La providencia de Jesús al llevar la corona de espinas
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Octubre 23, 2016 |
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Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
«Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, (esto es, al Pretorio), y convocaron a toda la compañía. Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas» (Marcos 15:16-17).
Toda la humanidad se volvió pecadora. Jesús vino a la Tierra y padeció muchos sufrimientos para redimirlos de sus pecados. Si sabemos en gran detalle lo que Él hizo por nosotros, podemos percatarnos aún más de la profundidad del amor de Dios y vivir con entusiasmo la vida cristiana. Ahora examinemos a fondo la providencia de Jesús al llevar la corona de espinas.
1. La razón por la que Jesús llevó una corona de espinas y derramó Su sangre
Como el Hijo de Dios solo tiene sentido que Jesús traiga una corona de honor y gloria. Sin embargo, en medio de Su sufrimiento Jesús llevó una corona de espinas muy punzantes. A medida que aquellas largas y gruesas espinas penetraban en la cabeza de Jesús, el dolor en el cuero cabelludo al ser rasgado se unía a las gotas de Su sangre que empapaban Su rostro. ¿Por qué Jesús llevó una corona de espinas y derramó Su sangre? Esto fue hecho para el perdón de los pecados que el hombre había cometido por sus pensamientos.
Dentro del cerebro del hombre hay un dispositivo de memoria que almacena y aplica el conocimiento. Toda la información que un individuo ha visto, escuchado y aprendido desde su nacimiento se almacena con cierto grado de sentimiento, y eso es lo que se llama «conocimiento». Las circunstancias y el medio en los que una persona crece y es educada difieren de una persona a otra. Incluso si dos individuos son educados por una misma persona en el mismo medio, el tipo de sentimiento con el que cada persona aceptó la información es diferente y es por esa razón que tendrán distintos sistemas de valores y normas por las cuales distinguen el bien del mal.
Los «pensamientos» son la reproducción del conocimiento sobre una base de necesidades. Debido a que el conocimiento que cada individuo posee es diferente, las personas piensan de forma diferente aunque sean testigos de los mismos sucesos. Esa diferencia es la razón por la cual la cultura del país en el que usted ha crecido puede ser objeto de crítica en otro. Es decir, lo que usted puede haber aprendido como culturalmente inapropiado en su tierra natal puede considerarse apropiado en otro lugar. Además, debido a que la mayoría de los pensamientos de las personas de este mundo son gobernados por Satanás, los mismos entran frecuentemente en conflicto con la verdad.
Por ejemplo, cuando alguien recibe un elogio, Satanás gobierna la mentira y hace que las personas sientan insatisfacción o desconcierto. Si las personas solamente tuvieran el conocimiento de lo que es verdadero, Satanás no podría controlar sus pensamientos; ellos siempre podrían regocijarse en la verdad. De ahí que debemos escuchar con diligencia la Palabra y hacer de ella nuestro alimento. Podemos transformarnos por medio de la alabanza a Dios en espíritu y en verdad, y al aceptar la Palabra solamente con «Sí» y con «Amén».
2. Cómo desechar los pecados cometidos por medio de los pensamientos y tener en su lugar pensamientos espirituales
Al escuchar la Palabra de Dios, algunas personas dicen «Amén» si el mensaje está a tono con sus pensamientos. No obstante, si el mensaje no se corresponde con su conocimiento o su experiencia, entonces puede que no puedan aceptarlo con facilidad.
En la Biblia encontramos una escena en la que Jesús le habla a Sus discípulos acerca de la providencia por la que Él padeciera la cruz, y Pedro responde: «Señor, ten compasión de ti; ¡en ninguna manera esto te acontezca!». Esto puede haber sonado como un comentario prudente de un seguidor que era movido por el amor hacia su maestro: pero las palabras de Pedro eran el resultado de que su mente estaba en la carne que trataba de evitar que se cumpliera la voluntad de Dios. Por esa razón, Jesús le reprendió y dijo: «¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mateo 16:23).
