Predicar el Evangelio: Un Deber Obligatorio
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Noviembre 16, 2008 |
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"Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Corintios 9:16).
A lo largo de todo su ministerio público, Jesús visitó muchos pueblos y ciudades predicando el evangelio del Reino Celestial. Todos sus recorridos los hizo a pie, en sandalias raídas y bajo el clima del desierto. Sus pies estaban siempre cubiertos de arena y polvo, y hasta a veces sudados. Pero para Dios, los pies de Jesucristo eran lo más hermoso en este mundo, porque a cualquier lugar que Jesús dirigía sus pasos, llevaba con él la salvación. De la misma manera, los hijos de Dios debemos predicar el Evangelio a tiempo y a destiempo. 1 Corintios 9:16 nos dice, "Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" si uno tiene "la obligación" de llevar a cabo una tarea, debe cumplirla sí o sí o por lo menos, continuar hasta terminarla. Entonces, ¿por qué el predicar el Evangelio es una tarea obligatoria?
1. Es un gran mandato encomendado por Dios
El cumplir con un "mandato "no es opcional; sino más bien, representa una tarea que debe cumplirse sin importar las circunstancias. Después que el Señor resucitó les dijo a Sus discípulos que serían Sus testigos. En Mateo 28:18-20, Él les dijo, "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". En Marcos 16:15, Jesús les dijo, "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura". Antes de ascender, El Señor les habló en Hechos 1:8, "pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra". Predicar el Evangelio es la Gran Comisión de Dios y Su última voluntad, es una tarea básica para todo creyente.
Todo aquel que recibe el Espíritu Santo y se convierte en un hijo de Dios a través de Jesucristo, debe convertirse en un testigo de Él. Incluso en este mundo, los hijos obedientes obedecen a sus padres hasta la última voluntad. Por supuesto, Nuestro Señor vive, pero al ascender esa fue su última voluntad, y los que están conscientes de Su gracia, debemos predicar el evangelio, aunque más no sea por cumplir con un mandato. Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que predicaran el Evangelio, también les prometió lo siguiente: "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días" (Hechos 1:5). Sus discípulos y todos los que habían creído en Él y recibieron Su Palabra de promesa, se entregaron a la oración día tras día después de su ascensión. Y cuando llegó el Pentecostés, fueron llenos del Espíritu Santo. Siendo transformados en nuevas criaturas, testificaron denodadamente que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios y que fue levantado de entre los muertos al 3er día. Luego que una persona recibe al Espíritu Santo en su vida, todo definitivamente cambia. En Marcos 16:20 leemos, "Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían". En los tiempos de la iglesia primitiva, los discípulos proclamaban el evangelios en medios de las obras del Espíritu Santo y muchas señales afirmaban el mensaje que predicaban. Y como el Señor estaba con ellos, Él mismo añadía a quienes iban a ser salvos. Incluso en nuestros tiempos, cuando obedecemos y llevamos adelante la Gran Comisión, El Espíritu Santo de seguro nos ayuda. Él es quien a cada persona la manera apropiada de predicar el Evangelio. La oración intercesora por la gente afligida por enfermedades o por los problemas de todos los días será contestada según la voluntad de Dios. El objetivo de la evangelización siempre es que acepten a Jesús.
