El reino de los cielos sufre violencia
|
|
|
3614 |
|
Junio 25, 2017 |
|
|
|
Pastor Principal, Dr. Jaerock Lee
«Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan»(Mateo 11:12).
El enemigo Satanás no se atreve a acercarse al Cielo, al reino de Dios. Entonces ¿quién se atreve a usar la violencia y arrebatarlo?
Esto significa que los hijos de Dios pueden entrar a mejores moradas celestiales en la medida de la extensión de su fe mediante la victoria en la batalla espiritual contra el enemigo Satanás.
1. Usted puede arrebatar el reino celestial con la fe
Todo aquel que cree en Jesucristo puede ser salvo e ir al reino de los cielos. Pero el enemigo Satanás intenta evitar que la gente crea en el evangelio. Siempre intenta hacer caer en pecado a las personas, incluso a las que han aceptado al Señor. Para poder vencer al enemigo Satanás, debemos luchar contra el pecado al punto de derramar sangre y despojarnos de toda forma de maldad. En la medida en que alcanzamos la santificación y cumplimos nuestras responsabilidades, nuestra fe crecerá y podremos entrar a mejores moradas en el cielo.
En el pasaje de hoy, Jesús dijo: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia». Juan el Bautista es la persona que preparó el camino de Jesús y testificó que Jesús cumpliría Su labor. Entonces, «desde los días de Juan el Bautista hasta ahora» significa los días de Jesucristo y la era del Nuevo Testamento en la que recibimos salvación por fe.
«Antes de Juan el Bautista» se refiere al período del Antiguo Testamento, que era la época de la Ley. Las personas recibían salvación mediante las obras de la Ley. Debían guardar todas las leyes, y si cometían pecados por quebrantar la ley, debían presentar ofrendas de pecado para ser perdonados de ellos. Por el contrario, el Nuevo Testamento es el tiempo del Espíritu Santo y de la gracia. Esto se debe a que, al creer en el Señor Jesús, podemos ser perdonados de nuestros pecados y ser salvos por la sangre de Jesús y el poder del Espíritu Santo.
Pero con respecto al tiempo del Espíritu Santo y al tiempo de la gracia, muchos piensan que si creemos en Jesús podemos ser perdonados y salvos, aunque sigamos cometiendo pecados. No obstante, en el Nuevo Testamento, aunque no hayamos cometido pecado con acciones, la maldad en el corazón se considera pecado. Si odiamos a un hermano, estamos cometiendo el pecado de homicidio (1 Juan 3:15). Todo el que mire a una mujer con lujuria ya ha cometido adulterio con ella en su corazón (Mateo 5:28).
Al aceptar a Jesucristo, usted fue perdonado de sus pecados y recibió el Espíritu Santo como un regalo. Entonces no debe ir tras los deseos carnales, sino actuar siguiendo al Espíritu Santo. Gálatas 5:19-21 advierte que las obras de la carne son evidentes. Estas son: inmoralidad, adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. Los que practican estas cosas no heredarán el reino de Dios. En otras palabras, no entrarán al cielo, sino que irán al infierno. Hay muchas otras partes en la Biblia que nos advierten que aquellos que cometen pecados no tienen relación alguna con Dios. Esto significa que debemos despojarnos no solo de los actos de pecado sino también del mal en el corazón, los pensamientos y la naturaleza pecaminosa.
¿Entonces es más difícil que la gente alcance salvación en los tiempos del Nuevo Testamento que en los tiempos del Antiguo Testamento? ¡Claro que no! En los días del Antiguo Testamento debían guardar la ley con su propia capacidad y esfuerzo, pero en los días del Nuevo Testamento, podemos despojarnos del pecado no según nuestras propias fuerzas, sino con el poder del Espíritu Santo. Cuando aceptamos al Señor con fe e intentamos desechar el pecado con el poder del Espíritu Santo, podemos despojarnos del pecado en acción y también de la naturaleza pecaminosa en nuestro corazón.
