesa con fe mediante la cual puede creer, las cosas por las cuales espera se podrán realizar.
Si creen de corazón y confiesan con sus labios: «Por el poder de Dios, enfermedad y dolor dejen ahora mi cuerpo», nuestro Señor hará Su obra en acuerdo con la fe de ustedes. Si por alguna razón no pueden creer o confesarlo, la enfermedad no los dejará porque aún piensan: «Todavía siento dolor. Aún no he sido sanado». Sin fe ustedes solo sentirán dolor y sufrimiento. Por medio de estos pensamientos negativos, no podrán experimentar la obra de Dios.
3. Algunos dicen «yo creo» pero aún no son capaces de recibir la sanidad
Si las personas siguen sufriendo de enfermedades, aunque digan que creen que Jesús fue flagelado y por medio de la flagelación los redimió de sus enfermedades, es porque no han vivido por la justicia de Dios.
En Éxodo 15:26 leemos: «Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador».
En términos espirituales, ‘los egipcios’, se refiere al mundo en donde vivimos y ‘las diez plagas’ que afectaron a Egipto se refiere a todas las enfermedades que existen en este mundo. Si nosotros guardamos y vivimos mediante los mandamientos de Dios, no seremos objeto de ningún tipo de enfermedad. Incluso si caemos enfermos, una vez que nos arrepentimos y nos apartamos de los malos caminos, Dios nos sanará.
No obstante, usted debe ser alguien justo, no a su propia vista, sino a los ojos de Dios. La justicia humana difiere entre las personas ya que las circunstancias que enfrentamos y los valores que las personas han visto, oído y aprendido en el transcurso de su desarrollo son diferentes. Una persona puede considerar que su comportamiento es «justo» pero otra persona puede sentir que es «injusto».
Las cosas son verdaderamente justas solo cuando Dios las considera «justas», y el único criterio es la Palabra de Dios que es la verdad misma. Por ejemplo, cuando el hijo llega a la casa llorando luego de haber sido golpeado por otro niño, los padres se molestan y tratan de hablar con los padres del otro niño. Sin embargo, la justicia de Dios, nos dice: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra»; «busca la paz», y «ama a tus enemigos». Es posible que crea que sustancialmente está perdiendo al seguir la justicia de Dios, pero al final Dios lo reconocerá y levantará su vida.
Alguien puede preguntarse: «¿Cómo puedo seguir los mandamientos de Dios?» Pero vivir y guardar los mandamientos de Dios no es una tarea difícil. Si usted cree y vive su vida siempre teniendo presente que «el Espíritu Santo me ayuda y debido a que Dios me ha dado gracia y fortaleza, puedo hacerlo sin problema», entonces se vuelve algo fácil de hacer. No es una tarea difícil si usted ama a Dios y pone su mirada en la gloria del cielo y sus recompensas, y guarda los mandamientos de Dios.
Si de repente piensa: «¡Tengo tantos pecados de los cuales despojarme; me tomará años hacerlo!» Intente hacer una lista de los pecados que le cuesta desechar. Lo mismo sucede el momento que las raíces más grandes son arrancadas, las más pequeñas salen con facilidad. Cuando las personas salen de las tinieblas y entran a la Luz, los muros de pecado que se levantan en su camino hacia Dios serán destruidos. La fe por medio de la cual ellos pueden creer descenderá a sus vidas y podrán experimentar las obras de Dios.
Amados hermanos en Cristo: al ser flagelado y derramar Su sangre, Jesús nos redimió de todas las enfermedades y dolencias. Al tener un encuentro con Dios el sanador, es mi anhelo que pueda ser sano por completo de todas sus enfermedades y guardar los mandamientos de Dios de manera diligente.
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