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Un siervo espiritual

Noticias Manmin   No. 84
6008
Diciembre 12, 2010


"Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero" (1 Corintios 15:31).


En un sentido carnal, el Apóstol Pablo tenía mucho de lo cual jactarse. Él era oriundo de la nación de Israel y de la tribu de Benjamín. En cuanto a la justicia que es en la Ley, él era un "hebreo de hebreos" hallado irreprensible. Era además un ciudadano de Roma, discípulo de Gamaliel y la principal autoridad del sanedrín a mediados del primer siglo.

¿Cuál es la razón por la que el Apóstol Pablo dice que "moría diariamente" y consideraba todo como basura? Era porque amaba y quería parecerse al Señor Jesucristo quien obedeció la voluntad de Dios el Padre al punto de morir y abrir la puerta a la salvación. El Apóstol Pablo pudo conducir a innumerables almas al camino de salvación.

Si nosotros servimos como pastores o siervos carnales durante nuestra vida, no podremos ser elogiados por el Señor en el último día. Debemos convertirnos en siervos espirituales que agradan a Dios al igual que el Apóstol Pablo. Al hablar de "siervos" no solo nos referimos a pastores sino también a todos los obreros que sirven al Señor. ¿Qué debemos hacer para convertirnos en siervos espirituales y producir frutos abundantes?


1. Debemos despojarnos de nuestro orgullo.

Un siervo espiritual no tiene ningún sentido egoísta. No tiene ningún deseo de ser exaltado ni de buscar el gozo y placer carnales. No necesita ser elogiado por los demás y no posee la obstinación que insiste en sus opiniones o beneficios personales. Si estos atributos permanecen en su corazón, no puede estar en paz al no ser estimado por los demás. El orgullo lleva consigo otras falsedades: emitir juicios y condenación en los demás, quejarse, no regocijarse en la verdad.

Cuando los demás son alabados y exaltados mientras ustedes son reprochados, si tienen orgullo, se desalentarán y frustrarán. Ustedes quizá piensen que no están siendo reconocidos a pesar de haber amado a Dios mucho más que los demás y de haber producido más fruto que ellos. No obstante, si es que no hay orgullo en ustedes, no hay razón para desanimarse o entristecerse. Una persona muerta no siente dolor al ser golpeada ni se enoja al no ser tomada en cuenta.

Una persona que dice: "Yo muero diariamente" debe permitir que haya solo verdad en él. Debe cultivar y alcanzar el amor espiritual en el que puede regocijarse con la verdad y buscar el beneficio de los demás en cualquier circunstancia. Tiene que deleitarse al ver a otra persona recibiendo mayores beneficios. Al desechar el orgullo uno puede alcanzar el corazón de un siervo indigno y recibir la fortaleza para realizar las obras espirituales. Además, ya que únicamente pueden pensar de acuerdo al Espíritu y ser guiados por el espíritu, podrán ser reconocidos por Dios.


2. Debemos ser humildes.

Filipenses 2:3 dice: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo". Si desechan el orgullo y llegan a ser humildes, podrán ver las cualidades de los demás y dejar de insistir en que ustedes son mejores o que sus ideas tienen mayor mérito. Podrán medir el corazón de los demás. Si dirigen o dan órdenes luego de haber sido promovidos a una posición superior y tratan a sus subordinados de manera grosera, es una vergüenza, incluso desde la perspectiva humana.

La "humildad" en este verso no se refiere únicamente a la humildad externa. Algunos creyentes obedecen las direcciones de aquellos en posición de autoridad sobre ellos e incluso parecen servir a los niños al estar atentos a lo que dicen al hablar con ellos. A menudo toman la iniciativa en intentar manejar las situaciones más difíciles. Sin embargo, debido a estas obras de servicio piensan que están sirviendo a los demás y fallan en descubrir las cosas carnales en lo profundo de sus corazones. En este sentido, quizá piensen: "Ya que aquella persona tiene falencias en un par de aspectos, quizá sea mejor que yo le ayude", o "Aunque ella es peor que yo, debo servir a mis superiores con amabilidad". Parecen pensar en la verdad, pero en realidad están causándose ceguera con su descontento y manera de pensar llena de juicio. Al final no logran alcanzar la verdadera humildad porque creen que están caminando en la verdad.

La verdadera humildad que Dios desea que tengamos es la de considerarnos inferiores y servir a los demás plena y completamente desde el fondo del corazón.


3. No debemos dejar de orar fervientemente.

El reino de Dios no puede ser realizado por medio de sabiduría ni fortaleza humana (1 Corintios 4:20). No es verdad que ustedes pueden conducir a muchas almas a la verdad y a la bendición con un discurso elocuente, sino que deben recibir poder espiritual para poder alejar las fuerzas de las tinieblas y mover sus corazones para que actúen por la verdad. Morir diariamente y llegar a ser un hombre de espíritu completo se hace posible con la ayuda del Señor y del Espíritu Santo.

Para poder llegar a ser perfecto y cumplir el reino de Dios, ustedes deben comunicarse con Dios todo el tiempo y no deben cometer el pecado de dejar de orar sin cesar. Solamente así podrán recibir la fortaleza de Dios y ser guiados únicamente en el sendero correcto por las obras del Espíritu Santo mediante oraciones minuciosas a Dios.

Si ustedes dejan de orar no podrán discernir la voluntad de Dios, y luego, en lugar de ir tras las maneras de Dios, seguirán su justicia propia, sus patrones de pensamiento auto concebidos y sus propios pensamientos. De este modo, no podrán producir buenos frutos. La oración sin cesar no significa que simplemente se asiste a las reuniones de oración y se pronuncia cualquier cosa con los labios. Ustedes deben ofrecer oraciones fervientes desde el fondo del corazón y deben invocar el poder del Espíritu Santo en su comunicación con Dios.

Al orar por santificación, deben seguir el ejemplo de la oración de Jacob, quien peleó con el ángel junto al río Jaboc y recibió una respuesta. Y deben orar por la iglesia, por el pastor y por el rebaño, así como por sus obligaciones encomendadas por Dios con mayor fervor que el de sus propios problemas y deseos.


 

 

 
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