La salvación otorgada solo a aquellos nacidos del agua y del espíritu
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Mayo 14, 2017 |
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Pastor Principal, Dr. Jaerock Lee
«Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3).
Aunque mucha gente profesa haber aceptado a Jesucristo y su fe en Dios, no necesariamente todos tienen la seguridad de la salvación. Con el diálogo espiritual entre Jesús y Nicodemo como guía, esta edición de Noticias Manmin profundizará en el significado de «nacer del agua y del Espíritu Santo» y el camino hacia la salvación perfecta.
1. Dialogo espiritual entre Jesús y Nicodemo
Nicodemo era un oficial judío, un maestro y uno de los fariseos muy versado en la ley.
Durante el tiempo de Jesús, los fariseos eran «santos» en lo externo, sin guardar la Ley del corazón; no solo dudaban de las enseñanzas de Jesús, sino que también encabezaban el movimiento para que lo mataran. Sin embargo, a diferencia de otros fariseos, Nicodemo estaba sediento de la verdad y, al poseer verdadera fe, visitó a Jesús una noche.
Nicodemo confiesa abiertamente a Jesús: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él». Al sentir la sed de Nicodemo en el corazón, Jesús responde: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios», y le dio enseñanza espiritual.
Sin embargo, al oírlo, Nicodemo simplemente no podía entender cómo un hombre adulto, mucho tiempo después de haber nacido, podría nacer de nuevo. Como 1 Corintios 4:20 nos recuerda, solo cuando un individuo recibe el poder de Dios en la inspiración del Espíritu Santo, será capaz de comprender los secretos espirituales. Sin entender la enseñanza espiritual de Jesús, Nicodemo pregunta: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?»
En respuesta, Jesús le dice: «En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo». Para que un individuo pueda entrar en el Cielo, dice Jesús, el espíritu invisible debe nacer de nuevo.
Adán, el antepasado de la humanidad, había sido creado como un ser vivo, pero a causa de sus pecados, su espíritu murió. Desde entonces, todos los descendientes de Adán nacieron con sus espíritus muertos, y ya que se convirtieron en seres carnales, no pudieron entrar en el cielo.
La única manera de rectificar y evitar esto —que uno vaya al infierno— es nacer del agua y del Espíritu Santo. Por esta razón, Nicodemo dijo: «El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu». Así como el viento es invisible y su dirección no se puede predecir, podemos penetrar y experimentar los asuntos del mundo espiritual solo por las obras de Dios y el poder del Espíritu Santo.
Después de este encuentro con Jesús, vemos a Nicodemo ir a la defensa de Jesús cuando los fariseos le criticaron (Juan 7:50-51), y después de que Jesús murió en la cruz, él vino con «un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras» (Juan 19:39). De tales hechos sabemos que Nicodemo recibió la salvación.
2. Significado espiritual de «nacer del agua»
En Juan 4:14 leemos: «Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna». En este caso el «agua» es igual que en «una fuente de agua que salte para vida eterna» que Jesús nos da.
Entonces, ¿qué es «una fuente de agua que salte para vida eterna», el agua eterna que Jesús nos da? Sabemos que sin comer de la carne y beber de la sangre de Jesús el Hijo del hombre, no hay vida en nosotros (Juan 6:53).
Juan 6:54 declara: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero». Comer de la carne del Hijo del Hombre y así hacer pan de la Palabra de Dios y beber de la sangre del Hijo del Hombre, es poner la Palabra de Dios en práctica. Comer de la carne y beber de la sangre del Hijo del Hombre —la Palabra de Dios misma— es el agua que provee al hombre de vida eterna.
Así como el agua limpia la inmundicia y da vida a todos los seres vivientes, en términos espirituales «agua», la Palabra de Dios, limpia el pecado y el mal de nuestro corazón y nos ayuda a poseer la vida eterna. Cuando la Palabra de Dios se instala en nuestro corazón y nos limpia, nos libramos de elementos pecaminosos y malvados como la envidia, los celos, el odio y el mal temperamento, nacemos de nuevo y llegamos a la salvación (1 Pedro 3:21). Por consiguiente, cuando hacemos de la Palabra de Dios nuestro pan y la vivimos, nos sirve para limpiar nuestros pecados, gradualmente seremos santificados y justos, y esto a su vez, servirá como prueba de nuestra salvación.
3. Significado espiritual de «nacer de nuevo del Espíritu Santo»
Dios ha dado a sus hijos salvos el Espíritu Santo (Juan 15:26, Hechos 2:38) y el Espíritu Santo les ayuda a poseer fe y revive sus espíritus que habían muerto.
En 1 Juan 5:5-8 se nos recuerda: «¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan».
La expresión «que vino mediante agua y sangre» significa el derramamiento de sangre y la muerte de Jesús, el Verbo que se hizo carne. Cuando Jesús murió en la cruz, por Su sangre recibimos la salvación. Por lo tanto, «el que vino mediante agua y sangre» es Jesucristo y el Espíritu Santo nos fue enviado después de Su ascensión para ayudarnos a creer en ese hecho.
La Escritura también nos dice que el que cree que Jesús es el Hijo de Dios «vence al mundo» y esto se refiere a cómo no nos manchamos con la mentira luchando y superando los deseos de este mundo. El Espíritu Santo no solo nos ayuda a creer con toda certeza en el Señor, sino a convencer al mundo del pecado, la justicia y el juicio, Él también nos dará la fuerza para vencer al mundo y sus caminos.
Una vez que nos damos cuenta de la naturaleza del pecado, comprendemos la importancia de cumplir la justicia y creemos en el Juicio que debe suceder, seremos forzados a vivir de acuerdo con los deseos del Espíritu Santo. Al desechar los pecados y las formas del mal de nuestros corazones cada día, transformaremos nuestros corazones y los llenaremos con la verdad.
Amados hermanos en Cristo: solo cuando nazcan del agua y del Espíritu y hagan que el Espíritu engendre espíritu en ustedes, podrán entrar en el reino de los cielos.
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