Un Hombre Bendecido
|
|
|
7394 |
|
Octubre 05, 2008 |
|
|
|
"Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, Sino que en la ley del SEÑOR se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!..." (Salmo 1:1-6).
De acuerdo con los parámetros de este mundo, ser bendecido se traduce como ser gente que goza de buena salud, que posee riqueza, fama, poder y conocimiento. Ante los ojos de este mundo, la bendición sobre los padres significa que sus hijos crezcan sanos, sean buenos alumnos, tengan éxito y sean buenos hijos con sus padres, aun en la vejez de éstos. Asimismo, para este mundo, los bendecidos son aquellos que mantienen sus hogares en total armonía. En otras palabras, el nivel de bendición para la gente de este mundo se mide a través de una vida en la que uno no debe preocuparse por el alimento, ni la ropa o salud, aún ni por los problemas.
No obstante, dichas cualidades no llegan más que a satisfacernos y a cubrir nuestras necesidades hasta cierto punto; no constituyen la entera satisfacción y el gozo completo. Todas estas cosas pueden llegar a desaparecer en cualquier momento; además, no duran para siempre. Inclusive uno puede tener una y faltarle la otra. En cambio, las bendiciones de Dios son diferentes. Estas sí son verdaderas bendiciones, eternas e inmutables, y así podemos ser partícipes del gozo eterno también. Más aún, a medida que nuestra alma prospera, prosperaremos en todo lo demás sentidos y hasta podemos llegar a gozar de buena salud en este mundo. Dichas bendiciones permanecen firmes, como construidas sobre una roca firme, y las recibimos no sólo en este mundo sino también en el venidero, como recompensa en el Reino de los Cielos.
1. Un Hombre Bendecido de Quien Dios Habla
Primero, un hombre que no sigue el consejo de los malvados.
"El consejo de los malvados" deriva de personas cuyos corazones abrigan el mal. Los malvados son incapaces de atesorar buenos pensamientos delante de Dios, y traman cosas que Dios mismo desaprueba en su Palabra. Hacen lo que a Dios desilusiona. Llenos de odio y celos, inventan artimañas, aún contra otros, buscando sólo satisfacer sus propios deseos e impulsos. Pueden llegar a confesar que creen en Dios, pero a medida que siguen el camino de los malvados, estos individuos van a enfrentar calamidades en medio de duras experiencias y aflicciones. En pos de sus pensamientos carnales, mientras se afanan por ascender y acumular riquezas y fama, hasta valiéndose de mentiras, estas personas van a toparse con enormes dificultades y también pérdidas al engañar a otros. Por consiguiente, sólo el camino que es guiado por la sabiduría de Dios es el que conduce a la prosperidad, y no el camino de los malvados.
Segundo, un hombre que no se detiene en la senda de los pecadores.
En este mundo, un "pecador" es aquel individuo que ha infringido físicamente las leyes del mundo. Incluso si uno guarda odio en su corazón y un deseo de matar a alguien, mientras esa intención permanezca allí, y no se la lleve a cabo, el mundo no condena a esa persona como pecador. Sin embargo, Dios condena al individuo como pecador sólo por atesorar maldad en su corazón.
Uno no puede heredar el reino de los cielos si practica las obras de la carne. (Gálatas 5:19-21). Aunque confiese con sus labios, "Señor, yo creo" mas no hace la voluntad de Dios, no podrá entrar el reino de los cielos (Mateo 7:21). Sin importar su tamaño, sea pequeño o grande, todo pecado saldrá a luz y ciertamente tendrá su castigo (Eclesiastés 12:14; 2 Corintios 5:10).
Puesto que la senda de los pecadores es la senda del juicio y un camino de muerte, un hombre bendecido nunca se detendrá en la senda de los pecadores, no se juntará con ellos, ni será uno con ellos en su corazón.
Tercero, un hombre bendecido no cultiva la amistad de los blasfemos.
Dios aborrece a quienes blasfeman. Sus corazones son atormentados al pensar o sentir que otros los ignoran con desprecio; asimismo, en vez de servir a los demás, buscan que les sirvan. A pesar de que Jesús era Dios mismo, Él vino a este mundo en forma de siervo, tomó su cruz, y se convirtió en un ejemplo de servicio. Únicamente cuando una persona se humilla a si misma y sirve a los demás, estos le reconocerán con honor en este mundo, y de igual modo, se la estimará preciosa en el reino de los cielos.
Cuarto, un hombre bendecido se deleita en la ley del SEÑOR, y día y noche medita en ella.
