Cree en el Señor Jesucristo
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Enero 09, 2011 |
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"El (carcelero) entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa" (Hechos 16:29-32).
Cuando el Apóstol Pablo llegó a Filipo durante su viaje misionero, le salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación la cual daba grandes ganancias a sus amos, adivinando. Pablo expulsó al espíritu malo de ella, pero al ver sus amos que su esperanza de ganancias se había desvanecido, prendieron a Pablo y a Silas y los llevaron al foro ante las autoridades. Finalmente fueron encarcelados y les aseguraron los pies en el cepo.
A medianoche Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios, y de repente hubo un gran terremoto. Los cimientos de la prisión fueron sacudidos e inmediatamente todas las puertas fueron abiertas y las cadenas desatadas.
Cuando el carcelero vio que las puertas de la prisión estaban abiertas, él pensó que los prisioneros habían escapado, así que sacó su espada y estaba a punto de matarse. Entonces Pablo clamó a gran voz diciendo: "No te hagas ningún daño, todos estamos aquí".
El carcelero pidió una luz y se apresuró a entrar, y temblando de temor se postró ante Pablo y Silas y les dijo: "Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? El Apóstol Pablo le dijo: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa". Ellos le hablaron de la Palabra de Dios a él y a todos los que estaban en su casa.
¿Qué debemos hacer para predicar el evangelio del Señor Jesucristo de manera poderosa y eficaz como lo hizo el Apóstol Pablo?
Primero: Debemos orar de modo regular.
Así como no podemos vivir sin respirar, si no oramos, nuestro espíritu finalmente es llevado a la muerte porque la oración es el aliento de nuestro espíritu. Además, no podremos comunicarnos con Dios ni escuchar al Espíritu Santo, ni podremos ser guiados o supervisados por Él. Por tanto, no podremos vencer los deseos de la carne y eventualmente cometeremos pecados. El pecado conduce a la muerte del espíritu. Al dejar de orar, enfrentamos varias pruebas y caemos en tentaciones del mundo.
Además, debido a que no recibimos poder ni fortaleza de lo Alto, nos sentiremos agobiados al llevar nuestras responsabilidades asignadas por Dios. Si nos comprometemos ante Dios al cumplimiento de nuestras responsabilidades mediante la oración y la obediencia de Su voluntad, jamás nos será difícil cumplir con nuestras responsabilidades.
Hoy es el final de los tiempos, donde el pecado y la maldad están desenfrenados en el mundo y el diablo enemigo está merodeando en búsqueda de alguien a quien poder devorar (1 Pedro 5:8). Por lo tanto, debemos mantenernos despiertos y clamar en oración siempre, y debemos recibir poder espiritual de lo Alto para poder mantener nuestro espíritu sin mancha y proteger a las almas que nos han sido asignadas de los ataques del diablo enemigo, para poder así desempeñar a cabalidad nuestra responsabilidad asignada por Dios.
Segundo: Debemos equiparnos con la Palabra de Dios escrita en la Biblia.
Si es que nos hemos equipado completamente con la Palabra de Dios en medio de oraciones fervientes, no importa qué tipo de problemas de otros creyentes enfrentemos, podremos ser dirigidos por el Espíritu Santo para hablar con la Palabra específica de Dios que les ayudará a entender la voluntad de Dios para ellos. Cuando cuidamos de las almas con palabras espirituales, ellos pueden superar con valentía cualquier tipo de problema y pueden levantarse sobre la roca de la fe.
El poder que puede influenciar un cambio en los oyentes, el cual está inmerso en el mensaje predicado, depende de la medida de fe del predicador y de sus obras de obediencia a la Palabra de Dios.
Cuando hacemos la voluntad de Dios y enseñamos a los demás, el Espíritu Santo obra por ellos hasta lo profundo de su alma, espíritu, coyunturas y tuétanos. Ellos se arrepentirán de sus pecados con lágrimas y quebrantamiento de corazón. Aquellos quienes tienen una tarea asignada por Dios no solo deben escuchar y actuar de acuerdo a la Palabra de Dios, sino también hacer de la Palabra su alimento diario en la medida apropiada y digna de enseñar a los demás.
Tercero: Debemos manifestar señales por el poder de Dios.
"Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían" (Marcos 16:20).
Esto también es así para las células, distritos y misiones que nos han sido delegadas. Cuando se manifiestan señales y maravillas como prueba de Dios confirmando nuestro mensaje, podremos lograr muchas obras más de Dios y alcanzar mayor avivamiento. Si un miembro de una célula se enferma o sufre aflicciones, el líder y miembros de la célula deben ser capaces de resolver su problema y sanar su enfermedad lo más pronto posible al orar en acuerdo.
Cuando estos milagros y señales de sanidad ocurren, muchos creyentes se esfuerzan por unirse, mejorar los niveles de su fe y ser llenos con el Espíritu Santo de modo que el número de aquellos que han de ser salvos se incremente día tras día.
Cuarto: Debemos cuidar de las almas con amor y permitir que sean unidas en un solo corazón.
La condición espiritual de las almas depende de la medida del amor verdadero y espiritual del líder que las cuida. Cuando oramos por ellas, les proporcionamos el alimento espiritual y las cuidamos diligentemente, ellas sienten una comunión íntima como parte de una familia.
El líder de una célula debe tener un delicado sentido de interés al punto de conocer cuántas cucharas tienen los miembros de su célula en sus hogares, y debe examinar cercanamente si es que hay alguien que está padeciendo dificultades o persecuciones. Al cuidar de los miembros con este amor tan delicado, los miembros lo seguirán de todo corazón y llegarán a confiar unos a otros al punto de compartir secretos que ni siquiera comparten con su familia.
Quinto: Debemos encender el fuego del evangelismo.
Cuando nosotros mismos evangelizamos y cuidamos de las almas, podemos sentir el corazón del pastor. Al evangelizar llegamos a ser llenos del Espíritu Santo. Del mismo modo, el evangelismo trae avivamiento a la iglesia y conduce a los evangelistas a obtener muchos tipos de beneficios, incluyendo las bendiciones de prosperidad de sus almas.
A fin de encender el fuego del evangelismo, debemos guiar a muchos miembros de la iglesia a orar fervientemente y plantar fe y esperanza en sus corazones. Si nosotros difundimos los mensajes confirmados con señales obradas por el poder de Dios y ayudamos a los miembros a unirse al cuidar de ellos con amor espiritual, tendrán pasión por el evangelismo y entonces evangelizarán a los demás de manera voluntaria.
Ruego en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que ustedes se levanten como obreros competentes de Dios, que conduzcan a numerosas almas al camino de salvación y que cumplan poderosamente con el Reino de Dios.
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