Espero el Día del Señor en el que llevo a mis padres a la iglesia
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Junio 12, 2011 |
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Anciano electo Heeseok Seo (Zona 3-28, Misión de Hombres 2-4)
Tres generaciones de la familia se reúnen después del Servicio dominical matutino (De derecha a izquierda: Anciano electo Heeseok Seo, Hno. Jeongho Seo (su padre, quien fue sanado de las secuelas de un derrame cerebral), Diaconisa Bokhee Ryu (su madre, quien fue sanada de artritis y gastritis), Diaconisa Geumsoon Lee (su esposa) y Hnos. Kiwon y Bowon Seo (sus hijos).
Cada día, con el transcurso del tiempo, anhelaba el Reino celestial cada vez más. No obstante, tenía un problema que debía ser resuelto: mis padres no habían sido evangelizados aún. Ellos se habían esforzado mucho por educarnos y yo deseaba bastante evangelizarlos porque quería que ellos entren al Cielo y disfruten ahí de vidas eternas llenas de gozo y felicidad. ¡Ese era mi mayor deseo!
Oré fervientemente por su salvación. Mi esposa les servía bien, como a sus propios padres, y a menudo los visitábamos. Mi padre era un poco obstinado, y dijo: "¡Ocúpate de tu propia vida cristiana y déjanos en paz!"
Servimos a mi madre, que era menos obstinada, con todo nuestro corazón y mente a fin de guiarla a la iglesia, hasta que finalmente empezó a asistir en el año 2005. Ella vive en Seongnam, Gyeong-gi Do, que está muy distante de la iglesia, pero con un corazón grato la recogíamos cada semana para ayudarla a asistir a la iglesia.
Por medio de la oración del Dr. Jaerock Lee, ella fue completamente sanada de artritis y gastritis. Después de esto, jamás se ha quejado diciendo que la iglesia está muy lejos, sino que ha asistido con alegría.
Aun así, yo siempre pensaba en mi padre. Decidí convertirme en sus manos y pies; lo llevaba a cualquier lugar que él deseaba, ya sea por negocios o cualquier otra razón. Aunque yo mismo estaba muy ocupado administrando una empresa comercial que diseña, fabrica y distribuye maquetas de trenes, me sentía feliz de estar con mi padre.
Mientras tanto, en septiembre de 2009, tuve un sueño en el que recibía una llamada de parte de un amigo indicándome que mi padre había muerto. Acudí hasta su casa apresuradamente. Cuando lo vi, tenía su rostro pálido y negro. Pensé entonces: "Él no ha aceptado al Señor. ¡Esto no puede haber pasado!" Así que imploré a Dios mientras sostenía a mi padre ya muerto y dije: "Padre Dios, por favor permite que vaya al Cielo aceptando al Señor como su Salvador". De pronto su rostro comenzó a tomar color otra vez. ¡Esto fue un sueño!
Después de este sueño lo visité y le hablé al respecto. Mi padre no ignoró más el anhelo de su hijo por evangelizarlo. Ahora espero cada domingo en la mañana porque puedo llevarlos a ambos, mi padre y mi madre, a la iglesia. Doy todas las gracias y gloria a Dios quien nos ha otorgado esta gran bendición.
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