Aquí, "la Ley del Señor" se refiere a la Palabra de Dios en la Biblia. La Palabra en la Biblia nos relata la clase de bendiciones que se derramarán sobre aquellos que obedecen la Ley; y de igual modo, nos cuenta sobre las calamidades que vendrán sobre aquellos que deciden desobedecerla. El Espíritu Santo nos lleva por el camino de las bendiciones al ayudarnos a entender la Palabra de Dios y a recordárnosla. Por lo tanto, si amamos a Dios, buscaremos hacer lo que le agrada y lo que alegra Su corazón. Vamos a desear la bondad, el amor, la santidad y la sinceridad. De manera que, como el amor de Dios está en nosotros, buscaremos ser de bendición para nuestros hermanos y hermanas en Cristo con un corazón manso y servicial. Cuando meditamos en la Ley del Señor, nos examinamos a nosotros mismos, y a través de la oración recibimos la fortaleza que nos permite vivir en Su buena Voluntad. Cuando vivimos por la Palabra, entonces podemos recibir las bendiciones que Dios tiene para darnos.
2. Convirtiéndose en Un Hombre Bendecido
Dios, quien da a cada uno según sus obras, vierte las bendiciones justas de acuerdo con el tamaño y tipo de vasija que seamos. El tipo de corazón determina el tipo de vasija; por lo tanto, el espíritu debe crecer más y así gobernar por sobre el corazón. La persona que es capaz de doblegar y gobernar sobre su corazón, también podrá hacerlo sobre su lengua. En la medida que la persona permanezca en y cumpla la Palabra de Dios, no cederá ante la maldad y menospreciará la amistad con el mundo. En el Salmo 1:3, leemos "Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!..."Aquí la persona implícita a la que se hace referencia es precisamente el hombre bendecido, justo, y "árbol plantado a la orilla de un río" quiere decir que esa persona está plantada en Dios. Ese árbol plantado a la orilla de un río absorbe su agua, la cual le brinda todos los nutrientes necesarios para hacerle frente aún a las peores sequías. Las hojas del árbol están siempre verdes y da fruto abundante en el tiempo propicio. Cuando una persona está plantada en Dios, al igual que a un árbol al que se le suministra agua y nutrientes necesarios, La Palabra de Dios penetra en su corazón y echa sus raíces en él con la ayuda del Espíritu Santo. A medida que consagra todos sus asuntos y pensamientos a Dios y vive en santidad según Su voluntad, su espíritu prospera, y da a luz los Nueve Frutos del Espíritu Santo (Galatas 5:22-23), el fruto de la luz (Efesios 5:9), los frutos de las bienaventuranzas (Mateo 5:3-12), y los frutos que describe el "Capítulo del Amor" (1Corintios 13). El tamaño y la cantidad del fruto determinarán el tamaño y la cantidad de las bendiciones. El Salmo 1 también menciona a aquellos malvados que se apartan de Dios. El Salmo 1:4-5 nos dice: "No así los malos, Que son como la paja que arrebata el viento". Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos. Así como a la paja le es imposible soportar el viento o el fuego, así los malvados no podrán enfrentar el juicio y serán conducidos hacia la destrucción.
Aquí, "el viento" hace referencia a las pruebas y aflicciones. Mas el justo, aun en tiempos de prueba y aflicción, permanecerá porque Dios vela por él. Aun cuando enfrente grandes calamidades, donde la fuerza del hombre es vana, Dios mismo lo librará. A medida que el justo ora con fe y vive por la Verdad, Dios le mostrará la salida, y sus pruebas se convertirán en una fuente de bendición para él. Sin embargo, los malvados "son como paja que arrebata el viento"; cuando pasan por pruebas y aflicciones, son llevados de aquí para allá y acaban por caerse, incapaces de permanecer en pie en el juicio y finalmente siendo lanzados a destrucción. Porque al no creer en Dios, no viven bajo Su protección. Pero aun cuando creyeran en Dios, como no vivan según Su Palabra, el camino de ellos es de muerte, no pueden evitar el juicio del fuego abrasador (Apocalipsis 20:12). El Salmo 1:6 nos dice: "Porque el SEÑOR cuida el camino de los justos, Mas la senda de los malos lleva a la perdición." Pues aunque estemos en este mundo, es posible que en nuestras vidas se reconozcan las bendiciones de Dios al ser obedientes a la Palabra del Señor. El castigo de los malvados es el juicio. Aun el más insignificante de los asuntos será juzgado y tendrá su recompensa; y los malvados no prevalecerán. Por esta razón, cada uno de nosotros debe plantar su vida en Dios, quien es fuente de bendiciones; recibir de Él bendición y prosperidad en nuestros espíritus y todos nuestros caminos (3 Juan 1:2), y así llevar abundante fruto tanto en espíritu como en la carne. El verdadero justo, a quien Dios reconoce, no es aquel que a penas conoce a Dios, sino el que tiene profunda fe en Dios acompañada por obras. Por lo tanto, resulta fundamental que cada uno de nosotros nos convirtamos en ese hombre bendecido; que seamos personas que viven de acuerdo con la Palabra de Dios y que confían plenamente en Él.
¡Amados hermanos y hermanas en Cristo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo oro para que al comprender que la vida eterna es la meta final, cada uno de ustedes puedan llevar adelante una vida próspera en este mundo, siendo hombres y mujeres bendecidos que ponen su esperanza en Dios y viven Su Palabra!
|
|