Las últimas siete palabras de Jesús en la cruz (4)
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Febrero 12, 2017 |
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Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
«Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró» (Lucas 23:46).
Jesús pronunció un par de palabras justo antes de morir en la cruz; estas se conocen como «Las últimas siete palabras en la cruz». Hoy hablaremos sobre la séptima y última palabra que Jesús pronunció sobre la cruz.
1. La razón por la que Jesús clamó al Padre a gran voz.
Esto ocurrió de modo que Sus últimas palabras en la cruz fueran escuchadas por la gente y porque la voluntad de Dios es que nosotros clamemos «a gran voz» al acercarnos a Él en oración.
Además de Su Palabra en Jeremías 33:3 que dice «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces», a lo largo de toda la Biblia encontramos Su mandato de clamar en oración, por ejemplo en Números 12:13; 2 Crónicas 32:20; Salmos 57:2; Marcos 10:47; Juan 11:43; Hechos 4:24; y Hechos 7:59.
Cuando Jesús oró en Getsemaní poco después de Su arresto, Él lo hizo con tal pasión que «Su sudor se convirtió en gotas de sangre». Los profesionales de la medicina sostienen que cuando una persona está con extremas cantidades de estrés, o al esforzarse demasiado en una labor, es posible que los vasos capilares revienten y causen sudor y sangrado al mismo tiempo; la persona puede pensar que está «sudando sangre». Además, que Jesús haya estado sudando como si estuviera sangrando mientras oraba tarde en la noche en medio del clima característico de Israel, sugiere con cuánto fervor y desesperación Él oraba.
2. La razón por la que Jesús dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».
1) Jesús da testimonio de la inmortalidad del espíritu del ser humano.
El ser humano está compuesto de espíritu, alma y cuerpo. Una vez que termina la vida, el cuerpo (una sencilla vasija para el espíritu y el alma) regresa al polvo. Dado que el espíritu es eterno e inmortal, este no se extingue. El espíritu de Adán fue formado después de haber sido creado, cuando Dios sopló en su nariz aliento de vida (Génesis 2:7). Dios llenó el espíritu de Adán con conocimiento espiritual que es la verdad.
Al hablar del alma se refiere a todas las funciones que permiten que una persona almacene información en su cerebro y le capacitan para recordar cierta información, lo que piensa y siente, y cómo aplicar o reaccionar ante ella. Originalmente el mayordomo de Adán era su espíritu y este controlaba tanto su alma como su cuerpo. Debido a que su espíritu estaba lleno de la verdad, el alma y el cuerpo sometidos al espíritu también tenían la verdad. No obstante, cuando cometió el pecado de la desobediencia a Dios al comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, su espíritu murió. La «muerte del espíritu» se refiere al rompimiento de la comunicación del individuo con Dios y la incapacidad del espíritu para realizar sus funciones.
Una vez que muere el espíritu (el mayordomo del ser humano) y deja de funcionar, el alma asume el rol de mayordomo y comienza a gobernar el cuerpo. El alma queda sujeta a la obra del enemigo Satanás y comienza a aceptar conocimientos falsos. A medida que el corazón se llena de falsedades, las verdades que Dios plantó originalmente son suplantadas por la falsedad. Eventualmente el corazón se llena de odio, mal carácter y egoísmo. Sin embargo, la discontinuidad de las funciones del espíritu de una persona no implican la extinción del espíritu. El espíritu del ser humano fue formado con el aliento de vida del Dios eterno e inmortal. Por ende, jamás se podrá extinguir.
¿Qué pasará con el alma cuando muera el cuerpo? Es necesario el cerebro para que un cuerpo pueda funcionar. A través de las células del cerebro la persona tiene memoria y puede pensar. Cuando la vida física de un animal termina (los animales no tienen espíritu), el sistema de memoria en el cerebro del animal también desaparece; su carne y su alma se extinguen y vuelven a la nada. Por otro lado, las funciones del alma de un ser humano (que tiene espíritu) están conectadas al corazón, donde también se almacenan. Por lo tanto, en lugar de extinguirse, el alma existirá por siempre en unión con el espíritu a medida que los rasgos del alma se sumergen en el espíritu.
Por esta misma razón, Jesús dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Cuando un individuo escucha el evangelio y acepta a Jesucristo, recibe el Espíritu Santo y su espíritu antes muerto vuelve a la vida. De aquella persona cuyo espíritu ha vuelto a vivir y ha llenado su corazón con la verdad se puede decir que «su alma ha prosperado». En la medida que un alma prospera, es decir, mientras más se llena su corazón con la verdad, cada asunto de esta vida prosperará y disfrutará de buena salud (3 Juan 1:2).
Tal como nos dice Jesús en Juan 3:5: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios», cuando las personas nacen de nuevo de agua y del Espíritu (aquellos cuyo espíritu ha vuelto a vivir), entran al Cielo. No obstante, aquellos cuyo espíritu no ha vuelto a vivir y su corazón no ha sido cultivado con la verdad por causa de su incredulidad en Jesucristo, no podrán entrar al Cielo. El infierno es el lugar reservado para alojar a estas personas.
2) Jesús da testimonio de haber obedecido y cumplido todo en acuerdo con la providencia de Dios únicamente.
Jesús oró en la cruz diciendo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», y esto da testimonio de Su obediencia y cumplimiento de todo en acuerdo único con la providencia de Dios. La venida de Jesús a este mundo, Su crucifixión en la cruz y Su resurrección no se planificaron ni llevaron a cabo según Su propia voluntad o Sus planes, sino solo según la voluntad de Dios quien gobierna la vida, la muerte, las maldiciones y las bendiciones del ser humano, así como la historia de la humanidad (Juan 4:34).
Si bien nosotros oramos en el nombre de Jesucristo, el que responde nuestras oraciones es Dios. Jesús nos dice en Mateo 10:29-31: «¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos».
Si usted realmente comprendiera y guardara en su corazón el significado espiritual de aquella certeza de parte del Señor, podría encomendarlo todo a Dios. Tal como Él nos recuerda, ningún pajarillo cae a tierra sin Él y aún nuestro cabello está contado, si pudiéramos confiar en Él por fe no habría nada que impidiera que recibamos Sus respuestas, ya sea a un problema o una enfermedad, ya sea bendiciones en el lugar de trabajo o en el negocio, o incluso por logros en la obra de Dios.
Aunque Jesús ha existido en la forma de Dios y es uno con Él, Jesús solo ha buscado y ha hecho la voluntad de Dios y le ha encomendado todo a Él. Del mismo modo, en lugar de poner su confianza en las sendas del hombre u otras personas, cada uno debe fijar sus ojos solo en Dios para así experimentar siempre Su obra que trasciende el poder humano y honrarlo en todo.
Amados hermanos en Cristo: Si recordamos siempre las últimas siete palabras en la cruz, si comprendemos el sentir de Jesús quien clamó a gran voz en medio de la aflicción de la crucifixión, y si alcanzamos plenamente la voluntad de Dios, yo ruego en el nombre de nuestro Señor que, a medida que anhelamos a Aquel que regresará por nosotros en el nombre del Señor, cada uno de ustedes reciba la corona de justicia en aquel día.
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