Antes de ascender al Cielo, el Señor resucitado dijo a Sus amados discípulos: «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8). Si has recibido el Espíritu Santo, estás bajo la obligación del evangelio y debes difundir esta buena noticia a muchas personas. Hoy vamos a aprender acerca de tres puntos prácticos para difundir mejor el evangelio.
Debes tener la fe firmemente establecida y levantarte en la roca de la fe.
En Colosenses 1:23 leemos: «Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro». Cuando escuchas y pones en práctica la Palabra del Señor, sin duda experimentarás el toque de Dios. A medida que continúes experimentando Sus obras, estas te ayudarán a aumentar tu fe y podrás levantarte en la roca de la fe (Mateo 7:24). Entonces podrás predicar el evangelio con la fe firmemente establecida.
Por ejemplo: si has experimentado la obra de sanidad de Dios, tu predicación estará llena de mayor convicción. Incluso cuando alguien contradice tu palabra, podrás dar testimonio del evangelio sin titubear. Con esta fe podrás ayudar a los no creyentes a los que deseas evangelizar a experimentar la obra de Dios.
El apóstol Pablo experimentó persecuciones de los judíos, así como de los gentiles, al predicar el evangelio. Pero él no se dio por vencido y mantuvo su fe con firmeza porque él mismo había experimentado claramente la obra de Dios (Gálatas 6:17).
La razón por la que los discípulos del Señor pudieron ser martirizados mientras compartían el evangelio es también porque ellos fueron testigos del Señor resucitado (1 Corintios 15:4-8). Su fe en Su resurrección y en que Él era el Cristo nunca flaqueó, aun cuando algunos dudaban y preguntaban cómo había resucitado de entre los muertos.
Por lo tanto, es de gran importancia tener una fe firme, establecida sobre las experiencias de la fe, con el fin de predicar el evangelio poderosamente como testigos del Señor. Tengamos una fe viva a través de las experiencias y los actos de fe, levantémonos en la roca de la fe y veamos todo a través de los ojos de la fe.
Seamos llenos del Espíritu Santo y tengamos fervor.
Solo cuando estamos llenos del Espíritu Santo en el corazón podemos acercarnos a la gente con fe y predicar con valentía el evangelio. Por lo tanto, es sumamente importante recibir la llenura del Espíritu.
En Hechos 4, los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y los saduceos fueron muy perturbados por Pedro y los demás apóstoles porque ellos estaban enseñando a la gente y anunciando la resurrección de Jesús de entre los muertos. Al final, los llevaron a la prisión. Al día siguiente, los llevaron a la plaza, y comenzaron a preguntar: «¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?». En esta situación agobiante, el apóstol Pedro, lleno del Espíritu Santo, con valentía predicó el evangelio y testificó que Jesús es el único Salvador de la humanidad.
Cuando el diácono Esteban predicó la Palabra de Dios con la sabiduría y el Espíritu, nadie pudo resistirlo (Hechos 6:10). En la llenura del Espíritu Santo, él vio al Señor de pie a la diestra de Dios, dio testimonio de ello y fue abruptamente martirizado (Hechos 7). En otras palabras, cuando se está lleno del Espíritu Santo, se puede hacer las cosas que son agradables a Dios.
En este caso, la llenura del Espíritu desciende sobre ti al orar. Si obtienes la llenura del Espíritu mediante la oración ferviente, puedes trascender los límites físicos y todos los pensamientos. De ese modo, aunque estés en una situación amenazante o en una posición difícil, podrás disfrutar de la libertad en la verdad y no limitarte por el problema.
Sin embargo, si no oras, no podrás evitar ser confinado dentro de límites carnales y ver solo la realidad ante tus ojos. Al ver la realidad, harás todo, pero no con fe sino con las consideraciones humanas. Por lo tanto, debemos orar sin cesar y acumular una oración ferviente con el corazón.
También es sumamente importante escuchar lo que el Espíritu dice y prestar atención a su llamado. Sería una gran pérdida si se hace algo en contra de la voluntad de Dios, pensando que se está trabajando duro para el reino de Dios. ¿Qué pasaría si sigues adelante con un plan que se desarrolló mediante el pensamiento o los criterios humanos pensando que era según la voluntad de Dios? De nuevo, ¡podría ser una pérdida! Por lo tanto, necesitas escuchar lo que el Espíritu Santo te dice, seguir Su impulso y obedecer sin pensamientos personales. Entonces vas a experimentar la guía del Espíritu Santo y producirás frutos que agraden a Dios.
Debes santificarte y hacer descender el poder.
En 1 Juan 3:21-22 leemos: «Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él».
Marcos 16:20 dice: «Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían». Cuando el Señor trabaja con nosotros, podemos confirmar la palabra a través de las señales que siguen. Es decir, con el fin de cumplir con nuestro deber como alguien que difunde mejor la Palabra de Dios, necesitamos hacer descender el poder de Dios al ser santificados.
Estamos viviendo en los últimos días de una generación malvada, que duda de Dios a pesar de ver señales claras e inequívocas. Solo al recibir el poder de Dios podemos levantarnos y resplandecer, y guiar a muchas personas al camino de la salvación. Cuando logremos hacer esto escucharemos a la gente decir: «Al ver tu vida y escuchar tu testimonio logro tener la fe para creer en el Dios viviente y en el reino de los cielos». Conseguiremos que la gente reconozca en cualquier parte que estamos facultados para difundir la Palabra y, posteriormente, alcanzaremos una posición gloriosa en el cielo.
Por lo tanto, estemos firmes en la fe, oremos con la inspiración del Espíritu Santo, y deleitémonos en Dios.
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