2. Habrá tristeza para los que no prediquen el Evangelio.
Predicar el Evangelio puede salvar una vida porque si no lo hacemos, esa vida puede acabar en el Infierno. Porque si no predicamos el Evangelio y nuestros amigos o familiares se van al Infierno, Dios nos responsabilizará a nosotros. En cambio, si les predicamos, pero ellos se niegan a creer, como creyentes habremos hecho nuestro trabajo como mensajeros de las Buenas Nuevas (Ezequiel 33:1-6). Para Dios un alma es más preciada que todo el universo, Y su mayor deseo es que todos alcancen salvación. Aunque estas almas se encuentren sumidas en el pecado y la maldad, Dios aún anhela que se arrepienta y reciba salvación. Por eso es necesario que haya mensajeros que lleven el mensaje de Dios a estas almas, y nuestra tarea como Hijos de Dios es esa. Esto se debe a que las personas deben escuchar la Palabra de Dios, y alcanzarán salvación sólo por escuchar el Evangelio, así crecerá su fe (Romanos 10:14). Si una persona puedo haber sido salva pero terminó en el Infierno, La responsabilidad es mayor para aquellos que no le predicaron el Evangelio. Por esa razón, el Apóstol Pablo dijo en Romanos 1:14, "A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor". Pablo era movido por la misericordia, el amor de Nuestro Señor al perdonarnos nuestros pecados, por eso predicaba el Evangelio. Cuando pensaba que alguien no sería salvo porque nadie le predicó, lo tomaba como si fuese su propia responsabilidad. Es por eso que testificó sin parar de Jesucristo a todos los gentiles, lleno del deseo que todos escucharan el mensaje de salvación y fueran salvos. No hubo experiencia dura que significara un problema para Pablo. Porque tenía un corazón lleno del deseo de que las personas fueran salvas, él pudo dar gracias y alabar y cantar himnos aún estando en la cárcel por predicar el Evangelio. Esa alabanza abrió las puertas de la cárcel, evangelizó al guardia y a su familia. También Pablo, trabajó maravillosamente en el establecimiento de la iglesia. En la segunda parte del versículo de Daniel 12:3 dice, "los que enseñan la justicia a la multitud [brillarán] como las estrellas a perpetua eternidad"; mientras que en Lucas 15:7 dice, "Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento". Den estos dos versículos, podemos concluir cuánto le complace a Dios y cuánta recompensa hay por la salvación de las almas.
3. La predicación del Evangelio lleva a las almas que iban al infierno ahora por el camino por de la salvación.
Hebreos 9:27 nos dice, "Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio". La muerte no es el final; tras la muerte viene el Juicio, el Cielo y el Infierno. Las personas que han creído en el Señor y han recibido el Espíritu Santo disfrutarán de la vida eterna en el cielo, pero lo que no han creído irán al Infierno y estarán sujetos al castigo. En Lucas 16, encontramos a un hombre rico y a un mendigo llamado Lázaro. En este mundo, Lázaro era un mendigo pero temeroso de Dios y tras su muerte, Lázaro fue al Cielo. Sin embargo, el hombre rico no tenía temor de Dios y cuando murió, sufrió Hades. El tormento del Hades era tan espantoso que el hombre rico esperaba que Lázaro "que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama". Luego de la Segunda Venida de Nuestro Señor y el Milenio hasta el Juicio ante el Trono Blanco, todos los que no creyeron en el Señor estarán sujetos a ese tormento. Luego del Juicio ante el Trono Blanco, serán arrojados al Infierno y sufrirán una agonía inimaginable, La cual no tendrá fin. Cuando tomamos consciencia de esta realidad, no nos queda otra opción que predicar el Evangelio. ¿Cómo una persona que ama a Dios y cree en la existencia del Cielo, el Infierno y el Juicio no va a vivir de acuerdo con la Palabra de Dios y no va a predicar el Evangelio a sus padres, familia y amigos? En Lucas 16: 27-28, el hombre rico dice, "Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento". Ese hombre que estaba sufriendo los tormentos del Hades, imploraba que se les predicara el Evangelio a sus hermanos para que ellos no tuvieran es mismo fin que él. Nosotros debemos testificar sobre la existencia del Cielo y del Infierno a tantas almas sobre la existencia del Cielo para que ellos crean, tengan fe y reciban salvación. Queridos hermanos y hermanas en Cristo, si ustedes pudieran de antemano prevenir un desastre que va a ocurrir a determinado momento, en determinado lugar, ¿no se lo advertirían a sus familias y amigos? Claro que sí, ustedes harían todo lo que esté a su alcance para prevenir que ellos se encuentren en ese lugar. El tiempo del regreso de Nuestro Señor está cercano, ¡oro para que cada uno de ustedes sean hijos de Dios bendecidos que guíen muchas almas por el camino de la salvación, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo!
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