Amor Espiritual (6) - El amor no es arrogante
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Marcha 10, 2013 |
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“El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante” (1 Corintios 13:4 LBLA).
Pastor Principal Dr. Jaerock Lee
La fe y la esperanza son necesarios temporalmente para alcanzar el Cielo, pero el amor es eterno. Por esta razón el amor es el mayor entre la fe, la esperanza y el amor. Entre las 15 características del amor espiritual presentadas en 1 Corintios 13, la quinta es la arrogancia. La Biblia nos dice que una de las características de la maldad que Dios más aborrece, es la arrogancia.
1. Las características de un hombre arrogante
En este contexto, la ‘arrogancia’ no es considerar a los demás como más importantes que nosotros, sino ignorarlos y considerarnos a nosotros mismos mejores que los demás en todo aspecto. La gente arrogante se siente superior a los demás; tiende a menospreciar y dar órdenes e instrucciones en todo tiempo. Por lo general actúan de modo arrogante ante las personas que parecen menos importantes, pero a veces también ignoran a sus superiores.
Cuando se habla con estas personas, a menudo conducen a especulaciones y disputas. Lo peor es que posiblemente exploten en ira insistiendo que están en lo correcto y luego todo se convierte en una pelea. En Proverbios 13:10 (LBLA) leemos: “Por la soberbia sólo viene la contienda, mas con los que reciben consejos está la sabiduría”. 2 Timoteo 2:23 (DHH) nos enseña: “No hagas caso de discusiones que no tienen ton ni son; ya sabes que terminan en peleas”.
Las personas tienen diferentes consciencias y conocimiento porque cada individuo ha visto, escuchado, aprendido y experimentado cosas distintas. De hecho, lo que han aprendido los arrogantes, está plagado de errores. Si el conocimiento erróneo se solidifica durante un largo período de tiempo, este forma la arrogancia y los criterios personales.
En este caso, la ‘arrogancia’ implica afirmar que uno está en lo correcto, lo que, con el tiempo, se solidifica en un criterio personal en el que puede soldarse la personalidad o conocimiento y así se forma la ‘persona’. Debido a que esta es como una estructura robusta, es difícil destruir un criterio personal una vez que está establecido.
Supongamos que alguien tiene un sentido de inferioridad, y ve a un hombre rico ajustándose la corbata. Entonces pensará que el hombre rico está presumiendo de su ropa, o sentirá que la expresión dura de parte de alguna persona a su alrededor fue para despreciarlo.
Un hombre arrogante no admite sus errores e insiste en sus propias ideas, lo que generalmente conduce a especulaciones. Por el contrario, un hombre humilde no causa disputas ni siquiera aunque está en lo correcto y los demás estén equivocados. Aunque tenga la certeza al 100% respecto a su idea, sentirá que quizás está equivocado, y esto es así porque no tiene deseo alguno de dominar a los demás.
Si usted tiene un corazón humilde, significa que tiene el amor espiritual que considera a los demás como más importantes y mejores que usted mismo con todo el corazón, aunque sean pobres, menos educados y débiles. Se considera así incluso a los niños pequeños, lo que se debe a que se piensa que las almas son todas preciosas como pueblo de Dios que ha sido salvo gracias a la sangre de Jesús.
2. Arrogancia carnal y arrogancia espiritual
Con facilidad podemos descubrir en nosotros las acciones arrogantes externas, tales como la jactancia o el abandono a los demás. Esta característica es la ‘arrogancia carnal’. La mayoría de cristianos intentan despojarse de ella tan pronto como aceptan a Jesucristo y llegan a conocer la verdad. La arrogancia espiritual, por otro lado, no es fácil de descubrir y abandonar.
Entonces, ¿qué es la arrogancia espiritual? Si usted ha sido un cristiano por un largo tiempo, quizás tenga mucho conocimiento de la Biblia y posiblemente tenga posición, responsabilidades y un puesto de liderazgo. No obstante, algunos han pensado erróneamente que han cultivado el corazón con la Palabra de Dios, aunque esta sigue siendo solo un conocimiento, y quizás piensan que disciernen entre lo bueno y lo malo en base a la verdad, aunque en realidad señalan las faltas de los demás y emiten juicios y condenación.
Algunas personas ignoran ciertas órdenes que deben cumplir para su propio beneficio; evidentemente quebrantan las reglas, pero piensan: “Soy una excepción porque tengo una posición importante”. Se considera que este tipo de corazón altivo tiene ‘arrogancia espiritual’. Si usted ignora la ley y da órdenes a Dios con este corazón altivo, no será verdad que usted ama a Dios. Si juzga y condena, no se podrá decir que tiene amor verdadero.
Todos tienen esta característica arrogante hasta cierto punto antes de llegar a santificarse. Por tanto, es muy importante que la saquemos de raíz. Si no se lo hace por completo a través de la oración ardiente, uno se tornará engreído sin saberlo. Será como una mala hierba que brota de nuevo a pesar de haberla cortado, porque no se ha sacado sus raíces. En otras palabras, si no nos despojamos de la naturaleza pecaminosa por completo, el orgullo entra en nuestro corazón otra vez a lo largo de nuestra vida cristiana.
Por consiguiente, siempre debemos humillarnos ante el Señor como niños, considerar a los demás como superiores a nosotros mismos y seguir adelante sin cambiar hasta que alcancemos el mejor amor que sirve con la vida misma.
3. El hombre arrogante que confía en sí mismo
Nabucodonosor, el rey del imperio babilónico, dio inicio a la era de oro del imperio. En su tiempo se construyeron los Jardines Colgantes de Babilonia que son considerados una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Él pensó que fue él quien construyó aquel gran reino y se le acreditaron todas las contribuciones. Él incluso hizo que la gente le adorara como a un dios. Finalmente, Dios permitió que este rey arrogante reconociera que Dios es el Soberano sobre todo el reino de la humanidad (Daniel 4:30-32).
El rey terminó siendo alejado de su palacio; comía hierba como los bueyes, y su pelo creció como plumas de águila durante siete años. Después de esto, recuperó la cordura, se dio cuenta de su arrogancia y reconoció a Dios (Daniel 4:33-37).
Muchos creyentes, al igual que el rey Nabucodonosor, dicen que confían en sí mismos pero llevan sus vidas a muchos problemas que no pueden resolver con la habilidad humana. A pesar de que la ciencia y la medicina han avanzado de manera extraordinaria, no hay modo de detener los desastres naturales como tifones y terremotos, o las enfermedades recientemente descubiertas.
Lo peor es que algunos creyentes siguen confiando en sí mismos o se apegan a las medidas de este mundo. Dios desea ayudarles, pero no puede hacerlo a menos que estos hombres se humillen. Por esta razón no pueden ser protegidos por Él del enemigo diablo y Satanás ni ser guiados a caminos de prosperidad.
Amados hermanos y hermanas en Cristo: Dios dice que el hombre arrogante es necio. Todos los humanos son simples criaturas ante Dios quien es grande. Aunque se tenga muchas cosas de las cuales jactarse, la vida en este mundo es temporal y ciertamente habrá un Juicio.
En el Cielo seremos más exaltados en la medida en que nos humillemos a nosotros mismos en la presencia de Dios y lo sirvamos. Esto se debe a que el Señor nos exaltará según lo descrito en Santiago 4:10 (LBLA), que dice: “Humillaos en la presencia del Señor y El os exaltará”. Por consiguiente, humillémonos a nosotros mismos. Ruego en el nombre del Señor que al hacer esto podamos ser hombres grandes y preciosos ante Dios.
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