El Amor_ 9 Frutos del Espíritu Santo (2)
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Agosto 18, 2019 |
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Pastor Principal Rvdo. Jaerock Lee
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley” (Gal. 5:22-23).
Los 9 frutos del Espíritu Santo junto con las Bienaventuranzas del Cap. 5 de Mateo y el Amor Espiritual de 1 Corintios Cap. 13, son un claro indicador de su vida cristiana. Es decir, a través de estas prédicas, podrá evaluar la medida en la que ha manifestado los frutos del Espíritu; el nivel en el que su corazón se ha transformado por la verdad; la magnitud en la que ha cultivado el corazón del Señor en su ser y la medida de fe que ha alcanzado. Ahora hablemos, un poco más en detalle, del primero de estos 9 frutos, que es el AMOR.
1. El mayor de los Frutos: El Amor Espiritual
El forma general, el amor lo clasificamos en amor carnal y amor espiritual. El amor carnal busca su propia conveniencia y cambia con el paso del tiempo. El amor espiritual busca el beneficio de los demás y no cambia bajo ninguna circunstancia. Ahora bien: ¿Cuál es la diferencia entre el amor que se menciona en el Cap. 13 de 1ra de Corintios y el fruto del amor que se cita en el Cap. 5 de Gálatas? El fruto del amor incluye el sacrificio de sí mismo. Es un nivel mayor de amor que el amor espiritual del Cap. 13 de 1ra de Corintios. Si cultiva completamente el fruto del amor en su corazón, podrá sacrificar su vida por otros y, asimismo, amará a todos. Incluso llegará a dar su vida por sus enemigos. Dios creó a Adán y le dio amor espiritual. Le concedió la abundancia del Huerto de Edén y le dió autoridad para gobernar y regir sobre todo. Sin embargo, Adán nunca experimentó lo que es el odio ni el amor carnal que cambia con el tiempo. Por eso, no sabía el verdadero valor del amor espiritual que Dios le había dado. Luego de un lapso indeterminado de tiempo, Adán cayó en el engaño de la astuta serpiente y comió del fruto prohibido desobedeciendo el mandato de Dios (Génesis 2:17, 3:1-6). Así, el pecado entró en el corazón de Adán. Se volvió un hombre carnal que no tenía comunión con Dios. No pudo quedarse en el Jardín de Edén y fue expulsado a esta tierra. Mientras estaba siendo cultivado en esta tierra (Génesis 3:23) todos sus descendientes experimentaron en sus vidas la relatividad de lo opuesto al amor, que es el odio y los celos. Y se alejaron cada vez más y más del amor espiritual. Hoy en día, es muy difícil hallar verdadero amor espiritual; menos aun, el fruto del amor. El amor carnal a pesar que lo exprese y lo sienta con pasión, eventualmente cambiará en función de las circunstancias y de la conveniencia. Muchos se olvidan de la gracia que han recibido y lo primero que hacen es quejarse y reclamar. Incluso llegan a la traición. Sólo dan algo, si reciben algo a cambio. O dan únicamente si eso les conviene. Otra huella o caracterísitica del amor carnal es si quieren algo a cambio de lo que dan o si se enojan o decepcionan porque los demás no les devuelven el favor.
2. Dar Su Vida por Otro
El amor de cada persona tiene límites. No es fácil dar su vida incluso por aquellos a quienes ama. No obstante, Dios dió a Su Unigénito Hijo para salvar a los pecadores. Él es la plenitud del amor espiritual (Rom. 5:8). Debido al pecado de Adán, todos sus descendientes estaban destinados a la muerte eterna. Por eso, Dios envió a Su Unigénito Hijo, al Señor Jesús, a esta tierra para redimirlos; es decir, liberarlos de sus pecados (Rom. 6:23; Gal. 3:13; Heb. 9:22). El Señor murió en la cruz en lugar de los pecadores, quienes estaban bajo la maldición de la ley, para que todo aquel que en Él crea sea salvo. Dios sabía que iban a perseguir y humillar al Señor y que, al final, lo iban a crucificar. A pesar de eso, lo envió para ser crucificado, confirmando así Su amor hacia todos nosotros (1 Juan 4:9-10). El Salvador, el Señor Jesús, también nos mostró Su amor dando Su vida en la cruz para rescatar al ser humano de sus pecados. El amor de Dios, expresado en el sacrificio redentor del Señor Jesús, es la manifestación máxima de amor que nunca cambia y que es dador de vida.
