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“¡El Evangelio de Santidad Cambió Mi Vida!”
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Vitaly Tabaranu (33 años, Iglesia Manmin de Moldavia) Desde mi niñez asistía a la iglesia. Sin embargo, vivía en el pecado desobedeciendo la Palabra de Dios. No obstante ello, creía que era salvo. Mi vida no tenía sentido. ...
       
 
  
 

Historias Reconfortantes

Noticias Manmin   No. 37
10260
Enero 25, 2009


Debido a que la economía está sufriendo una recesión, se dice que este invierno en Corea es uno de los más fríos desde la crisis económica en Asia a fines de la década de los 90.
Quizás sea ese el motivo por el cual estamos constantemente en busca de historias que reconforten nuestros sentidos.
A lo mejor, ese sea la razón por la que deseamos afirmar el calor del amor de Nuestro Señor que todavía está presente en este mundo.
De la misma manera que una vela se enciende para alumbrar en medio de la oscuridad, existen personas que alegran los rostros de sus prójimos con sus buenas obras y servicio.
Animémonos juntos a encontrar el secreto para darle calor a nuestra sociedad mediante las historias de estas personas. Lo que sigue son historias reconfortantes del Diácono Young-Gyu Choi, quien se goza en el servicio a través del servicio como agente de tráfico; y también historias de la Diaconisa Sung-Boon Im, quien por su parte ha estado experimentando en el espíritu y en la carne las bendiciones del poder de Dios en la sanidad de varias enfermedades. (Editores)

"Pequeñas obras de bondad les dan gran gozo a muchas personas."
~ Diácono Young-Gyu Choi (Líder de célula en parroquia 31)


Cada vez que veo a miembros de la iglesia que se dan prisa para llegar al santuario en la intersección aquí cercana, no puedo sentirme más contento. He estado sirviendo en este lugar y he dirigido el tráfico por los últimos 5 años.
Inclusive cuando trabajaba como Encargado de Seguridad en la planta de una empresa de construcción o en Andong por 3 años, nunca dejé de venir hasta Seúl cada domingo al servicio y para servir en la tarea que Dios me dio como vicepresidente del Grupo de Voluntarios y como líder de Grupo de Hombre. Tengo un corazón encendido.
Permítanme compartirles cómo me volví más diligente con respecto a mi tarea. Hace unos 3 años, yo me encontraba conduciendo tarde a la noche, peleando con el cansancio y el sueño por la excesiva carga laboral, cuando de repente, choque contra un guardarrail. El auto quedó enormemente dañado pero yo, no tuve más que un pequeño rasguño en el hombro izquierdo. Las personas que se acercaban a la escena, simplemente no podían creerlo, no dejaban de mirar el auto y mirarme a mí, mirar el auto y volver a mirarme a mí. El hombro izquierdo fue sanado tras recibir la oración del Dr. Jaerock Lee. Desde ese entonces, comencé a vivir como si se me hubiese dado una segunda oportunidad y decidí ser fiel en todo. Si no hubiese sido por la gracia de Dios, yo habría partido ese mismo día.
Alrededor del mes de agosto del año pasado, supe que el Diácono Jung, un amigo de miembro de la célula, no podía asistir a la Reunión de Oración de Daniel debido a la distancia y costo del viaje de Bucheon a Seúl. Asimismo, me enteré que había otros miembros de la célula en la misma condición. Pensando la manera en que los miembros pudieran participar de la reunión, y orando juntos para poder instalar una antena de GCN (Red Cristiana Global), pude instalar una antena en el negocio del Diácono Jung. Tremendamente conmovido por esto, el Diácono Jung puso a nuestra disposición una parte de su negocio para que pudiéramos tener allí la célula, y cada uno de nosotros contribuyó con hacer de ese espacio un lugar confortable y acogedor. Hasta el día de hoy, el lugar se ha vuelto tremendamente popular y ha servido como un lugar de adoración para el servicio de la Célula de Misión de Hombre y para la Reunión de Oración de Daniel para aquellos que no pueden llegarse hasta el Santuario Principal.
Tengo por constumbre registrar estos pequeños testimonios en mi ordenador. Lo hago, precisamente para no olvidar nunca la gracia que Dios derramó en mí. Me llenó de gratitud al saber que cuando dispongo y entrego mi corazón aún para las pequeñas cosas, eso puede significar una fuente de gran gozo para muchas personas, a la vez que prospera mi propia vida.

