“Y Jefté hizo voto a Jehová, diciendo: Si entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto” (Jueces 11:30-31).
Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
En nuestras vidas, a veces hacemos promesas a los demás. Si no las cumplimos, quizás causemos una pérdida muy grande a los demás y posiblemente lastimemos la relación. Por el contrario, si cumplimos las promesas aunque signifique una pérdida para nosotros, podremos cosechar frutos hermosos.
Lo mismo ocurre con nuestra relación con Dios. Si usted tiene una reunión con el Presidente de su país, probablemente no le dirá que va a llegar a su cita diez minutos más tarde porque tiene un asunto personal urgente que atender. De igual modo, si rompe o cambia la promesa a Dios el Creador y al Señor de los cielos y la tierra, ¿cuán desagradable cree usted que será eso?
Por consiguiente, si hacemos una promesa a Dios, debemos cumplirla, aunque signifique una pérdida para nosotros. Entonces Dios nos recompensará con bendiciones sorprendentes. Analicemos ahora cómo cumplir nuestras promesas a Dios estudiando el caso de Jefté en la Biblia.
1. Dios proveyó una respuesta rápida luego de escuchar el voto de oración de Jefté
Después de que los israelitas salieron de Egipto, luego de vivir en el desierto por 40 años y entrar a la tierra prometida donde fluía leche y miel, muchas otras cosas ocurrieron. Poco después de la muerte de Josué, sucesor de Moisés, los israelitas traicionaron a Dios y sirvieron a Baal y Asera. En aquellos días no hubo reyes, pero sí existieron jueces que guiaban a los israelitas. Entre ellos estaba el juez llamado Jefté.
Galaad era el padre de Jefté y su madre era una mujer ramera. “Pero la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer” (Jueces 11:1-2). Él huyó de sus hermanos y formó una nación con gran poder en Tob. Cuando los amonitas pelearon contra Israel, los ancianos de Galaad acudieron a Jefté y le pidieron que fuera su comandante en la batalla.
Al final él peleó con los amonitas como caudillo y jefe de todos los habitantes de Galaad. Para poder ganar la batalla él hizo un voto de oración a Dios, y dijo: “Si entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto”.
Dios respondió su oración sincera y entregó los amonitas en su mano; los derrotó con muy grande estrago. “Y los hirió con una gran matanza desde Aroer hasta la entrada de Minit, veinte ciudades, hasta Abel-keramim. Y los hijos de Amón fueron sometidos delante de los hijos de Israel” (Jueces 11:33 LBLA). Dios conocía lo más secreto del corazón y que él cumpliría su promesa, así que le dio la gran bendición como respuesta a su oración.
2. Jefté valoró su promesa a Dios incluso más que a sus hijos amados
¿Quién cree usted que salió de las puertas de su casa a recibirlo cuando regresó después de la victoria? No fue ninguno de sus esclavos ni siervos. Fue su única hija. Ella escuchó las nuevas de victoria y salió a recibirlo con panderos y danzas. Al verla, él rasgó sus ropas y se afligió.
A pesar de que ella era su única hija, él no podía cambiar su promesa ante Dios, entonces dijo: “...le he dado palabra a Jehová, y no podré retractarme”. “Ella entonces le respondió: Padre mío, si le has dado palabra a Jehová, haz de mí conforme a lo que prometiste, ya que Jehová ha hecho venganza en tus enemigos los hijos de Amón” (Jueces 11:36).
Algunos quizás se pregunten por qué Dios aceptó esa horrible promesa en oración. Pero no fue Él quien deseaba que Jefté ofreciera un ser humano en holocausto; Él no le dijo que hiciera aquella promesa en oración. Fue Jefté quien hizo esa promesa apresurada al orar antes de la batalla.
En la Biblia Dios ordenó a Abraham que ofreciera a su hijo único, Isaac, en holocausto. Luego, Él mismo preparó un carnero y detuvo a Abraham de matar a Isaac. Pero, ¿por qué no hizo lo mismo con Jefté? Porque Dios deseaba que nos diéramos cuenta de la importancia de cumplir las promesas que le hacemos a Él.
Abraham y Jefté posiblemente sintieron que les era más fácil ofrecerse a sí mismos antes de entregar a sus únicos hijos. Pero ellos valoraban su relación de confianza y amor a Dios más que a sus propios hijos, así que los ofrecieron a Él.
3. Lo que debemos mantener en mente al prometer algo en oración y la importancia de cumplirlo
Debemos comprender que no es correcto hacer una promesa o un voto a la ligera, ni siquiera al estar ante situaciones urgentes o desesperadas. Proverbios 18:21 dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”. Aunque no se haga una promesa, no se debe decir algo sin el debido cuidado. Si se ha prometido algo ante Dios, se debe cumplir esa promesa, sea esta grande o pequeña.
En Deuteronomio 23:21 leemos: “Cuando haces voto a Jehová tu Dios, no tardes en pagarlo; porque ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y sería pecado en ti”. Esto hace énfasis en la importancia de cumplir una promesa a Dios. Así también, en Números 30:2 está escrito: “Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca”.
Por tanto, Jefté ofreció a su única hija en holocausto, lo que significa que separó su carne de sus huesos, tal como lo hacía con los animales, y la ofreció a Dios. Dios conocía el corazón de Jefté, por eso escuchó Su oración y le dio la respuesta. Él sabía que Jefté cumpliría su promesa incluso aunque le fuera doloroso.
¿Cumple usted las promesas que hace a sus hermanos en la fe, a la gente del mundo o a sí mismo y también a Dios? El acto de cumplir las promesas demuestra que no se tiene un corazón mentiroso o engañador. Los que cumplen sus promesas serán reconocidos y amados por Dios.
4. Las bendiciones que provienen del cumplimiento de una promesa
Cuando cumplimos nuestras promesas ante Dios, Él nos recompensa con bendiciones sorprendentes. Aunque sea difícil cumplirlas, si se toma con rapidez la decisión de hacerlo, ciertamente se recibirá bendiciones. Pero si se las cumple de manera muy lenta, las bendiciones llegarán de ese mismo modo. Por otro lado, si no se cumple la promesa, se formará un muro de pecado contra Dios, de modo que las oraciones no serán aceptadas por Él aunque levante su clamor. Por tanto, no es adecuado hacer una promesa por impulso y con codicia.
Ahora, usted quizás se pregunte: “¿No es mejor no hacer ningún voto o promesa?” Pero si usted desea demostrar su amor por Dios o su fe en Él, o si ha sido fuertemente guiado por el Espíritu Santo, lo mejor es obedecer. Digamos que el Espíritu Santo lo guía a dar cierta cantidad como ofrenda a Dios, pero usted decide darla cuando su situación mejore e ignora Su voz. Entonces perderá una oportunidad única de crecer en la fe y de recibir grandes bendiciones. Por consiguiente, debemos discernir entre la voz del Espíritu y nuestra propia codicia.
Dios se complace con las personas que, ante cualquier situación, cumplen sus votos y promesas sin poner ninguna excusa. Ruego en el nombre del Señor que usted cumpla sus votos hechos de manera voluntaria y que reciba gran amor y bendiciones de parte de Dios.
|