Aun los perrillos comen de las migajas
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Julio 22, 2012 |
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"Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora" (Mateo 15:25-28).
Supongamos que su hijo amado está a punto de ser expulsado de la escuela por haber causado un problema grave. Quizás usted acuda a la escuela y pida, incluso de rodillas, el perdón de parte de los maestros. Pero, ¿qué pasaría si un maestro le insulta diciendo que su hijo es peor que un animal y que debería sacarlo de la escuela? ¿Qué haría entonces?
Algunos quizás simplemente sufran la humillación y continúen buscando llegar a un arbitraje y acuerdos favorables. Por otro lado, quizás lastime su orgullo y piense: "¿Cómo puede insultarme de este modo?"
Cuando una mujer cananea se acercó a Jesús para pedir que sanara a su hija que estaba poseída por demonios, fue tratada al igual que un perro. No obstante, la mujer no permitió que eso lastimara sus sentimientos ni lo consideró como humillación. Más bien se humilló a sí misma e imploró a Jesús que liberara a su hija de los demonios.
1. La mujer sirofenicia fue tratada como un perro, pero su confesión conmovió el corazón de Jesús
Esto ocurrió cuando Jesús fue a la región de Tiro y de Sidón. Una mujer clamó diciendo: "¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio". Ella rogó que apartaran al demonio de su hija. Considerando la época, era difícil que una mujer sirofenicia que era descendiente de cananeos, se acercara a Jesús que era un judío. Esto era así porque los judíos despreciaban a los gentiles y no querían asociarse con ellos. Es más, era inimaginable que una 'mujer' pidiera algo ante Jesús que era un 'hombre'. Pero se presentó ante Él porque deseaba desesperadamente que su hija fuera sanada. A pesar de su ferviente y serio clamor, Jesús parecía no decir ni hacer nada por ella.
Su clamor era tal que incluso Sus discípulos se acercaron y le imploraron que la despidiera porque daba voces tras ellos. Entonces Él dijo algo totalmente inesperado. Dijo: "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel". Esto significaba que no salvaría a los gentiles, sino únicamente a los israelitas.
Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: "¡Señor, socórreme!" Pero Él trató a la mujer como a un perro y dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos". Jesús le dijo esto para probar su fe. En una situación como esta se puede lastimar los sentimientos de la gente al ser tratados como un perro y simplemente regresarán al lugar de donde vinieron.
Pero la mujer se humilló por completo y respondió: "Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos". Sus palabras no fueron pronunciadas tan solo para que su hija fuera sanada. Ella no sentía ira en absoluto. Debido a que puso su confianza completa en Jesús, no sintió incomodidad y su orgullo tampoco sufrió. Además su corazón fue bondadoso y humilde, por eso pudo confesar palabras tan positivas.
Al escuchar su confesión, Jesús se conmovió mucho y le dijo: "Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres". Y su hija fue sanada desde aquella hora. Al humillarse a sí misma, ella pasó bien la prueba de fe y recibió respuestas a los deseos de su corazón.
Algunos quizás puedan confesar palabras humildes con astucia, aunque no tengan un corazón humilde. Pero si lo hablado no proviene de un corazón sincero, la verdad se revelará al final.
La mujer sirofenicia pudo proporcionar hasta el final la respuesta espiritual que Jesús deseaba porque tenía un corazón que era profundamente bueno y humilde. Si nuestro corazón es igual al de ella, no tendremos sentimientos adversos hacia los demás y, sin importar qué palabras nos dicen, nada lastimará nuestros sentimientos. Es más, podremos confesar palabras que conmoverán los corazones. Cuando los demás digan algo que puede lastimar su ego, si responde con palabras bondadosas y conmueve su corazón, sentirán empatía hacia usted y comprenderán su problema.
2. Los antepasados de la fe hablaron con confesiones conmovedoras provenientes de su bondad
Juan el Bautista, quien preparó el camino del Señor, dijo: "Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado". Él se humilló a sí mismo y dijo que era un honor hablar acerca de Jesús, el Hijo de Dios. Dijo que no era "digno de desatar encorvado la correa de su calzado".
Asimismo, cuando Juan escuchó que todos los que le habían seguido anteriormente se acercaron a Jesús, dijo: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Juan 3:30). Él sabía cuando menguar; no se hizo valer a sí mismo, sino que quiso exaltar a Jesús y por eso logró ser elogiado por Él. Jesús dijo respecto a Juan: "De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista" (Mateo 11:11).
El Apóstol Pablo dijo también: "Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él..."; perdió todo lo que tenía y dijo que conocer a Jesucristo lo supera todo (Filipenses 3:8-9).
Cuando no conocía al Señor, él fue el líder de la persecución a los creyentes a quienes mataba. Pero después de conocer al Señor, se consideró a sí mismo como "último de todos, como a un abortivo" (1 Corintios 15:8). Además, tal como está escrito en 1 Timoteo 1:15, se humilló a sí mismo diciendo que era el peor de los pecadores.
Su amor por el Señor y por las almas fue tan grande, que en Romanos 9:3 dijo: "Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne". Él logró manifestar el mayor poder en aquellos tiempos del Nuevo Testamento y condujo a muchos gentiles al camino de salvación gracias a su profundo corazón bondadoso.
3. Un buen corazón que acepta el consejo y la disciplina con humildad. Las bendiciones que siguen a los que tienen este corazón.
Cuando se trata de señalar las faltas, existen tres tipos de personas. Examine cuál de estas es usted.
Los del primer tipo no aceptan con corazón agradecido la reprensión de los demás por sus errores, sino que, al contrario, causan incomodidad que inunda su corazón. Quizás incluso pierdan la plenitud. Los del segundo tipo presentan excusas por sus errores. Pero la gente que pone excusas no puede experimentar desarrollo en su crecimiento espiritual. Simplemente se quedan quietos. En el último tipo están las personas que aceptan su reprensión y consejo con un corazón lleno de gratitud y se esfuerzan por corregir sus errores. Pueden llegar a ser hombres de la verdad con rapidez y pronto se convierten en obreros espirituales.
De este modo, la consecuencia varía dependiendo de la manera en que usted reaccione ante las reprensiones de los demás. Por consiguiente, aquellos que creen que pueden cambiar por medio del consejo de los demás, deben anhelar recibir tales consejos.
Por el contrario, si no se tiene amor por los demás, no se podrá señalar sus faltas. Todos desean decir cosas que suenan bien y aborrecen decir las que suenan mal. Así, cuando se recibe reprensión, no se debe tener sentimientos adversos sino que hay que pensar que el que me reprendió 'me ama y desea que cambie'. Entonces logrará sumergirse en el espíritu con rapidez.
Amados hermanos y hermanas: la mujer sirofenicia recibió bendiciones al hacer confesiones con un corazón humilde que conmovió el corazón de Jesús. Es más, las personas humildes pueden ser usadas como vasijas preciosas al recibir el amor y la fortaleza de Dios al igual que el Apóstol Pablo y que Juan el Bautista. Esto se debió a que ellos tuvieron corazones buenos ante los ojos de Dios y conmovieron el corazón de los demás incluso con sus palabras. Ruego en el nombre del Señor que usted reciba el gran amor y las bendiciones de Dios al hacer confesiones con bondad.
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