Como está escrito, los pensamientos que son contrarios a la voluntad de Dios son pensamientos carnales. Para la gente carnal, la mente puesta en las cosas de la carne puede sonar sabia y buena, pero es hostil hacia Dios y no tiene nada que ver con Él. Romanos 8:7 dice: «Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden». O sea que debemos despojarnos de todos los pensamientos carnales y de cualquier conocimiento o información que hayamos considerado correctos, si entran en conflicto con la voluntad de Dios (2 Corintios 10:5).
Desde que conocí a Dios, nunca he dudado de Su Palabra mezclándola con pensamientos carnales. Pude creer sin duda alguna que Dios es todopoderoso porque experimenté Su poder que me sanó de una vez de todas mis enfermedades. Con esa fe, confié en Dios solamente en oración en medio de cualquier tipo de situación, y Él hizo obras prodigiosas a medida que creía en Él. Cuando confiamos en Dios sin pensamientos carnales, Él sin duda alguna obrará a nuestro favor.
Para desechar todo pecado que cometemos con nuestro pensamiento, debemos primeramente santificar nuestros corazones. En 1 Juan 2:16 se nos advierte: «Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo».
Cuando el corazón está lleno de maldad y de rasgos que se parecen a las cosas de este mundo, es natural que las personas alberguen pensamientos carnales. Cuando hay «los deseos de la carne», los apetitos carnales y deseos que son contrarios a la voluntad de Dios lucen agradables a los ojos. Entonces las personas por naturaleza van en pos de tales apetitos y cuando los deseos del hombre pecador se intensifican, se sienten más forzados a hacer las obras de la carne (Gálatas 5:19-21). «Los deseos de los ojos» es un atributo que agita el corazón por medio de lo que la persona ve, oye y experimenta a través de los sentidos y que hacen que busque aún más las cosas de la carne. Es debido a «los deseos de los ojos» que las personas se vuelven mundanas y andan más y más en busca de cosas lujuriosas.
«La vanagloria de la vida» es un atributo que procura jactarse de sí mismo de acuerdo a todos los placeres que tiene en este mundo. Esa «vanagloria de la vida» lleva a las personas a exaltarse y a ser ostentosos, en busca de reconocimiento, y a apoderarse de la fama y la autoridad. Una vez que usted haya desechado los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, podrá abrigar pensamientos espirituales con los que Dios se complace.
3. Dios prepara hermosas coronas para nosotros en el cielo
Debido a que Jesús llevó una corona de espinas en nuestro lugar, somos perdonados de los pecados que cometimos en nuestros pensamientos y podremos llevar hermosas coronas cuando entremos en el cielo. Hay cierta variedad de coronas preparadas para nosotros. El tipo de corona que cada uno de nosotros recibirá estará condicionada por el tipo de vida que llevamos.
Por ejemplo, hay coronas «incorruptibles» para los que han luchado para quitar el pecado de sus vidas después de aceptar al Señor y escuchar la verdad (1 Corintios 9:25); «coronas de gloria» para los que han desechado sus pecados, han vivido por la Palabra de Dios y han dado la gloria a Él (1 Pedro 5:4); y «coronas de vida» para los que han amado a Dios hasta grado sumo, han sido fieles a Dios hasta la muerte, y se han santificado echando fuera cualquier forma de maldad (Santiago 1:12; Apocalipsis 2:10). También está «la corona de justicia» para aquellos que se han santificado completamente y han cumplido los mandatos dados por Dios teniendo el tipo de fe que es agradable ante los ojos de Dios (2 Timoteo 4:8).
Apocalipsis 4:4 menciona a los «ancianos» que tenían «coronas de oro» en sus cabezas. Aquí los «ancianos» se refiere a las personas que tienen una fe inquebrantable, como el oro, que Dios reconoce, los que se han santificado y han sido fieles en todos los aspectos. Según el grado al cual ellos fueron santificados y de cuán fieles hayan sido, Dios les recompensará con diferentes coronas.
Hermanos en Cristo, al llevar la corona de espinas, Jesús no solamente nos redimió de los pecados que cometemos en nuestros pensamientos, sino también nos permitió que llevemos hermosas coronas en el Cielo. Ruego en el nombre de nuestro Señor que ustedes destruyan los pensamientos carnales que son hostiles hacia Dios y le obedezcan con pensamientos espirituales y disfruten Su gloria que resplandece como el sol en el cielo.
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