2. El significado espiritual de «los hombres violentos lo arrebatan»
Arrebatar el reino, o tomarlo por la fuerza, no significa solamente ir al cielo. El reino de los cielos está dividido en muchos niveles y hay unos relativamente mejores que otros. Por lo tanto, debemos anhelar los mejores lugares para arrebatarlos. El reino de los cielos pertenece al cielo espiritual, el cual, a su vez, pertenece a una dimensión diferente de este mundo físico. Aun el cielo espiritual está dividido en muchos cielos (1 Reyes 8:27; 2 Crónicas 2:6; Nehemías 9:6).
En especial, 2 Corintios 12:2 habla sobre el espíritu del apóstol Pablo que subió al «tercer cielo». Debido a que mencionó el tercer cielo, ciertamente deben existir el primero y el segundo cielos, así como los cielos encima del tercer cielo. Entre los muchos cielos en el reino espiritual, el apóstol Pablo fue al tercer cielo que es donde están nuestras moradas celestiales. El apóstol Pablo vio el paraíso en el tercer cielo (2 Corintios 12:4).
Justo antes de que Jesús muriera en la cruz para cumplir la providencia de la salvación de la humanidad, uno de los malhechores colgado en la cruz dijo, en sus últimos momentos: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le respondió: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43). Aquel hombre apenas tuvo fe para recibir salvación, pues murió enseguida y no logró vivir de acuerdo a la Palabra de Dios. Asimismo, no pudo hacer nada por el reino de Dios, por lo que no tuvo recompensas celestiales. El paraíso es el lugar para aquellos que acaban de aceptar al Señor y que apenas han ganado salvación.
De igual modo, en Apocalipsis 21, vemos un relato sobre la ciudad de la Nueva Jerusalén. Es una ciudad santa y gloriosa, y la mejor de las moradas en el cielo. En esta ciudad se encuentra el trono de Dios, y es el lugar de morada de los que han tenido una gran fe alcanzada por la santificación del corazón y por la fidelidad en todo aspecto. Entre la Nueva Jerusalén y el Paraíso hay otros niveles de moradas celestiales. En la medida en la que se venza al enemigo Satanás, se luche y se despoje del pecado al punto de derramar sangre, y al cambiar el corazón hacia la verdad, se obtendrá la calificación para entrar en mejores moradas en el cielo.
Esto es lo que significa «arrebatar el reino de los cielos». La fe de aquellos que apenas alcanzan salvación tiene el tamaño de una semilla de mostaza. Pero si siembran la semilla en el campo de sus corazones y cuidan de ella y la hacen crecer, su fe crecerá tanto como un árbol que se ha hecho fuerte y no se ve en problemas ante las tormentas. Al igual que las muchas aves que anidan y descansan en los grandes árboles, los que tienen esta fe abrazarán muchas almas (Mateo 13:31-32). Si usted lleva muchas almas al camino de salvación, su morada será más grande y de las más hermosas en el reino celestial (Mateo 5:5).
Aunque usted imagine el lugar más hermoso, fascinante y feliz, no se compara con el cielo. Incluso el lugar más sencillo del cielo, el Paraíso, es mucho más hermoso que el lugar más bello de este mundo. ¿Entonces cómo podemos explicar con palabras humanas la gloria de la Nueva Jerusalén donde está el trono de Dios? Si usted llega a conocer con claridad sobre el reino de los cielos, tendrá en mente que las cosas de este mundo son insignificantes. Se despojará de todos los deseos mundanos y las lujurias sin sentido, y será transformado según la Palabra de Dios e intentará arrebatar el reino celestial.
Amados hermanos en Cristo: la morada celestial se decidirá al final del cultivo de la humanidad. Aunque usted tenga una fe pequeña, podrá entrar en la Nueva Jerusalén si sigue avanzando hacia el reino celestial diligentemente desde ahora en adelante. Yo ruego en el nombre de nuestro Señor que usted pueda usar bien su tiempo y que diligentemente avance hasta el reino de los cielos y que arrebate la mejor morada celestial.
|
|