Los Frutos del Espíritu (3) Paz
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Noviembre 15, 2009 |
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"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5:22-23).
Los verdaderos hijos de Dios deben buscar la paz con todos.
No debemos buscar la paz solamente con aquellos que nos aman, sino también con aquellos que nos aborrecen o que nos causan dificultades. Sólo así podremos disfrutar de la autoridad espiritual como verdaderos hijos de Dios y ganar nobleza en los Cielos. Es por eso que en Hebreos 12:14 leemos: "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor".
¿Qué sucedería en nuestras familias o lugares de trabajos si nosotros no logramos abrazar o entender a los demás, sino que en lugar de eso, insistimos dogmáticamente en nuestros pensamientos? La paz se quebrantará, pruebas y más pruebas seguirán, el camino de la bendición estaría bloqueado, y así muchas dificultades surgirían. ¿Cómo, entonces, podemos evitar las confrontaciones con los demás y producir el fruto de la paz?
Primero: Debemos tener paz con Dios.
Lo más importante cuando buscamos la paz con Dios es la ausencia de la barrera del pecado. Si usted actúa dentro de la verdad, usted tendrá confianza porque estará en paz con Dios. Por supuesto, para evitar establecer cualquier barrera de pecado y estar en paz perfecta con el Señor, debemos despojarnos de todo pecado y santificarnos. Pero aunque no somos perfectos, todavía podemos tener paz con Dios, siempre y cuando practiquemos diligentemente la verdad dentro de nuestra medida de fe.
Incluso cuando hacemos las paces con las personas, debemos hacerlo dentro de la verdad, manteniendo nuestra paz con Dios. No debemos quebrantar la paz con Dios para tener paz con los hombres. Por ejemplo, ¿qué pasaría si tuviéramos que inclinarnos ante ídolos o infringir el Día del Señor para poder tener paz con miembros de la familia que no son creyentes? Quizás parezca que tenemos paz por un momento, pero en lo espiritual, estamos quebrantando la paz con Dios en gran manera y creando grandes muros de pecado ante Él, atrayendo así hacia nosotros problemas y tribulaciones
Para tener paz verdadera entre los hombres, primeramente debemos agradar a Dios (Proverios 16:7). Con tal de que continuamente y seriamente busquemos paz dentro de la verdad, incluso aunque los demás traten de quebrantar nuestra paz con maldad, Dios obrará por nosotros.
Segundo: Debemos tener paz con nosotros mismos.
Para tener paz con nosotros mismos debemos desechar la maldad y llegar a ser santificados. Si tenemos maldad aún permaneciendo en nosotros, el odio, la ira, la envidia, la codicia, y cosas semejantes se levantan en nuestro corazón de acuerdo a la situación. Es más, si la fuerza del corazón falso y del corazón verdadero es la misma en nuestro ser, la lucha entre estos causará gran tribulación y adversidad.
En esas circunstancias, si tenemos una firme determinación y oramos fervientemente para escoger la verdad de continuo, finalmente tendremos paz en nuestros corazones. Pero mientras algunos dicen estar buscando paz con Dios y actuando en la verdad, por sus propios patrones de pensamientos y arrogancia, no habrá paz en sus corazones.
Por ejemplo, hay personas que no tienen paz debido a que están atados a sus patrones de pensamiento con respecto a la ley. Al igual que Job, justo antes de enfrentar todas sus pruebas, aquellas personas oran mucho e intentan vivir de acuerdo a la Palabra, pero no lo hacen por su amor a Dios. Por el contrario, lo hacen con un corazón lleno de ansiedad a causa del temor al posible castigo que les puede sobrevenir si no practican la verdad.
Por tanto, en algún momento dado, si no actúan en la verdad, se deprimen fácilmente, se inmovilizan, y no continúan en su camino de fe. En este caso, en lugar de enfocarse solamente en las acciones y obras de la verdad de ellos mismos, deberían tener un amor sincero por Dios. Ellos podrán disfrutar de paz verdadera a la medida de su amor por Dios desde el fondo del corazón, y llegar a entender el amor de Dios.
Existen también personas que no tienen paz consigo mismos debido a sus patrones negativos de pensamiento. Ellos intentan diligentemente vivir en la verdad, pero si no obtienen los resultados satisfactorios que esperan, se culpan a sí mismos y sufren de otros comportamientos autodestructivos. Pero en casos como estos, debemos tener fe en Dios, confiando que Él nos levantará cuando seamos completamente humillados y creamos que Él nos amará y nos perfeccionará si nos esforzamos por cambiar. Y si en lugar de preocuparnos por ganar nuestra propia aprobación, continuamos cumpliendo con la verdad, Dios nos proporcionará confianza espiritual.
Tercero: Debemos tener paz con todos los demás.
Para tener paz no debemos actuar indecorosamente, tratando de alardear o jactarnos de nosotros mismos. Debemos humillarnos sinceramente y exaltar a los demás desde el fondo de nuestro corazón. Deberíamos tener un corazón que no sea parcial sino dispuesto a aceptar diferencias dentro de la verdad. Por lo tanto, en lugar de adaptarlo todo a nuestras creencias, deberíamos intentar verlo desde el punto de vista de los demás y adaptarlo a la medida de ellos. Si bien nuestra opinión puede ser correcta o mejor, deberíamos intentar seguir las opiniones de los demás, a menos que sean falsas.
Para alcanzar aquella paz, tenemos que sacrificarnos por los demás, incluso al punto de sacrificar nuestras vidas. Luego, para tener paz con todos, no debemos insistir en nuestra arrogancia y patrones de pensamiento. Cada individuo tiene personalidad diferente ya que cada uno de nosotros hemos sido creados en un entorno diferente. Cada uno de nosotros hemos recibido una forma distinta de educación y nuestra medida de fe es distinta. Cada uno tiene un estándar diferente de juzgar lo que considera correcto o incorrecto, bueno o malo. Entonces, si cada uno de nosotros insistimos en nuestras opiniones y nuestros deseos, no podremos tener paz. La paz se puede establecer solamente cuando nosotros pensamos desde el punto de vista de los demás y nos servirnos el uno al otro.
Aquellos que tienen paz con Dios y consigo mismo no quebrantan la paz con los demás. Ya que han desechado su avaricia, el orgullo, y sus patrones de pensamiento y arrogancia, no experimentan incomodidad o conflicto con nadie. Continúan sirviendo y sacrificándose, aún cuando una mala persona intente quebrantar la paz. Yo anhelo que ustedes alcancen rápidamente el corazón de verdad, una vida de sacrificio, y el servicio a los demás en todos los sentidos, y que de este modo produzcan el fruto perfecto de la paz.
El mensaje citado anteriormente es un resumen del sermón predicado durante el Servicio Dominical Vespertino del 25 de octubre de 2009. Si a usted desea leer este sermón con mayor detalle, por favor visite nuestro sitio Web (www.manmin.org) e ingrese en "Mensajes".
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