3. El Verdadero Amor a Dios
1ra de Juan 4:7-8 señala: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” Si comprendiera y grabara el amor de Dios, no solo en su mente, sino también en lo profundo de su corazón, en verdad lo amaría. Aun si enfrentara pruebas insoportables o si perdiera lo que más aprecia y valora, su corazón no se turbaría. Al poco tiempo de inaugurar esta Iglesia, casí perdí a mis 3 hijas. Durante una vigilia de los días Viernes, ellas se quedaron en el departamento que ocupábamos en el sótano de un edifico. Sufrieron envenenamiento por monóxido de carbón junto a un joven miembro de la iglesia. Inhalaron ese gas venenoso toda la noche y no había esperanza que sobrevivieran. Sin embargo, no le reclamé ni me enojé en lo mínimo con Dios. Más bien, estaba agradecido porque mis hijas iban a ir al Cielo donde no hay llanto, ni penas, ni dolor, ni muerte. No obstante, oré por el joven miembro de la congregación para que Dios lo reviviera porque no estaba seguro de su salvación. Oré primero por el joven poniendo mis manos sobre él. Después, mientras estaba orando por mi hija mayor, el joven se levantó. Luego, cuando estaba orando por mi segunda hija, mi hija mayor se despertó. Y después mi hija menor recuperó el sentido. Hasta ahora, las 3 gozan de perfecta salud, no padecieron de ningún efecto secundario y actualmente están sirviendo al Reino de Dios como pastoras. Si en verdad ama a Dios, su amor no variará por ninguna situación. Le será fiel toda su vida y confiará completamente en Su amor. No será egoísta al cuidar de las almas, dará todo de sí sin esperar algo a cambio. Se sacrificará en forma sincera y dará todo por los demás (1 Juan 3:16). Desde la inaguración de esta iglesia, he enfrentado numerosas adversidades en mi camino de la fe. He sido traicionado por aquellos a quienes ayudé y traté como mi familia. Sin haber tenido culpa ni haber cometido error alguno, fui malinterpretado sin razón e incluso me acusaron. Y sin embargo, todo lo enconmendé a Dios. Oré a fin que Dios tuviera misericordia y perdonara a los que falsamente me habían acusado. Oré aun por aquellos que causaron problemas e inconvenientes a la iglesia a fin que se arrepintieran y volvieran. Aun al enfrentar todas esas adversidades, nunca dude del amor de Dios hacia mí. Por eso, amé a esas almas con el mismo amor con el que Dios me amó.
4. Manifestar el Fruto del Amor
Podrá manifestar el fruto del amor en la medida en que se despoje de todo pecado y maldad de su corazón y cultive santidad. El verdadero amor sale de un corazón libre de maldad. El amor no causa dificultades ni problemas a los demás. Más bien transmite e irradia paz. Sirve a los demás dándoles alegría y ayudándoles a que sus almas prosperen. Moisés amó s los hijos de Israel de tal amenra que para salvarlos incluso quizo que Dios borrara su nombre del Libro de la Vida (Ex. 32:32). El apóstol Pablo también padeció persecusiones y amenazas a su vida tanto de Judíos como de Gentiles. No obstante ello, su sola preocupación eran las Iglesias y los creyentes (2 Cor. 11:23-29). No antepuso su propio bienestar o su propia vida antes que el bienestar de los demás (Rom. 9:3). Y confirmó con su propia vida su amor, al morir como mártir del evangelio del Señor (Juan 15:13). Algunos dicen que aman a Dios y, sin embargo, discuten y pelean con sus hermanos en la fe por cosas sin importancia. Incluso si están sirviendo en la obra de Dios, si algo no les agrada guardan resentimiento. Están adormecidos y no se interesan por las almas de los que están muriendo espiritualmente. Una vez dije que estaba dispuesto a ir al infierno si pudiera salvar mil almas al hacerlo. Desde luego, sé muy bien qué lugar es el infierno y, si me lo preguntaran, jamás haría algo que me pudiera llevar a ese horroso lugar. No obstante, si pudiera salvar un alma más, aun si fuera una sola, yo -por voluntad propia- iría al infierno en su lugar. Esas almas podrían ser líderes o hermanos de mi iglesia quienes no han vivido por la verdad a pesar de haber oído la Palabra de Vida y haber visto poderosas obras de Dios. O, las almas de aquellos que han obstaculizado el ministerio de esta iglesia por haber escuchado rumores y haber mal entendido nuestra fe. O podrían ser las almas de aquellos que están sufriendo guerras, pestes o hambruna. Por esa razón, estoy dedicando cada día de mi vida a salvar más almas así como el Señor Jesús me salvó muriendo por mí. Y sé que este es el íntimo anhelo de Dios Padre. Mi único interés y mi única pasión, es difundir el evangelio a más lugares; es guiar más almas a que crean en el Señor, mostrando señales del gran poder de Dios y así lleguen a la mejor morada en el Cielo, al darse cuenta de lo absurdo que son las cosas de este mundo. Amados Hermanos: Si es lleno del amor de Dios, quien dió a Su Unigénito Hijo por usted, podrá amar con toda su vida a las almas que Dios le ha dado. Oro en el nombre del Señor Jesucristo para que manifieste en su vida este fruto del amor y así llegue a la Nueva Jersualén y comparta este eterno amor con Dios Padre y con el Señor Jesucristo, su Amado novio.
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