«Sentir el corazón de Dios y más de Su amor, me hace feliz»
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Abril 23, 2017 |
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Hermano Suk June Moon, 21 años, Misión de Jóvenes Adultos
Mi padre fue asignado a un puesto en Estados Unidos cuando yo era un estudiante de tercer grado. Mi familia había pasado por momentos difíciles para adaptarse a ese nuevo entorno. Pero Dios nos consoló con arco iris circulares, y me ayudó a aprender inglés rápidamente y poder recibir el Premio Presidente Obama para estudiantes excelentes en dos ocasiones: en el tercer y cuarto año después de que yo había llegado a ese país. Cuatro años más tarde, mi padre fue asignado a la sede en China y asistí a una escuela internacional donde el 80 % de los estudiantes eran coreanos.
A diferencia de cuando yo vivía en Estados Unidos, pasé mucho tiempo jugando juegos, escuchando canciones pop y viendo programas de televisión. Mi vida estaba llena de placeres mundanos debido a los medios masivos de comunicación. En el verano de 2013, luego de culminar el 10.o grado, regresé a Corea. El domingo, saludé al Pastor Principal y asistí a la Reunión de Oración de Daniel. Mientras oraba, el Pastor Principal vino a mi corazón y me eché a llorar. Su amor era tan grande, incluso para mí, que había buscado el placer mundano. Él tocó mi corazón que estaba en desesperación.
De regreso en China, empecé a orar todos los días y dejé de hacer cosas mundanas. Me gustaba escuchar los sermones. Sin embargo, no fue fácil permanecer lleno del Espíritu estando lejos de la iglesia principal. Una vez más, empecé a ver programas de televisión y jugar. Volví a solo una vida básica de creyente. Sin embargo, Dios me bendijo para graduarme de mi escuela secundaria como el mejor estudiante (foto).
En junio de 2015, volví a Corea para los exámenes de ingreso a la universidad, pero era una carga para mí ir a la iglesia porque pensaba que había abandonado la gracia de Dios. Pero muchos miembros me dieron la bienvenida e hice amigos en la fe; de este modo, descubrí el gozo de la fe. Durante la Reunión Especial de Oración de Daniel, celebrada en septiembre de 2015, oré para rechazar la naturaleza pecaminosa tan fervorosamente que mi camisa se mojó con sudor y mis manos me dolieron porque las uní con tanta fuerza.
En marzo de 2016 ingresé en la Universidad de Yonsei y me especialicé en Diplomacia Política. Oraba cada noche en la sala de oración en el dormitorio, escuchaba sermones y estudiaba mucho. Mis amigos salían a citas a ciegas, bebían alcohol toda la noche y simplemente pasaban el rato todo el tiempo. Por un lado pensé que estaban viviendo de una manera que daba lástima, pero por otro lado, descubrí que estaba celoso de ellos porque parecían ser tan libres. No podía atreverme a abandonar el amor del Señor de nuevo, y me mantuve allí con paciencia. Yo estaba lleno del Espíritu en la iglesia el domingo, pero perdía la plenitud durante los días de la semana. Esto se repetía una y otra vez.
Ya no podía orar fervientemente. Estaba tan angustiado que lloraba mientras caminaba solo y escuchaba alabanzas. Le pedí a Dios que me ayudara en esta lucha. Comencé a pensar por qué era tan infeliz, aunque creía que la verdad nos da la felicidad. Pensé profundamente en la razón por la que empecé a sentirme agobiado por los mensajes predicados en el altar.
Encontré la respuesta, que era «la felicidad dada por Dios». Me di cuenta de que Dios es cariñoso y quiere que Sus hijos sean felices. Los mensajes de la verdad son dados para protegernos y bendecirnos, no para darnos una carga. Él me conduce con gran consideración hasta que sea perfecto. Me di cuenta de que el núcleo de una vida cristiana es conocer cada vez mejor el amor de Dios, pero había entendido mal a Dios y me sentí turbado y avergonzado.
Cuando me di cuenta de esto, mi mirada preocupada se convirtió en un rostro sonriente. Desde que encontré mi propia razón por la que tengo que vivir por la Palabra de Dios, me he convertido en una persona que puede interceder con el corazón por otras almas que tienen dificultades. Al llevar una vida cristiana tan feliz, Dios me bendijo para alcanzar el corazón del espíritu en octubre de 2016. ¡Aleluya!
Doy todas las gracias y la gloria a Dios quien me ha guiado a establecer la meta sobre los valores que se consideran como los mejores.
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