"¡No nos aferremos a las cosas con avaricia! ¡Compartamos!"
~ Diaconisa Sung-Boon Im (Líder de célula en parroquia 32)


"¿Tiene alguna habitación?"
Una noche en el mes de diciembre del 2007, un hombre con la cabeza rasurada llegó hasta mi casa. Yo había estado alquilando habitaciones en la planta de abajo, y justo una de ellas se había desocupado. Debido a la generación terrible que vivimos, lo dudé por un momento; sin embargo, como alguien que cree en Dios, no podía negarle la entrada.
Algo en mí me decía que de algún modo era la volunta de Dios. Hablé con mi esposo y le dije, "Si permitimos que él se vaya en esta noche tan fría, va a morirse por el frío. Parece que no tiene ningún otro lugar a donde va. Dejemos que se quede en una de las habitaciones". Eso hicimos; luego levantamos la caldera para que pudiera mantenerse caliente, y le dimos algunas colchas.
Luego me detuve a observar el rostro de este hombre, no parecía que hubiera llevado una vida normal pues su rostro tenia numerosas cicatrices. En su habitación, no había enseres domésticos y nunca salio a trabajar. Día tras día, había personas y bebían. Cuando entraba a su habitación de vez en cuando, sólo encontraba un completo desorden. No recibimos ningún dinero de su parte por el alquiler por meses, pero en realidad, no esperábamos que así lo hiciera, todos sus gastos de servicios públicos, eran nuestra responsabilidad.
De vez en cuando, cuando parecía estar sobrio, se acercaba y nos pedía algo de kimchi. Mi esposo y yo sentíamos compasión por este hombre, y le dejamos en su habitación algunas cosas que pudiera necesitar para vivir, y en ocasiones, también le dábamos algo de dinero para sus gastos. No podíamos echar a alguien que se había acercado hasta nuestra casa. Si lo hubiésemos dejado y algo le hubiera pasado, mi esposo y yo lo hubiéramos lamentado mucho y nos habría herido el corazón. Si no hubiésemos creído en Dios, nunca lo hubiera invitado a entrar en primer lugar.
Luego de conocer a Dios, he sido sanada de angina de pecho, enfermedad del corazón, diabetes y depresión. Mi esposo, por su lado, ha sido sanado de la 5ta secuela de la defoliación, y ha llevado una vida sana. Pienso que fue nuestra gratitud por la gracia de Dios la que nos llevó a ser pacientes con aquel hombre.
Cuando le dijimos, "ya no viva de ese modo. Vayamos a la iglesia", el hombre nos escuchó en silencio y nos dijo, "Sí, voy". Pocos meses después, él manifestó su gran interés por ir a la iglesia. Desde ese entonces, se ha convertido en un miembro de la Iglesia Central Manmin. Diligentemente asiste cada semana, y está involucrado activamente en difundir el amor de Dios. Ha cambiado, ahora es una persona limpia y ordenada; y en ocasiones, trae a casa a personas sin hogar, les permite que pasen la noche en su habitación. Inclusive, nuestros vecinos están asombrados de verlo tan transformado.
Hace algunos meses, mi esposo y yo nos enteramos que cierto terreno que habíamos tenido por años estaba siendo preurbanizado y sin esperarlo, nos ofrecieron el precio comprarlo. Nos dijeron que nos iban a dar el dinero en un lapso de años, pero nos lo dieron todo de una sola vez. Estoy convencida que ha sido una manifestación de la Palabra de Dios, "Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente,..., de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mateo 10:42).


 

 

 
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